Gala de los Oscars: la gran chapuza americana
La confusión sobre el filme ganador eclipsa los alegatos anti-Trump y el glamur de la fiesta
Mahershala Ali es el primer musulmán que gana un premio de la Academia Además de Ali, Viola Davis se lleva la estatuilla de mejor actriz de reparto
El cineasta barcelonés Juanjo Giménez se marchó de vacío. Su Timecode no obtuvo la estatua. Pero que le quiten lo bailado. Él es uno de los que dirán “yo estuve allí” en la noche más histórica de los Oscars. “Yo me espero aquí. A ver si se han equivocado también en los cortos”, tuiteó Giménez ayer por la mañana desde Los Ángeles, al poco de concluir la ceremonia.
El marcado tono de la gala contra el presidente Trump –por sus políticas de inmigración, contra los hispanos, los musulmanes y las minorías, contra la libertad de prensa o su capacidad de dividir aún más a los estadounidenses– quedó relegado por el enorme gazapo. Dieron por vencedor a La La
Land, un musical colorista que no deja de ser un cuento de amor de línea blanda. Una coronación efímera. Había ganado, sin embargo, Moonlight, una película con un elenco íntegramente negro, que relata las tribulaciones de un afroamericano gay.
A esto se ha de sumar que a Mahershala Ali lo distinguieron como mejor actor secundario, el primer musulmán en recibir este trofeo. El cuadro que surge en la tierra (land) del trumpismo resulta opuesto al nacionalismo blanco del actual Gobierno.
La edición del 2016 causó sonrojo porque no había ningún afroamericano. Esta vez, a Ali se añade Viola Davis, que atesoró el de actriz de reparto por su papel en Fences. Davis es la primera intérprete negra que acumula Oscars, Emmy (televisión) y Tony, precisamente por esta misma obra de origen teatral.
La La Land consiguió seis premios, de 14 nominaciones, entre ellos el de mejor director, Damien Chazelle, que a sus 32 años entra en la lista como el realizador galardonado más joven. Si este filme es el establishment, Moonlight, por el que Barry Jenkins y Tarell Alvin McCraney recogieron el de mejor guión adaptado, es el antiestablishment.
¿Quién dijo que este show de tres horas resultaba predecible? Sus minutos finales tocaron la locura sin parangón alguno. Por
tópico que parezca, hay un antes y un después. “El percance emerge como un bienvenido toque de espontaneidad”, señaló Richard Brody en The New Yorker. Cuando se imponía el bostezo, todo transcurría siguiendo a rajatabla los pronósticos, como si los hackers rusos hubiesen filtrado de antemano los resultados, de pronto se produjo un subidón de adrenalina capaz de despertar a un sonámbulo.
Por si alguien tenía dudas sobre el significado del término “hechos alternativos” al uso entre los actuales gestores de la Casa Blanca, sólo ha de ver esos minutos para entenderlo.
Warren Beatty y Faye Dunaway, dos leyendas vivas de Hollywood, anunciaron que La La
Land, según lo previsto, se llevaba el galardón a mejor filme. A los dos minutos de que Dunaway diera el título –Beatty se había petrificado, como si súbitamente sufriera un achaque de la edad–, ya en pleno desenfreno de alegría de los elegidos para la gloria y en el tercer discurso de agradecimiento (Fred Berger), en ese instante, otro de los productores –Jordan Horowitz, el primero que había festejado– interrumpió a su socio: “Lo siento, hay un error, Moonlight, vosotros habéis ganado como mejor película. Esto no es una broma”.
La incredulidad inicial dejó paso al estupor. “Ni siquiera en mis sueños esto podía ser verdad, pero ¡al infierno con los sueños!”, proclamó Barry Jenkins, director de Moonlight.
En el escenario se impuso el desconcierto. Beatty aclaró que su mudez repentina se debió a que, al abrir el sobre, leyó “Emma Stone, La La Land”, que justo acababa de recibir el trofeo a mejor actriz (Casey Affleck se llevó el equivalente masculino por Manchester by the sea). En cambio, Dunaway se hizo con la cartulina y se tiró a la piscina.
Borrón y cuenta nueva. Hubo un fundido en negro que dejó en segundo plano el comunicado enviado por el iraní Asghar Farhadi, ganador por la mejor película extranjera (El viajante), que exculpó su ausencia por la “inhumana ley” que intenta prohibir la entrada a EE.UU. de musulmanes. En una de las presentaciones también se oyó a Gael García Bernal: “Como mexicano, latino, trabajador inmigrante y ser humano, me opongo a cualquier forma de muro que quiera separarnos”. Otros abogaron por combatir la violencia policial hacia los negros.
Jimmy Kimmel, el presentador que lanzó dardos en la diana de Trump toda la noche, no sabía dónde meterse. Prometió: “No pienso volver”.
Este tremendo patinazo no fue el único. Al homenajear a los difuntos, a la desaparecida Janet Patterson, diseñadora de vestuario, le pusieron la foto de la productora Jan Chapman. “Estoy viva”, replicó Chapman.
Así es el cine, el arte de hacer creer en lo imposible.
Warren Beatty y Faye Dunaway recibieron un sobre que no era el del filme ganador El director iraní Asghar Farhadi no acude a la gala en respuesta a Trump