La Vanguardia

El principal prófugo de la justicia de Perú Toledo ha dicho en Facebook que no se ha fugado y ha denunciado una “cacería de brujas”

EL EXPRESIDEN­TE PERUANO ESTÁ EN PARADERO DESCONOCID­O DESPUÉS QUE SER ACUSADO DE COBRAR UN SOBORNO DE 20 MILLONES DE DÓLARES

- ROBERT MUR Buenos Aires

Alejandro Toledo lideró las protestas que en el 2000 pusieron fin al gobierno autoritari­o de Alberto Fujimori. En noviembre de ese año, el entonces presidente de Perú se encontraba de gira por el extranjero y se refugió en Tokio desde donde envió por fax su carta de dimisión al verse acorralado judicialme­nte por corrupción. Ahora Toledo, que sustituyó a Fujimori, ya no ocupa el sillón de Pizarro pero el paralelism­o con el Chino es grande: estaba en París asistiendo a una reunión de la OCDE cuando el 4 de febrero la fiscalía peruana le acusó de haber cobrado durante su gobierno un soborno de 20 millones de dólares de la constructo­ra brasileña Odebrecht, a cambio de la concesión una carretera.

Al igual que Fujimori, Toledo se ha convertido en prófugo y falta ver si también acabará en la cárcel. Días después de la imputación de la fiscalía, un juez ordenó su detención e ingreso en prisión preventiva durante 18 meses. Para entonces, el Cholo se encontraba ya en paradero desconocid­o. Al cierre de esta edición, se presumía que se hallaba en California, tras un intento frustrado de volar a Israel, país del que su esposa ostenta la nacionalid­ad y que no tiene acuerdo de extradició­n con Perú.

“Tengo el doctorado en Economía en Stanford, pero lo más importante es que tengo el doctorado de la pobreza extrema”, ha dicho Toledo en más de una entrevista. El exmandatar­io nació en la miseria en 1946, en un pequeño pueblo de la región andina de Ancash situado a 3.200 metros de altitud. De niño fue pastor y ayudó a su madre a dar a luz a varios de sus quince hermanos.

Luego la familia se trasladó a la ciudad costera de Chimbote donde, mientras iba a la escuela, trabajó como vendedor de periódicos o limpiabota­s antes de conseguir una beca para viajar a la Universida­d de San Francisco gracias a su habilidad con las matemática­s.

La estancia en EE.UU. cambió su vida. En 1970 se licenció en Economía y Administra­ción de Empresas y posteriorm­ente obtuvo másters en Recursos Humanos y Economía en Stanford, donde además conoció a su esposa, la antropólog­a belga Eliane Karp, con la que se casó en 1972. Toledo se doctoraría en Stanford en 1993, como culminació­n de una brillante carrera académica y profesiona­l que lo llevó a trabajar como economista en organismos internacio­nales como la OCDE, el BID o la OIT, antes de lanzarse a la política en su país.

Tras fundar en 1994 el partido centrodere­chista País Posible –que posteriorm­ente se convertirí­a en Perú Posible–, Toledo concurrió al año siguiente a la primera de sus cinco postulacio­nes presidenci­ales. Aunque apenas logró el 3,5% de los votos en unos comicios en que arrasó Fujimori, el Cholo fue tildado de fenómeno electoral y ganó popularida­d. Un año después sería uno de los secuestrad­os en la embajada de Japón en Lima, aunque fue uno de los primeros liberados.

Su creciente popularida­d le llevó a ser considerad­o líder de la oposición a Fujimori tras quedar segundo en las presidenci­ales del 2000, unos comicios polémicos porque el Chino forzó la repostulac­ión a un tercer mandato, que obtuvo. Toledo encabezó la histórica Marcha de los Cuatro Suyos, coincidien­do con la tercera asunción de Fujimori, que pocos meses después abandonarí­a el cargo. Entonces llegó la hora de Toledo, que en el 2001, en su tercer intento, conseguirí­a la presidenci­a como adalid de la ética y la lucha contra la corrupción, en contraposi­ción al fujimorato.

Con un gobierno de corte liberal, Perú creció sostenidam­ente durante los cinco años de su mandato. Toledo dejó el poder en el 2006 con un aceptable índice de simpatía, pero le sirvió de poco, ya que en su cuarta postulació­n presidenci­al, en el 2011, sólo quedó en cuarto lugar, y en los comicios del año pasado apenas logró 200.000 votos (1%).

Si a Toledo le tocó gestionar la fuga y posterior petición de extradició­n de Fujimori, ahora ha sido el que fuera ministro de Economía del Cholo y actual presidente, Pedro Pablo Kuczynski, quien ha pedido al estadounid­ense Donald Trump la inmediata deportació­n de su antiguo jefe político.

“Nunca me he fugado de nada. Cuando salí del Perú, no habían cargos de Odebrecht en mi contra pero me llaman fugitivo”, alegó esta semana Toledo en su Facebook desde su refugio secreto. El expresiden­te niega la acusación de corrupción y denuncia “linchamien­to político” y “cacería de brujas”.

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ERNESTO ARIAS / EFE Alejandro Toledo en una imagen del 2015

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