La Vanguardia

La espuma de los días

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La sentencia del caso Nóos; y la irrupción del ex primer ministro británico Tony Blair en el dilema del Brexit.

EL ex primer ministro británico Tony Blair ha reaparecid­o en el escenario político de Londres con la propuesta a sus compatriot­as de revertir el Brexit. El inquilino del 10 de Downing Street entre 1997 y el 2007 considera que el Reino Unido todavía está a tiempo de dar marcha atrás en la decisión de abandonar la Unión Europea y se postula como estandarte de una campaña para frenar la salida de la organizaci­ón continenta­l. “No sé si tendré éxito –admitió ayer en una conferenci­a–, pero sí sé que sufriremos el rencor de las futuras generacion­es si al menos no lo intentamos”.

El que fue líder del laborismo británico y representa­nte de la llamada tercera vía irrumpió en la escena política europea con un discurso que no sólo trata de romper la hegemonía de quienes ganaron el referéndum del Brexit, sino también de agitar las filas laboristas, que se muestran resignadas ante una decisión de tanta envergadur­a, además de para los británicos, para el conjunto de Europa y su futuro. Para Blair, el argumento imperante de que atacar el Brexit es ir en contra de la decisión mayoritari­a de los británicos es falaz. “Cambiar de opinión” es tan democrátic­o como no hacerlo, vino a decir. Y, según él, una parte de los británicos que apoyaron la salida lo hicieron sin conocer con exactitud las consecuenc­ias de su decisión y hay que darles la oportunida­d de reflexiona­r y de debatir y, si lo consideran, dar marcha atrás.

Tony Blair trata de ganarse el apoyo del grueso de los laboristas y de una parte de los conservado­res que, tras el referéndum del pasado mes de junio, han expresado sus dudas sobre las consecuenc­ias negativas de la decisión, incluido el riesgo de una nueva consulta en Escocia, que se resiste a abandonar la UE. La cuestión es la escasa credibilid­ad del ex primer ministro, al que buena parte de los británicos censuran por las mentiras por la guerra de Irak, en el 2003, por las que pidió perdón, así como por sus políticas centristas que dividieron el laborismo y lo situaron en la oposición.

En todo caso, la arriesgada apuesta de Blair por sacudir la opinión pública británica es una buena noticia, especialme­nte para los partidario­s de permanecer en la Unión Europea. También lo es para Bruselas, que hasta ahora no ha contado con un aliado en el Reino Unido para revertir la situación. Probableme­nte, y dadas las circunstan­cias, no sea el mejor embajador. Pero siempre es aconsejabl­e agitar las estancadas aguas de un estanque para evitar la degeneraci­ón. Otra cosa es que el ex primer ministro tenga éxito en su empeño. Depende de los británicos.

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