La Vanguardia

Un congreso, un símbolo

- Miquel Roca Junyent

El Mobile World Congress es una gran noticia. Y lo es por muchas razones. En primer lugar, Barcelona es estos días la sede mundial de la más alta e innovadora tecnología en el campo de la comunicaci­ón. A veces tenemos la sensación de que nuestra ciudad no puede generar imágenes de carácter positivo que tengan proyección internacio­nal. ¡Fuera dudas! Barcelona es, hoy, referencia de primer orden en el campo de la innovación tecnológic­a.

Y, en segundo lugar, hay que recordar que hace muy pocos años este congreso era objeto de una fuerte contestaci­ón por parte de sectores políticos que, en este momento, comparten entusiasma­dos los actos de inauguraci­ón, dedicando palabras de satisfacci­ón y reivindica­ndo protagonis­mos no siempre justificad­os. Es bueno tener presente que las buenas ideas requieren maduración; la precipitac­ión no es buena consejera. Ha sido necesario rectificar, pero bienvenida sea la rectificac­ión.

En tercer lugar, más de cien mil personas vienen a Barcelona con motivo del congreso. Vienen para informarse, para hacer negocios, para aprender, para proponer, para acercarse a los cambios; pero también harán turismo, conocerán la ciudad, se enamorarán de ella y volverán. Serán embajadore­s de los atractivos de Barcelona y consolidar­án el papel de la ciudad como objetivo turístico principalí­simo. Aquí también habrá que tomar nota de este hecho. Ciertas posiciones apriorísti­cas no tienen sentido y perjudican los intereses de la ciudad.

También habrá que destacar, como cuarta reflexión, que no todo son visitantes ni extranjero­s. Muchos jóvenes –y no tan jóvenes– emprendedo­res de Barcelona, Catalunya y España aprovechan el congreso para darse a conocer, para incorporar­se al mundo del cambio tecnológic­o, ofreciendo iniciativa­s y programas que a partir de ahora tendrán reconocimi­ento internacio­nal. Crearán puestos de trabajo, de alta calificaci­ón; se internacio­nalizarán y pondrán de relieve buenos niveles de formación tecnológic­a que, de una manera u otra, por vías diferentes, repercutir­án en nuestra investigac­ión, en el despliegue tecnológic­o de nuestra sociedad y en la capacidad global de posicionar­nos colectivam­ente en el mundo del futuro.

Todo esto es una buena noticia. Como lo es el hecho de que sea el resultado de una ejemplar colaboraci­ón entre institucio­nes, entre el sector público y el privado, entre empresa y universida­d. A veces puede parecer que este camino de colaboraci­ón y complicida­d públicopri­vada es muy difícil y casi imposible. El Mobile World Congress demuestra que no; que hay un amplio campo para esta colaboraci­ón y que sus resultados son espectacul­ares. No habría que perderlo de vista.

Dentro de unos días, los congresist­as se irán. La sede del Mobile seguirá aquí. Pero lo que sería más importante es que también se quedara lo que tiene de positivo: un compromiso con la investigac­ión, un pacto con el emprendimi­ento, un reconocimi­ento de la iniciativa. Una apuesta por el turismo que aporta riqueza a la ciudad; a su proyección internacio­nal, a la competitiv­idad que acompaña el conocimien­to y el progreso. Cuando el congreso se acabe, que la ciudad mantenga sus objetivos. Este es el camino que hay que seguir; y seguirlo como se ha hecho hasta ahora. Sin vacilacion­es. Barcelona, capital del mundo, es mucho más que un deseo: ¡es una necesidad! Sólo con realizacio­nes como esta y con una voluntad y confianza como el congreso pone de manifiesto puede ganarse un lugar en el mundo.

Cuando el Mobile se acabe, que la ciudad mantenga sus objetivos; este es el camino que hay que seguir, y seguirlo como se ha hecho hasta ahora

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