De Eduardo Inda a Luis Enrique
En las tertulias, Eduardo Inda interpreta el papel de abominable y aunque lo haga en una emisora minoritaria se beneficia de la amplificación viral de unos medios que, con la coartada de escandalizarse, multiplican la difusión de su mensaje. Inda afirma que su diatriba sobre la violencia contra los jueces catalanes se ha sacado de contexto. Pero, en realidad, el contexto ya prevé que todo se saque de contexto. Es más: una de las estratagemas habituales de Inda es precisamente manipular unas declaraciones, un argumento o un dato y presentarlo todo como prueba de cargo con un estilo fiscalizador que satura los niveles habituales de temeridad o chulería chusquera. El contexto es la extracción de contexto y el sensacionalismo interesado –de izquierdas y de derechas– incluso de los que saben que, reproduciendo la barbaridad más indecente, arañan audiencia y participan de la riada de instantaneidad visceral. ¡Cuántos de los que critican la corrosiva y tendenciosa maldad dialéctica de Inda querrían tenerlo en sus programas! Ahora que está de moda repetir que la diferencia entre mentira y verdad ha dejado de importar es un buen momento para especular sobre las razones que nos han llevado hasta aquí. La pereza, la incompetencia, la convicción de que es más caro trabajar para explicar la verdad que para alimentar la industria de la mentira. Y para que esta tendencia se imponga es necesario que los emisores de mensajes no se ganen la autoridad a través de la credibilidad (que requiere de un esfuerzo de atención y comprobación), sino del espectáculo y la intimidación. Y es aquí donde tertulianos como Inda funcionan porque aplican al análisis político y deportivo métodos que parecían reservados al entretenimiento de depredación y a las conversaciones de whiskería. De los tertulianos actuales, Inda es de los pocos que podrían entrar mañana mismo a Gran Hermano VIP, Supervivientes, Desnúdame
o Mujeres y hombres y viceversa y que se adaptaría enseguida a la idiocracia elevada a dramaturgia de consumo rápido de Guadalix o de Honduras. El estilo de Inda representa una parte de la realidad, pero su gestión del discurso conecta con la falta de escrúpulos de los movimientos que dominan la economía y la política.
HIPOCRESÍA. Luis Enrique, en cambio, ha sido víctima de un género televisivo doblemente cruel: la entrevista pospartido en caliente. Si se hubiera limitado al discurso robotizado habitual, le reprocharíamos su escasa locuacidad. Pero, herido como tantos culés tras una derrota que puso al descubierto las carencias del entrenador, los jugadores y el club, reaccionó con franqueza y vehemencia. Televisivamente, el valor de la sinceridad es incalculable. Pero como pasa con Inda cuando se mantiene en primera línea pese a todas las evidencias, a Luis Enrique lo criticamos por haber sido francamente desagradable en vez de agradecerle el valor de cotización de este derrape desagradable pero espontáneo.
FELICIDADES. El programa Saber y ganar (La 2) cumple veinte años en unos tiempos en los que, en la tele, una de las maneras más fáciles de ganar es ser un ignorante, un maleducado o un mentiroso.
El contexto es la extracción de contexto y el sensacionalismo interesado