Día de ‘San Floreztín’
Juan Diego Flórez Intérpretes: Juan Diego Flórez, tenor; Vincenzo Scalera, piano Lugar y fecha: Palau de la Música Catalana (14/II/2017)
Ya hacía semanas que no quedaba una sola entrada para asistir al retorno del tenorísimo peruano que disfruta de una fama justificadísima, por la belleza de su voz, la perfección técnica con que canta y las increíbles prestaciones de su garganta privilegiada.
Se presentó precisamente el día 14 de febrero, que hoy citamos en su honor como el de San Floreztín, que fue todo un espectáculo de entusiasmo y de interpretaciones gloriosas; como gran especialista en Rossini, el tenor empezó con dos piezas vocales del compositor
(La lontananza y Addio ai viennesi) y suprimió “la orgía” porque indicó que no la tenía a punto.
Después nos ofreció Mozart, pero este autor es quizás la asignatura que Flórez todavía tiene un poco pendiente, porque cantó la cuarta aria de Belmonte del Rapto
en el serrallo, Ich baue ganz, y añadió un sobreagudo no muy mozartiano, y se saltó la otra pieza prevista. Volvió a Rossini, de quien cantó una modélica aria de Semiramide y después cambió de registro con un repertorio verista “suave”, para enfocar después con gran ímpetu el aria de tenor de
Gianni Schicchi, de Puccini, que suscitó gran entusiasmo en el auditorio. ¡Flórez tenía el día comunicativo y simpático, y se dirigió varias veces al público, que le correspondió con elogios ( se oyó un “¡guapo!” y todo) y explicó cosas de las piezas que cantaba. Después de unas arias de La bohème enfocó el Pourquoi me réveiller del
Werther de Massenet de forma impecable, y aún dos piezas verdianas: el aria de I Lombardi y con especial intensidad el aria de Alfredo de La traviata (Lunge da lei), cuya cabaletta antiguamente todo el mundo se saltaba, y él la cantó vibrante e impetuosamente, quizás la pieza más redondeada del recital.
Fue regalando dos y res sobreagudos en todo lo que cantaba y demostró que tiene la voz inmaculada de siempre.
Después sacó una guitarra y cantó tres piezas a modo de propinas, pero acabar con estas intervenciones fue un poco un anticlímax, y el público se fue sin una última dosis de sobreagudos para inyectarse en las venas.