Sentencias que son faro, Fiscalía removida, calle irritada
Las divisiones en la oposición y la debilidad del PSOE dan margen de maniobra al Gobierno
España en los tribunales. Este es el retrato del mes de febrero. Un país pendiente de los tribunales, así en Madrid como en Barcelona. Un Gobierno que se siente fuerte y empieza a cortar un traje a medida para la Fiscalía. Una oposición desunida, un PSOE turbulento, y una calle de nuevo irritada. La capa freática de la indignación está subiendo. Y en el mundo están pasando cosas inquietantes. Febrero del 2017.
Algunos de los escándalos que estallaron y se descarnaron poco después de la brutal sacudida de la economía comienzan a estar listos para sentencia y el sistema vuelve a ponerse a prueba. Este mes de febrero se han conocido tres resoluciones judiciales muy esperadas: primer juicio del caso Gürtel, caso Nóos y las tarjetas opacas de Caja Madrid. La trama de depredación económica urdida alrededor del Partido Popular. La aventura del cuñado del Rey en el mundo de los negocios pantalla. El desparpajo de la clase dirigente madrileña durante la fastuosa turbo-economía. Estampas de un tiempo que no volverá. Nombres propios: Francisco Correa, Álvaro Pérez, el Bigotes, Iñaki Urdangarín, Rodrigo Rato y Miguel Blesa. Todos ellos han sido condenados a cárcel este mes de febrero, pero cada una de las tres sentencias envía un mensaje distinto a la sociedad. Dureza con la Gürtel (los tres principales encausados ya están en prisión), benevolencia con Urdangarín (libertad sin fianza a la espera de la apelación al Tribunal Supremo), y severidad sin exageraciones con los 65 condenados por las tarjetas negras (a la espera de las medidas cautelares). Por razones obvias, la atención principal estaba puesta en la sentencia de Palma. Absolución de la infanta Cristina y condena de seis años para su marido, sin prisión provisional ni fianza, a la espera de la sentencia del Supremo. Garantismo que es leído por un sector importante de la sociedad como benevolencia.
Los contrastes determinan siempre la percepción de la realidad. Los tres principales implicados en la trama Gürtel ya están en la cárcel, pese a que la sentencia todavía no es firme. El juez ha apreciado riesgo de fuga. La resolución de la Audiencia de Palma sobre la libertad provisional sin fianza de Urdangarín era conocida el mismo día que la Audiencia Nacional daba a conocer su veredicto, severo, sobre las tarjetas
black. Aquel mismo día –el jueves–, se conocían las intenciones de la Fiscalía General del Estado de proceder a una renovación a fondo de 35 puestos clave en el ministerio fiscal. Cambios que han sido leídos por el sector progresista de la magistratura como una “purga”. Especial incidencia de unas declaraciones del fiscal jefe de Murcia, Manuel López
Bernal –también relevado–, denunciando graves presiones du- rante la investigación de las presuntas irregularidades del presidente de la región murciana,
Pedro Antonio Sánchez, del Partido Popular. Severidad con Blesa, Rato y demás encausados. Garantismo con Urdangarín. Y serias sospechas de que el Gobierno comienza a ajustarle las sisas a los fiscales anticorrupción. Un cóctel muy fuerte.
Hay tres diferencias entre el proceso Mani Pulite en Italia a principios de los años noventa y la ofensiva judicial española contra la corrupción durante la segunda década del nuevo siglo. Los italianos le pusieron un nombre a lo que les estaba ocurriendo. Mejor dicho, dos nombres: Tangentópolis y Mani Pulite. Los nombres son siempre importantes. Los nombres definen la época. En España, la política y el periodismo han sido incapaces de dar con un nombre que unifique la vertiginosa sucesión de denuncias, procesamientos, juicios y condenas referidas a la corrupción. No existe un relato unificador del terremoto español. Segunda diferencia: Mani Pulite sorprendió a Italia en un momento de relativa prosperidad económica, mientras que el proceso sin nombre español ha coincidido con el momento económico más difícil desde la posguerra. Es una sacudida distinta. En España conviven en estos momentos dos grandes corrientes: la indignación y el temor a lo desconocido. Este mes de febrero las dos corrientes han vuelto a cruzarse. Tercera gran diferencia: la magistratura italiana tiene mayor independencia que la española, gracias a la constitución de 1948, de marcado carácter antifascista y garantista.
El temor a lo desconocido sostiene al Gobierno de Mariano
Rajoy y la indignación vuelve a ser perceptible. El viernes por la noche, centenares de personas se congregaron en la Puerta del Sol de Madrid, convocadas a través de las redes sociales, para expresar su protesta por la sentencia de Palma y las maniobras gubernamentales respecto a la fiscalía. No fue una gran manifestación. Fue un síntoma. La capa freática del descontento vuelve a subir.
El Gobierno, sin embargo, se siente fuerte. Tiene a la oposición dividida, al PSOE descabezado y enfrentado a un congreso muy difícil, y la complicadísima coyuntura europea juega a su favor. La modesta estabilidad española vale hoy su peso en oro en Bruselas, París y Berlín. El contenido de la última cumbre bilateral hispano-francesa, esta semana en Málaga, no debiera pasar desapercibido a ningún observador, especialmente en Barcelona. La República francesa, que atraviesa un momento político delicado, quiere estabilidad en España.
François Hollande invitó a Rajoy a participar el próximo día 6 de marzo en la cumbre de Versailles, donde la canciller Angela
Merkel le recibirá con los brazos abiertos. Reunión de Alemania, Francia, Italia y España para intentar reorientar la Unión Euro-
VALENCIA La primera sentencia del caso Gürtel ha sido dura y se ha dictado prisión provisional
PALMA La resolución del caso Nóos emite mensaje de benevolencia hacia Iñaki Urdangarín
MADRID La sentencia de las ‘black’ es un castigo al turbo-Madrid de hace quince años
UN CÓCTEL PELIGROSO El caso Nóos y los cambios en la fiscalía encienden la suspicacia popular
LA SITUACIÓN SOCIALISTA Al PSOE se le está complicando el congreso; Pedro Sánchez sube
LA CUESTIÓN CATALANA Catalunya al rojo vivo: irrumpe el caso 3% y pronto empieza el juicio del caso Palau
pea. Se han acabado los tiempos en los que el hiperactivo Matteo
Renzi, hoy en horas bajas, vetaba a Rajoy en este tipo de encuentros (agosto del 2016, cita en Ventotene, cerca de Nápoles). Rajoy regresa a la sala de mandos de una Unión muy averiada. España padece grandes problemas, es cierto, pero el Estado español no es una filfa como parece creer el sector más excitado del independentismo catalán.
La estabilidad española reposa sobre un lecho rocoso, la indignación vuelve a ser perceptible, pero la coyuntura contiene elementos estructurales favorables al Gobierno: la división de la oposición, la debilidad del PSOE y la dinámica de Catalunya, que se redibuja cada semana. El sumario del “caso 3%” contiene una grave acusación contra Artur Mas y pronto comenzará el juicio por el caso Palau. La continua dramatización del “choque de trenes” favorece de manera inequívoca al poder central. Dos corrientes se cruzan en España: la indignación y el temor a lo desconocido en un mundo cada vez más revuelto. A medida que las cosas se complican, el Partido Alfa aumenta su cotización como garante de la estabilidad.
Un Gobierno temeroso de la oposición difícilmente habría impulsado una renovación de fiscales que pueda ser interpretada como una purga. El PP se siente seguro porque en estos momentos, con el PSOE abierto en canal y la cuestión de Catalunya al rojo vivo, es imposible un frente unido en su contra. Ello podrá comprobarse en las comisiones de investigación aprobadas en el Congreso sobre las anomalías en el Ministerio del Interior (Operación Catalunya) y el derrumbe de las cajas de ahorros. Populares y socialistas ya han pactado las reglas básicas de ese próximo combate: las dos comisiones no se solaparán en el tiempo y ninguno de los expresidentes del Gobierno –así como el presidente actual– serán llamados a declarar.
Rajoy controla la situación. Hace unas semanas, Alfredo Pérez
Rubalcaba, hombre de notable inteligencia política, intentaba animar a los suyos, valorando como muy positiva la estrategia de concertación nacional decidida por la gestora del PSOE. El Partido Socialista estaría obligando a la derecha española a efectuar grandes rectificaciones. Esta era la tesis. “Le estamos sacando las muelas al PP sin anestesia”, dijo Rubalcaba en tono animoso. Alguna cosa ha pasado este mes de febrero en casa del dentista.
El dolor de muelas ha cambiado de bando. El PSOE vuelve a estar muy preocupado. Podemos no se ha roto y la vibración del aire dice que Pedro Sánchez puede ponerle las cosas difíciles a Susana Díaz. El retorno de la indignación es combustible seguro para el candidato que las bases socialista identifican como una víctima del poder que vive “arriba”.