La maldición de Grey
Tú eres una pobre ingenua y a él le sobra experiencia. Ocupa la planta más alta del rascacielos y tú vives en una residencia de estudiantes. Cuando vayas a entrevistarlo para el diario de la universidad lleva tu ropa más recatada, pero deja un par de botones de la blusa abiertos, eso le excita. Hazte la torpe mientras él te mira fijamente. Se te cae el bolígrafo al apuntar sus respuestas, tropiezas con el sillón. Muy bien, así sabe que te intimida. Él lleva el control. Si te habla, tú baja la mirada y muérdete el labio. Eso le excita aún más. Pronto llegará la primera cita.
Él dice dónde, cuándo y cómo quedáis. No le agobies mucho con tu cháchara, le va más la acción. Sobre todo déjale claro que a tus 23 años aún eres virgen. Ya lo tienes en el bote. Ahora él decide la ropa que te pones, los alimentos que tomas, a quién puedes ver... ¡Quién necesita a familia y amigos si tiene a un hombre como éste! Es que mira que eres tonta. Deja de ser tú misma, debes comportarte cómo él mande y aceptar lo que imponga. Todo por el amor.
En la cama, él disfruta con tu sumisión. Te humilla y te pega. Es todo un juego sexual, te explica luego. A ti no te entusiasma, pero si él lo dice habrá que probarlo, claro. Y además... Es que te saca a pasear en su helicóptero, te da de beber el mejor champán y te compra vestidos carísimos. ¡Pero si te ha regalado un coche! Ves cómo te quiere.
Un día culmina sus fantasías de dominación contigo. Te azota con un látigo, como un amo a su esclavo. Te ha hecho mucho daño. Ahora ya no lo ves tan claro y lo dejas. Pero el tiempo pasa y le echas de menos. Decides darle otra oportunidad y empieza la segunda parte de 50 sombras de
Grey. Repugnante.