Cine para el espíritu
Esta noche en Hollywood compite por el Oscar a la mejor fotografía el mexicano Rodrigo Prieto con Silencio ,la película de Martin Scorsese sobre jesuitas portugueses en el Japón del siglo XVII. Es la única candidatura de Silencio, y en verdad la pugna con los otros cuatro filmes aspirantes a la estatuilla en esa categoría –entre ellos el aclamado musical La La Land– se presenta difícil. Pero atención: otra película sobre jesuitas de impecable factura, La misión (1986), dirigida por Roland Joffé, se llevó en su día el Oscar a la mejor fotografía. Quizá sea el sino de este tipo de filmes.
La cinta de Joffé con Robert de Niro y Jeremy Irons, sobre jesuitas españoles y guaraníes evangelizados en la Sudamérica colonial del siglo XVIII, suele ser citada cuando se pregunta a espectadores creyentes y no creyentes sobre películas de temática religiosa que les han impactado. Otra que acostumbra a mencionarse es La pasión de Cristo (2004), de Mel Gibson, un gran éxito de taquilla cuyas dosis de violencia generaron debate. Más recientemente, El árbol de la vida (2011), de Terrence Malick, sobre la muerte de un hijo en una familia estadounidense de los años cincuenta, engarzada en el origen del universo y de la vida, cautivó a muchos cristianos por su reflexión filosófica y teológica.
El vínculo entre cine y religión existe desde los inicios del séptimo arte. Hemos visto películas bíblicas, cine de romanos con nexo cristiano –¿qué sería una Semana Santa televisiva sin Ben-Hur?–, y vidas de santos y personalidades de fe, pero también historias de gente normal con valores religiosos, como las rodadas por John Ford o Frank Capra. En general, los cristianos cinéfilos aprecian ver espiritualidad en filmes de cualquier argumento.
Cavilaba al respecto tras cubrir informativamente la última Berlinale, el festival de cine de Berlín, celebrado del 9 al 19 de febrero. La ganadora del Oso de Oro a la mejor película, Teströl és lélekröl (En cuerpo y alma), de la directora húngara Ildikó Enyedi, se llevó también el Premio Ecuménico, que concede en el marco de la Berlinale un jurado independiente nombrado por Signis e Interfilm. (Signis agrupa a nivel mundial a asociaciones y medios de comunicación católicos, e Interfilm es la organización internacional protestante dedicada al cine.) La cinta premiada relata la rara y tierna historia de amor de dos empleados de un matadero de Budapest, y el jurado ecuménico valoró que “nos muestra que, a pesar de nuestras limitaciones naturales, es posible comunicarnos con nuestros semejantes”.
Como en la vida real, también en el cine salta a veces la chispa trascendente, más allá de lo obvio. “Hay filmes de contenido claramente religioso, pero hay también un lado espiritual en películas comerciales que, de entrada, parecen no tenerlo; hay que saber verlo”, me decía Claudia Di Giovanni, directora de la Filmoteca Vaticana, hace un tiempo en una entrevista en Barcelona (11/XII/2011). Que la Iglesia católica mira con interés el cine como instrumento evangelizador y catequético es palmario. Defiende esa vía con tesón el sacerdote Peio Sánchez, director de la Semana de Cine Espiritual, una iniciativa surgida en Barcelona ahora presente en otras diócesis.
El papa Francisco incluso echa mano de una película, El festín de Babette, en la exhortación apostólica postsinodal del 2016 Amoris laetitia sobre el amor en la familia. En este filme danés de Gabriel Axel, ambientado a fines del siglo XIX, una cocinera francesa llegada a una aldea de Jutlandia entra a trabajar en casa de las ancianas hijas de un pastor muy severo ya fallecido. Cuando años más tarde gana un premio en la lotería, en vez de volver a París decide gastarlo en un banquete exquisito.
“Las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, en un anticipo del cielo”, escribe el Papa en Amoris laetitia. Y evoca la escena final del filme, “donde la generosa cocinera recibe un abrazo agradecido y un elogio: ‘¡Cómo deleitarás a los ángeles!’. Es dulce y reconfortante la alegría de provocar deleite en los demás, de verlos disfrutar. Ese gozo, efecto del amor fraterno, no es el de la vanidad de quien se mira a sí mismo, sino el del amante que se complace en el bien del ser amado, que se derrama en el otro y se vuelve fecundo en él”. Hasta donde llega mi conocimiento, El festín de Babette es la única película mencionada en un documento papal. (Si a algún especialista le constan otras, agradeceré recibir esos datos.)
El festín de Babette fue Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1988. Esta noche deseamos fortuna en los Oscars a Silencio de Scorsese, y recordamos las vueltas que da la vida. Ese mismo año 1988, su película La última tentación de Cristo causó controversia hasta el punto de mover a los cristianos estadounidenses al boicot, y ahora el cineasta es recibido con afecto en Roma por Francisco.
Siempre ha habido películas de temática religiosa, y bienvenidas sean, pero los cristianos cinéfilos aprecian ver espiritualidad en filmes de otros argumentos