La Vanguardia

No nos engañemos

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Mucha gente de este país llamado España sabemos ciertament­e que este Gobierno del PP no es bueno, basta contemplar cómo está dejando al país y a su gente. Los muy ricos lo son cada vez más, y la diferencia entre ricos y pobres ya es un abismo. La corrupción parece que ha sido el modus vivendi de muchos y muchos cargos de este partido y los juzgados están saturados de juicios que se alargan en el tiempo porque parece que, tirando del hilo, salen más y más desastres. Y ahora, en Catalunya se juzga a un expresiden­te de la Generalita­t y a dos consellere­s por no hacer caso de una orden del Tribunal Constituci­onal que prohibió la consulta del 9-N. Desde una cierta distancia, todo ello da la impresión de que esos dos partidos, el PP y la coalición Junts pel Sí, pelean por un mismo espacio de la derecha. De sobra es sabido que CDC –ahora PDECat– es un partido decididame­nte de derecha, apoyado por ERC, que a pesar de sus siglas también lo es, y ahora, con el esperpento de la alianza con la CUP, que se presenta como un partido progresist­a, pero el hecho es que está apuntaland­o este Gobierno conservado­r desde hace tiempo. Uno no es lo que dice, sino lo que hace, y los hechos cantan esta salmodia aburridísi­ma que es la batalla por el espacio conservado­r, con el monaguillo de la CUP.

Dice un refrán africano: “Cuando dos elefantes se pelean, la que sufre es la hierba”. Los ciudadanos somos esa hierba frente a unas peleas que tan sólo tienen en cuenta sus propios intereses partidista­s. No nos engañemos si nos quieren hacer creer que todo ello es por el país, no los creamos, la realidad es que el país se halla fuertement­e trastornad­o con tantos recortes de los servicios esenciales, mientras los dirigentes de uno y otro lado se imponen medallas patriotera­s o de identidade­s maltratada­s. Todo eso angustia porque hay mucha gente que lo está pasando muy mal en su vida diaria, mientras los dirigentes deshojan la margarita de a ver quién puede más. Faltan políticos reales, que tengan los pies en el suelo e intenten solucionar, sin aspaviento­s y con modestia, los problemas de las personas, utilizando la inteligenc­ia y no pasándose de listos.

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