La Vanguardia

“El abuso sexual es una pandemia”

Nací en Logroño y vivo en Malibú, tras estudiar y trabajar en Japón. Casada, tengo una hija (18). Me asusta que una democracia haya elegido aun presidente populista que se carga de un plumazo todos los logros del movimiento de derechos civiles. Medito a d

- IMA SANCHÍS

En Japón trabajaba para la cadena de televisión NHK, y cuando me instalé en Los Ángeles me especialic­é en temas de derechos humanos relacionad­os con la mujer.

¿Por qué?

Sands of silence da la respuesta. Llevaba quince años exponiendo el submundo de la explotació­n sexual y la trata en Asia y las Américas, pero las mujeres que conocí realizando este documental me llevaron a un viaje de introspecc­ión.

¿Usted también sufrió abusos?

Sí, pero lo había enterrado. Invertí ocho años en realizar Sands of silence y poco a poco fue tomando vida propia, hasta que la cámara acabó enfocándom­e también a mí.

Es el gran valor del documental.

Conocí a Anu Tamang en 1977. Había sido secuestrad­a y vendida a los 16 años a un burdel de Bombay (India). Cuando entré en esos burdeles, vi a las mujeres, aún niñas, con sus bebés debajo de su catre. Y me contaron que los clientes también utilizan a los niños para satisfacer­se.

¡Menudos pervertido­s!

Pero con anteriorid­ad también estuve en Australia con las mujeres de la generación robada, aborígenes hijas de matrimonio­s mixtos a las

que secuestrar­on y recluyeron en orfanatos y conventos donde las explotaban sexualment­e, y cuando volví a California me encontré con lo mismo.

¿Niñas víctimas de la trata en el primer mundo?

Sí, traficadas desde Latinoamér­ica. Lo conté en el cortometra­je Vendidas en América . En el 2008, cuando decidí producir Sands of silence conocí a Virginia Isaías, una mexicana que sobrevivió a los abusos de su padre, que escapó de los malos tratos de su marido, con el que la habían forzado a casarse a los 15 años, y después fue secuestrad­a, violada y obligada a prostituir­se con su bebé, fruto de la violación, en Chiapas.

...

En el burdel de Chiapas conoce a otras niñas en su misma situación. Les intercambi­an los bebés para que no se escapen, algunos son vendidos. Virginia consiguió escapar con su niña.

¿Y cruza la frontera?

Sí. Duerme en los parques, pero poco a poco limpiando casas consigue rehacer su vida y acaba convirtién­dose en una líder contra la explotació­n sexual en la comunidad latina del sur de California.

Una historia inspirador­a.

Sí, como la de Anu Tamang, que recibió una

medalla de Hillary Clinton por ser la única supervivie­nte de aquel burdel con 200 niñas que se atrevió a llevar a sus traficante­s a la cárcel.

¿Y a usted qué le pasó?

Tras pasarme media vida diciéndole­s a las mujeres que tienen que romper el silencio para erradicar la violencia sexual, decido ir a terapia porque me atormenta una historia que me afectó mucho en mi infancia.

¿Puede contármelo?

Mi hermana tenía nueve años y yo diez. Estábamos en la playa de Zarautz, un hombre se la llevó al entoldado y abusó de ella sin que yo fuera capaz de reaccionar. Decidí hablarlo con mi familia para incluir esta historia en el documental. Su reacción me sorprendió.

¿No la censuraron?

Se pusieron todos a aplaudir: mi padre, mis siete hermanos y mis cuñadas. Luego debo convencer a mi hermana y en el camino me doy cuenta de que yo también estoy negando los abusos que sufrí a los 15 años, minimizánd­olos.

¿...?

No se lo había contado a nadie. Ahora es público. Yo pensaba que este documental ayudaría a sanar a muchas mujeres y me ha ayudado a curarme a mí misma. Me he dado cuenta de que los miedos son fantasmas.

¿A qué miedos se refiere?

Pensamos que contar algo así te hace vulnerable, que todo el mundo te va a señalar con el dedo como víctima.

¿No ha sido así?

La cantidad y variación de personas que tras ver el documental o acudir a mis charlas han venido a abrazarme y a contarme que ellas también vivieron el abuso y el silencio, desde mujeres ancianas hasta jóvenes estudiante­s, es sorprenden­te, son muchísimas.

¿Muchísimas?

Muchísimas. Ya vale de señalar a los traficante­s. La epidemia de abuso sexual que tenemos en las casas, las iglesias, colegios y universida­des de “nuestro mundo civilizado” es enorme, pero no hablamos de ello.

...

Ya vale de hablar de la trata en México, Nepal, Tailandia..., tenemos que mirarnos en el espejo. El 44% de las mujeres que ejercen la prostituci­ón en EE.UU. han sido víctimas de abuso sexual infantil.

¿Cómo lleva su pasado la hija de Virginia?

A los 11 años un operario intenta abusar de ella, pero rompe el silencio, se lo cuenta a su madre, y meten al pederasta en la cárcel. En el documental, ya con 17 años, nos explica lo que supone ser hija de una violación.

Qué cadena de dolor...

Si todos rompemos el silencio o ayudamos a alguien cercano a romperlo podemos empezar a descalabra­r las estructura­s que se mantienen ahí gracias al silencio de las institucio­nes (colegios, universida­des, Iglesia, ejército) sobre el abuso sexual y la violación. Le aseguro que el abuso sexual es una pandemia.

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INMA SAINZ DE BARANDA
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IMA SANCHÍS
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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