Macron, en marcha
Como diría el poeta pastelero, “a cal veí hi ha novetat”: tras el escándalo del Penelopegate, François Fillon es castigado en las encuestas y el joven Emmanuel Macron se perfila como el posible y más que probable salvador de Francia frente a la incertidumbre –que algunos no dudan en calificar abiertamente de caos– que supondría una victoria de la señora Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. El último, que yo sepa, en dar su confianza y su voto al joven Macron ha sido, nada más y nada menos, que el centrista François Bayrou, bearnés, alcalde de Pau, triple candidato que fue en su día a la presidencia de la República francesa. Bayrou es un tipo curioso. Ministro de Educación en el gobierno de Edouard Balladur, en el 2007 votó en blanco en la segunda vuelta de las presidenciales que ganó Sarkozy; en el 2012, se inclinó por Hollande entre la primera y la segunda vuelta de las presidenciales, y ahora –el pasado miércoles– apuesta por el joven Macron… después de haber intentado llegar a un acuerdo con el republicano Alain Juppé, alcalde de Burdeos, derrotado por Fillon en las primarias de la derecha.
No es que a Bayrou le caiga demasiado bien el joven Macron, el pasado mes de septiembre le calificaba de “ectoplasma”, “fenómeno mediático llamado a deshincharse”, para rematarlo con un contundente “candidato de la banca Goldman Sachs”. Toma castaña. No, no es que Bayrou le tenga demasiada simpatía al joven Macron –que trabajó en la banca Rothschild antes de ejercer como ministro de Economía de François Hollande–, pero, ante la posibilidad de que la señora Le Pen se haga con el poder…
El joven Macron será lo que quiera el alcalde de Pau, pero no es tonto. El joven Macron sabe que Bayrou carece de gente y de dineros para presentarse por cuarta vez a candidato de la presidencia de la república, y acepta la alianza que Bayrou le propone: Bayrou salva su dignidad y el joven Macron se hace con el 4%o 5% de los posibles (?) votos de Bayrou.
Pero Bayrou no es el único que se acerca al joven Macron. Desde que la candidatura de Fillon cojea a causa de los dineros descaradamente embolsados por su esposa Penelope, son muchos los que se arriman al joven Macron. Un Macron que, zombi o no, mantiene una ambigüedad que, por el momento, funciona. Macron no es de derechas ni de izquierdas, es “de derechas y de izquierdas”, abierto “a todos”, a todos los que comulgan con sus ideas “progresistas”. Así pues, no es de extrañar que tipos como Bernard Kouchner, el famoso ex “French doctor”, de Médigrupo cos sin fronteras, ministro con Mitterrand y con Sarkozy, le dé su apoyo. “Si hay alguien que pueda hacer renacer la esperanza, es él”, dice el taimado Kouchner. O el no menos astuto Alain Minc, consejero del CAC 40, quien hace pocos días se despachaba afirmando que el joven Macron es “el único candidato auténticamente europeo”, y que “si ese país cascarrabias que es Francia elige a un rey de 39 años (Macron), la imagen de nuestro país cambiaría en un santiamén” (y pensar que, un mes antes, ese mismo Alain Minc apostaba por el septuagenario Juppé…)
Así las cosas y a dos meses de las presidenciales francesas, todo inclina a pensar que el joven Macron podría vencer a Fillon en la primera vuelta de las elecciones y enfrentarse a la señora Le Pen en la segunda y definitiva con bastantes probabilidades –crucemos los dedos– de ser elegido presidente de la República francesa.
El joven Macron presidente. Un hombre que supedita la política a la economía. Hijo de una familia de médicos, agnósticos, y que a los 12 años se fue, solo, a una iglesia para que le bautizasen. Un chico que a los 16 años sueña con ser escritor y se lía con Brigitte, su profesora de francés y hoy su esposa. Un joven político que se inventa un movimiento, un de amigos para llevarle al poder, y que bautiza con el nombre de En marche!, cuando él no marcha, sino que patina: una zancada a la derecha y otra a la izquierda. Un joven al que su abuela le da a leer a Gide y Camus, y que él descubre, por su cuenta, a los surrealistas. Un joven que a los 21 años trabaja y conversa con el filósofo Paul Ricoeur (octogenario), el cual le dice: “Cuando estoy contigo, me da la sensación de estar con un contemporáneo”.
El joven Macron, que todavía hoy no cree en la cultura francesa. “No hay cultura francesa; hay culturas en Francia”, dijo el joven Macron hace unas semanas en Lyon. Lo que saca de sus casillas al filósofo Michel Onfray. “Francia es lo que es, tiene su historia. Negarlo es apabullante, y más de parte de alguien que pretende presidir su destino”, clama el filósofo mediático. ¡Brrr! ¿Es concebible un Macron en Catalunya, en la Catalunya del proceso?
PS. El joven Macron no sólo es de los que piensan que no existe una cultura francesa, sino que, hace poco, se atrevió a afirmar que la colonización (francesa) fue “un crimen contra la humanidad”. Lo que irritó a más de un pied noir, como el alcalde de Perpiñán. Por cierto, ¿saben de dónde viene el término pieds noirs? Pues, curiosamente, no viene de Argelia, sino de Marruecos, concretamente de Casablanca. En 1952, un grupo de mozos, de familias francesas de origen, amantes del western y poco amigos de los musulmanes, se autobautizaron así, como cinéfilos miembros de una tribu salvaje. De allí, el nombre pasó a Argelia, pero no fue reconocido y orgullosamente aceptado hasta 1962, cuando los pies negros en masa llegan al puerto de Marsella.
Es “de derechas y de izquierdas”, abierto “a todos”, a todos los que comulgan con sus ideas “progresistas”