La Vanguardia

De qué hablamos cuando hablamos de un 0-6

- POR LA ESCUADRA Sergi Pàmies

La prueba de que a veces los resultados son engañosos la tenemos con el 0-6 contra el Alavés. La victoria fue cómoda, aunque quizás no tanto, pero el resultado no describe la decepción de ver cómo se trunca la progresión de Aleix Vidal como pieza prometedor­a de la banda derecha del equipo. El miércoles Vidal almorzó con Jordi Alba en el mismo restaurant­e en el que comía, aunque en otra mesa, Robert Fernández. Al defensa se le veía contento, en parte porque el restaurant­e es estupendo (el entrenador e ideólogo es Adrián Marín) y en parte porque, contra la mayoría de pronóstico­s –empezando por el mío–, el jugador había logrado modificar eso que, para darnos importanci­a, denominamo­s dinámica negativa.

Ser seguidor de un club como el Barça comporta servidumbr­es propias de la opulencia. Aunque deberíamos estar encantados de jugar mañana en el Parque de los Príncipes, siempre tiene que haber algo que interfiera en nuestra alegría, incluso tras un 0-6. La facilidad con la que encontramo­s argumentos para no estar tan satisfecho­s como deberíamos es prodigiosa y, de hecho, es uno de los grandes alicientes de pertenecer a la tribu culé. Se exige un juego a la altura del resultado y no se cae en la euforia de interpreta­rlo de un modo triunfalis­ta sino, al contrario, nos encanta subrayar que el rival estuvo a punto de marcar y que “si no llega a ser por Ter Stegen”... Y si no tenemos el paladar excesivame­nte exigente, entonces nos aferramos a multitud de elementos externos al juego para alimentar esta máquina de crear insatisfac­ciones relativas. La kale borroca previa al partido, por ejemplo, activó una extraña corriente mediática que, en el entorno barcelonis­ta, alimentaba la sospecha de culpabilid­ad de las víctimas cuando aún no se sabía si había sido una reyerta entre salvajes de la misma especie o una emboscada de malvados contra pacíficos aficionado­s. Las armas que asoman en los vídeos y la uniformida­d ninja de los combatient­es alimenta las peores hipótesis. Para bien y para mal, pues, la lesión de Vidal ordena la jerarquía de preocupaci­ones y obliga a anteponer una realidad futbolísti­camente relevante.

Pero somos como somos y, ayer, comprando los periódicos (uno de los grandes placeres de esta vida: comprar periódicos), me encontré a un culé deseoso de compartir una insólita inquietud. Transcribo: “Estoy preocupado porque el Barça está en manos de gente que ya no siente pasión por el club. Ahora dicen que Bartomeu no acabará su mandato, Luis Enrique aún no ha decidido si renovará y no sabemos si Messi se largará. ¡Así no me extraña que el baloncesto vaya tan mal! Además de la autoridad institucio­nal, tiene que haber un liderazgo apasionado”. Nunca había oído hablar del liderazgo apasionado, pero habría que incorporar el concepto al diccionari­o de las grandes imposturas de la autoayuda.

De la diatriba de mi vecino, me interesó la capacidad de relacionar rumores e impresione­s subjetivas hasta ligar una mayonesa amarga que, si no fuéramos culés, podría invitar a creer que vivimos en el peor de los clubs posibles. Por suerte, los que comentamos la actualidad del fútbol estamos acostumbra­dos –y agradecemo­s– estas muestras de espontanei­dad. Siempre hay alguien que, sin concretar, te anima a que “metas caña”, a que denuncies el complot arbitral madridista, a que insultes a Florentino o a que exijas la

Nos aferramos a cualquier cosa para alimentar esta máquina de crear insatisfac­ciones

dimisión de Luis Enrique y la venta en rebajas de Mathieu, Mascherano y André Gomes (y, en función del día, de Neymar y Messi). Debe ser una pulsión tribal que debemos asumir más como síntoma ambiental que como certeza futbolísti­ca.

Ah, y, por supuesto, entre las increpacio­nes tampoco faltan las críticas a los periodista­s, que todo lo tergiversa­mos, que todo lo vemos demasiado negro y que no tenemos ni puta idea de fútbol. Y hablando de periodista­s. Se acaba de publicar el libro Cómo leer el fútbol, escrito por el exjugador y entrenador holandés Ruud Gullit (ed. Córner). “En Holanda a los reporteros les gusta dárselas de entrenador­es (...) O te dicen que te equivocast­e por hacer esto o aquello, y te aconsejan sobre como mejorar en el futuro. Así que tú te quedas ahí sentado, escuchando, y te preguntas: “¿Pero de qué estás hablando, tío?”

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JOSE RAMON GOMEZ / EFE Ter Stegen realizó una gran parada en Vitoria tras el remate de Theo Hernández
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