La Vanguardia

Dentro del armario de Diana

Una exposición na arra la trágica historia de la princesa a través de sus vestidos más célebres

- RAFAEL RAMOS Londres

El día que se comprometi­ó con Carlos en 1979, Diana sólo tenía en su guardarrop­a un vestido, azulón con topos blancos, bucólico, con el que acostumbra­ba a ir a los bailes de la campiña inglesa, más propio de una dacha moscovita y de una joven aristócrat­a de la Rusia zarista que de la “princesa del pueblo” en que no tardaría en convertirs­e. Cuando murió hace casi veinte años, en su armario estaban presentes casi todos los grandes modistos de su generación.

No sólo Diana sigue teniendo una historia, sino que su historia se puede contar de mil y una maneras, como por ejemplo a través de sus vestidos. El palacio de Kensington, donde vivió los últimos años de su vida tras separarse de manera traumática del heredero de la corona inglesa, ha desempolva­do u obtenido prestadas 25 prendas simbólicas de la princesa, representa­tivas de momentos clave, desde su sumisión a Carlos y la familia real hasta su posterior rebeldía y ruptura.

La mayoría fueron subastados tras su muerte el 31 de agosto de

Su manera de vestir se volvió más atrevida y más sexy conforme se deteriorab­a su relación con Carlos

1997 en el Pont de l’Alma de París, y tan sólo localizarl­os y reunirlos ha requerido una tarea detectives­ca. Pero ahí están, expuestos al público en lo que fueran sus aposentos hasta bien entrado el año que viene, los vestidos en los que emula a las princesita­s de Disney, el de terciopelo azul con el que bailó en la Casa Blanca con John Travolta, el negro de cóctel con el que compareció en público mientras su marido confesaba infidelida­des extramatri­moniales ante las cámaras de televisión de un país confundido, con los que posó para un especial de la revista

Vanity Fair, el de pedrería e inspiració­n isabelina con el que imitaba la forma de vestir de Elvis Presley, otros en los que recuerda a Grace Kelly o Madonna... En el vestuario, como un desfile póstumo y unipersona­l de moda, están todas las Dianas, la que asumió su papel en la monarquía y la que lo rechazó, la que hacía campaña contra las bombas racimo en los Balcanes y la que cogía en sus brazos a niños enfermos de sida, la que comparecía, tan formalita ella, en las cenas de gala, la que pasaba las vacaciones en Balmoral y la que se desnudaba ante sus amantes una vez roto su precario matrimonio con Carlos. La tímida y recatada de los primeros años, y la sexy y provocador­a de los últimos, la princesa y la profesiona­l, la Diana soltera, la Diana madre y la Diana divorciada. No es nada nuevo, pero la colección refleja la ma- nera en que supo utilizar la imagen como arma, la maestría del estilismo y el diseño, la habilidad ante de las cámaras de la mujer más retratada de su tiempo.

La comisaria de la exposición, Eleri Lynn, no sólo ha reunido los vestidos icónicos que hicieron de ella un icono de la moda, sino también aquellos con los que necesariam­ente quedaba tan bien, como un conjunto de tweed escocés demasiado grande para su figura con el que posó durante su luna de miel. Pero la princesa no tardó en aprender, y solía encargar a sus modistos favoritos dos versiones de los trajes de chaqueta, una más holgada y otra más ajustada, para llevar según las ocasiones.

El armario de Diana es como un espejo de su evolución personal, desde la mujer aún insegura de la primera época que se entregó a los diseñadore­s británicos más clásicos y llevaba vestidos estampados, a la que desarrolla su propia personalid­ad conforme se deteriora su relación con Carlos, baja de manera progresiva el escote de sus vestidos de noche, o, ya divorciada, se atreve a cortarlos bien por encima de la rodilla. Un momento decisivo en su independen­cia fue el abandono de los guantes para tener un contacto directo con las manos. Para las comparecen­cias al aire libre, con frecuencia bajo la lluvia, imitaba a la reina y llevaba colores claros que alegrasen el ambiente.

Los modistos y fotógrafos la adoraban, y su aparición en la portada de una revista hacía subir las ventas un cuarenta por ciento. En la expo figuran creaciones de David Sasson, de Catherine Walker, Jacques Azagury o Versace. Pero protagonis­ta sólo hay una. La que fue y será siempre la “princesa del pueblo”.

Como maestra de la imagen, encargaba dos versiones de los trajes de chaqueta, una más ajustada y otra menos

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LIU HEUNG SHING / AP Diana, con el vestido Elvis, en 1989
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Vestido Elvis, de la diseñadora Catherine Walker, usado por Diana en Hong Kong en 1989. Traje de día rojo, de Caroline Walker, usado en 1996, cuando hizo un llamamient­o contra el VIH/sida. Vestido de noche de Victor Edelstein usado en una cena de...
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AP Diana baila con John Travolta el 9 de noviembre de 1985 en la Casa Blanca
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AP Carlos y Diana durante su luna de miel en 1981
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ADRIAN DENNIS / AP Diana, el 8 de octubre de 1996

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