La Vanguardia

La edad de los dálmatas

- Màrius Serra

Un año atrás me hice eco de una exposición de rompecabez­as en el Museu del Joguet de Figueres. Era la colección que el ingeniero industrial Francesc Castanyer Figueras donó al museo. Castanyer tiene una personalid­ad poliédrica, y es muy conocido entre los aficionado­s a los palíndromo­s porque fue un miembro activo del Club Palindrómi­co Internacio­nal desde su creación y publicó muchas frases capicúas en el boletín Semagames. Por eso, acabé mi columna explicando que acababa de cumplir cien años y especulé que “lo único que le debe de doler es dejar de tener una edad capicúa (99), un problema menor que enmendará dentro de un año, cuando cumpla 101”. Pues bien, dicho y hecho. Justamente hoy, dieciocho de febrero del diecisiete, el señor Castanyer llega a la edad capicúa que a menudo asociamos a los dálmatas. Castanyer vive en la Residència Augusta Park desde hace 16 años. Me consta que cada mañana, sobre las nueve, fotocopia la página de pasatiempo­s de La Vanguardia y se la guarda en la habitación como un tesoro. Después de cenar resuelve los crucigrama­s, tanto en catalán como en castellano. Y siempre los acaba.

Castanyer es un hombre curioso y generoso. Si el museo de Figueres tiene en depósito su vasta colección de rompecabez­as, la unidad de día para los enfermos de Parkinson de la clínica Teknon aún usa el material sobre el juego del Tangram que les donó y la biblioteca de la residencia donde vive recibió en donación su extensa biblioteca, con la única excepción de los volúmenes de Josep Carner con dedicatori­as autógrafas, que se conservan en la Biblioteca de Catalunya. En una entrevista que Oriol Soler le hace para el portal verbalia.com. recuerda una dedicatori­a estrambóti­ca que el príncipe de los poetas dirigió a su padre, el escritor Josep Castanyer: “Un mal gra de la literatura dedica aquest llibre a un prosista agradable i petit com un sonet”. Castanyer explica el contexto. La irrupción de Carner en la poesía catalana provocó cierto revuelo, hasta el punto de que un crítico escribió que el poeta era un “mal gra de la literatura”. Josep Castanyer, el padre de nuestro hombre centenario, tenía una “prosa agradable”, según Carner, y era muy bajito, de modo que la dedicatori­a del primer libro de sonetos del poeta iba por ahí. La relación con Carner tuvo aún otro episodio gracias a la hermana de nuestro hombre, Maria Castanyer, que en 1957 ganó en París los Jocs Florals en el exilio presididos por Carner. Ambos sufrieron de polio de niños y ella quedó muy afectada de una pierna. El relato de su hermano parece un cuento de Pere Calders: “No había vacunas y Maria sufrió mucho, tenía muchas molestias. Ella le dijo al médico: ¿por qué no me la corta? El médico le dijo que era la solución, pero que no se atrevía a decírselo. Y le cortó la pierna, le puso una ortopédica y al cabo de un tiempo se fue a Estados Unidos. Joan Josep Isern ha escrito sobre la obra y el periplo de Maria, que también fue todo un personaje. Feliz aniversari­o dalmático. El próximo capicúa es dentro de diez años, a los 111.

Francesc Castanyer cumple hoy 101 años, la edad capicúa que solemos asociar a los dálmatas

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