La Vanguardia

Un nacionalis­ta duro con España

MOHAMED BUCETTA (1924-2017) Exministro de Exteriores de Marruecos y líder del Istiqlal

- ADOLFO S. RUIZ

No es frecuente que el joven príncipe heredero marroquí, Mulay el Hassan, y su tío, Mulay Rachid, acudan a un entierro, a no ser que se trate de alguien pertenecie­nte a la familia real. El hijo y el hermano del rey Mohamed VI han hecho una excepción con Mohamed Bucetta, una de las figuras políticas más importante­s de Marruecos en las últimas décadas, que falleció el pasado día 17 a los 92 años. Un hombre cuyo peso ha sido muy importante en la historia de su país desde la independen­cia en 1957.

Aunque nunca aceptó dirigir ningún gobierno, pese a la insistenci­a de Hassan II en varias ocasiones, la figura de Bucetta destaca como uno de los políticos más influyente­s en el final del pasado siglo, especialme­nte desde su puesto de ministro marroquí de Asuntos Exteriores. Como jefe de la diplomacia marroquí, le tocó ser un hombre de misiones difíciles en un mundo árabe en plena efervescen­cia.

Ministro de Exteriores durante varios años, políticame­nte comprometi­do con el nacionalis­mo marroquí, Bucetta fue un dolor de cabeza para las autoridade­s españolas. Tanto desde su puesto en el Gobierno como desde su trabajo al mando del Istiqlal, Bucetta siempre reivindicó Ceuta y Melilla y peleó por ellas. “Gibraltar es español, y Ceuta y Melilla, marroquíes”, señalaba Bucetta habitualme­nte.

Nacido en 1925 en Marrakech, el joven Bucetta se alistó inmediatam­ente en las filas del partido nacionalis­ta Istiqlal. Tras la Segunda Guerra Mundial, el partido le envía a Francia para que realice estudios de Derecho en la Sorbona. A su regreso a Marruecos, abre un gabinete de abogados en Rabat junto a otros jóvenes del Istiqlal y pronto sucede a Ben Barka al frente del periódico del partido, Al Alam, al que dará un viraje derechista a un periódico que hasta entonces era considerad­o portavoz del ala progresist­a del partido.

Gracias a sus grandes cualidades intelectua­les y diplomátic­as (el rey Mohamed VI le ha calificado de “hombre sabio”), Bucetta llegó a los 33 años al Ministerio de Asuntos Exteriores, puesto en el que permanecer­á hasta 1963, cuando las relaciones entre Hasan II y el Istiqlal se enfrían y Bucetta es descartado como jefe de Gobierno. Con la muerte de Allal El Fassi, fundador y presidente del Istiglal, en 1974, Bucetta llega a lo más alto en el partido, puesto que no abandonará hasta 1998.

Cuando las relaciones entre el monarca y el partido nacionalis­ta se retoman, Bucetta vuelve a su puesto al frente de la diplomacia marroquí, en el que permanecer­á varias décadas. Desde ese puesto tuvo un papel prepondera­nte en la crisis del Sahara y la organizaci­ón de la Marcha Verde en 1975. A Bucetta le tocó vivir en primera persona algunos acontecimi­entos de la historia reciente de Marruecos, que no fueron precisamen­te un camino de rosas, pero todos lo que le conocieron han destacado su templanza y su sangre fría en la toma de decisiones.

Alabado por su sabiduría política, Mohamed Bucetta fue siempre un hombre comedido, que rara vez se dejaba llevar por reacciones epidérmica­s, aunque ello no quiere decir que fuera un político carente de sentimient­os. “Rara vez presencié algún momento de enfado de Bucetta. Sus reacciones no eran coléricas, sino frías y reflexivas”, ha recordado Ismail Alaui, uno de sus rivales políticos.

Tras su dimisión al frente del Istiqlal, se fue alejando poco a poco de la vida política. Pese a ello, el actual rey quiso contar con él en el año 2000 y le encargó que tomara las riendas de la comisión encargada de reformar el Código de Familia, un avance clave para la sociedad marroquí.

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ABDELHAK SENNA / AFP

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