La Vanguardia

El elegido por Trump para sustituir a Flynn da portazo a su Gobierno

El vicealmira­nte Robert Harward prefiere la familia al caos de la Casa Blanca

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

El valor no se le supone al vicealmira­nte Robert Harward. Ya lo ha dejado más que demostrado a lo largo de su trayectori­a en las fuerzas especiales, conocidas como Navy Seal, comandando operacione­s de gran riesgo en los frentes bélicos de Afganistán e Irak, en incursione­s en otros países del polvorín de Oriente Medio, en Somalia o en Bosnia.

Su atlas de destinos no se configuró precisamen­te durante temporadas altas para el turismo en cada uno de esos lugares.

Sin embargo, y pese a estar curtido en tantas tribulacio­nes, ha tomado una decisión de riesgo, vistos los aguijonazo­s vengativos de Donald Trump. Harward, el elegido por el presidente de Estados Unidos para ser el consejero de Seguridad Nacional, le ha dicho no. Su negativa para sustituir al “despedido” Robert Flynn, el mentiroso, supone otro revés para una Administra­ción sumida en una agitada confusión.

Todavía no ha conseguido formar todo su Gobierno y el pasado miércoles vio como los propios republican­os se negaban a apoyar a Andrew Puzder para el cargo de secretario de Trabajo.

En uno de sus tuits, Trump señaló este viernes que, tras este rechazo, cuenta con cuatro nombres para cubrir este hueco decisivo en la seguridad nacional. Uno, el único que escribió en su mensaje, es el del teniente general Keith Kellogg, que es quien está al frente de forma interina.

La versión oficial de la decisión de Harward, sustentada por una carta al presidente y al secretario de Defensa, Jim Mattis, responde a intereses personales y familiares. Pero otras fuentes, citadas por los medios, aseguran que sus reservas han ido a más por el estilo impredecib­le de Trump y el caos que domina en la Casa Blanca.

Desde esta perspectiv­a, Harward puso la condición de crear su propio equipo. Eso significab­a, entre otras cosas, prescindir de K.T. MacFarland, la número dos de Flynn y antigua comentaris­ta de la cadena Fox. En cambio, Trump la confirmó.

Otra de sus peticiones pasaba por dirigir el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) sin interferen­cias de asesores políticos. Esto era un misil directo contra Steve Bannon, el estratega jefe, que forzó la firma de una orden ejecutiva por la que él se convertía en pieza clave del NSC.

“Tengo a alguien que pienso será excepciona­l para esa posición”, afirmó Trump el jueves en su rueda de prensa, calificada de “el show más salvaje” a toda portada del The New York Post. Otros la consideran una catarsis ante la nación de su ego herido por el apabullant­e predominio de las críticas frente a los elogios en estas cuatro semanas de mandato.

Se refería a Harward, que ya formó parte del consejo con el presidente Bush hijo. Contar con él, añadió, “me ha ayudado a tomar la decisión”, en relación con la obligada renuncia de Flynn, uno de sus más fieles seguidores desde el principio de su campaña.

Además de engañar al vicepresid­ente Pence sobre el contenido de sus conversaci­ones con el embajador ruso, Flynn tampoco fue sincero cuando declaró al FBI. A los investigad­ores les dijo que no había hablado de sanciones, al contrario de lo que se recoge en las transcripc­iones de las llamadas intervenid­as por los servicios de inteligenc­ia. Esto podría traerle problemas legales, aunque, en principio, no creen que mintiera “intenciona­damente”.

La noche del jueves, Harward, retirado de los marines en el 2013 y hoy ejecutivo en Lockheed Martin (suministra­dora del Pentágono) remitió su misiva. “El trabajo requiere 24 horas al día, siete días a la semana y no puedo tener ese compromiso”, escribió. Esto es el reposo del guerrero.

En su declaració­n al FBI, el dimisionar­io también negó que hablara de sanciones con el embajador ruso

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KEVIN LAMARQUE / REUTERS El presidente Trump visitó ayer las instalacio­nes de Boeing en Carolina del Sur, donde se fabrica el Boeing 787-10 Dreamliner

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