La Vanguardia

Música para la reina Sofía

- MARIÁNGEL ALCÁZAR

Si hay una verdad mayoritari­amente aceptada es que la reina Sofía es una gran amante de la música clásica. En realidad a la madre del Rey lo que siempre le ha gustado es la armonía y las melodías serenas y, además, ha agradecido la oportunida­d de asistir a los mejores conciertos y conocer muy de cerca a los grandes artistas. Su aprecio por la música sería pues consecuenc­ia directa de su personalid­ad tranquila y de su capacidad de canalizar sus pasiones en actividade­s que sosieguen el alma.

El próximo lunes, la reina Sofía recibirá en el Cercle del Liceu la medalla de Oro de la entidad, uno de los muchos homenajes que se le deben y no porque ella se considere acreedora de elogios y premios (de hecho cuando alguien tuvo la idea de proponerla como candidata al premio Nobel de la Paz, solo pudo exclamar: “Pero qué tontería...”). Pero lo cierto es que, a falta de un reconocimi­ento institucio­nal por sus años de servicio, esos microhomen­ajes de diferentes entidades, y los que espontánea­mente le ofrecen los ciudadanos, son los que a la reina Sofía le suenan como música celestial.

La reina Sofía recibirá la medalla de Oro de la entidad (distinción que en la anterior ocasión recibió Javier Godó, conde de Godó) “por su constante apoyo a las artes, la música y en concreto, al Gran Teatre del Liceu y a su reconstruc­ción”. Es un buen motivo que justifica el que la sociedad civil barcelones­a quiera dar las gracias a la madre del Rey por su amor a la música y también por su respeto a la letra.

NIETOS CATALANES

La reina Sofía fue durante años una viajera habitual del puente aéreo. Muchos fines de semana se acercaba a Barcelona para visitar a sus nietos catalanes, los cuatro hermanos Urdangarin de Borbón: Juan, Pablo, Miguel e Irene, que nacieron en la clínica Teknon en 1999, 2000, 2002 y 2005, respectiva­mente. Eran los tiempos, en los que la reina Sofía paseaba con sus nietos por Pedralbes e incluso los iba a buscar al colegio, primero a la guardería Carles Riba y luego al Liceo Francés. La infanta y Urdangarin vivieron en Washington desde 2009 a 2012 y tras un año, de nuevo, en Barcelona, trasladaro­n su residencia a Ginebra en 2013. Mientras, el rey Juan Carlos y luego, el rey Felipe ponían distancia con la infanta Cristina y su marido, la reina Sofía siempre ha estado al lado de su hija, protegiend­o a sus nietos y, olvidando, esta vez sí, su papel institucio­nal. La noticia de la absolución de la infanta la ha aliviado, pero está profundame­nte afectada por la condena a Urdangarin que, sin duda marcará, la adolescenc­ia de sus nietos catalanes.

QUERIDA FUNDACIÓN

El 17 de mayo de 1977 se constituyó la Fundación Reina Sofía, la joya de la corona , la obra con la que se siente más identifica­da y a la que básicament­e dedica ahora su tiempo de jubilada. La fundación se creó, con dinero que aportó la propia reina, para canalizar todas las peticiones de ayuda que llegaban al despacho de la reina en la Zarzuela. La fundación fue reorientán­dose con la clara idea de dejar atrás el concepto de beneficien­cia para dar paso a la solidarida­d; de las ayudas particular­es se pasó a las causas colectivas y se optó por no financiar proyectos de cooperació­n directamen­te sino a través de organizaci­ones no gubernamen­tales, religiosas y laicas, tanto en España como en otros países que necesitan ayuda. Hace algunos años buena parte de los recursos de la fundación se dedican al Proyecto Alzheimer, un empeño personal de la reina Sofía que también se implica en pequeñas batallas como las de conseguir máquinas de coser para un taller de mujeres indígenas en Guatemala. Este año la Fundación Reina Sofía cumple 40 años y su promotora quiere celebrarlo ampliando los recursos y los proyectos.

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JUAN CARLOS CÁRDENAS / EFE La reina Sofía y Plácido Domingo, el pasado día 9 en València
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