Un congreso, un símbolo
El Mobile World Congress es una gran noticia. Y lo es por muchas razones. En primer lugar, Barcelona es estos días la sede mundial de la más alta e innovadora tecnología en el campo de la comunicación. A veces tenemos la sensación de que nuestra ciudad no puede generar imágenes de carácter positivo que tengan proyección internacional. ¡Fuera dudas! Barcelona es, hoy, referencia de primer orden en el campo de la innovación tecnológica.
Y, en segundo lugar, hay que recordar que hace muy pocos años este congreso era objeto de una fuerte contestación por parte de sectores políticos que, en este momento, comparten entusiasmados los actos de inauguración, dedicando palabras de satisfacción y reivindicando protagonismos no siempre justificados. Es bueno tener presente que las buenas ideas requieren maduración; la precipitación no es buena consejera. Ha sido necesario rectificar, pero bienvenida sea la rectificación.
En tercer lugar, más de cien mil personas vienen a Barcelona con motivo del congreso. Vienen para informarse, para hacer negocios, para aprender, para proponer, para acercarse a los cambios; pero también harán turismo, conocerán la ciudad, se enamorarán de ella y volverán. Serán embajadores de los atractivos de Barcelona y consolidarán el papel de la ciudad como objetivo turístico principalísimo. Aquí también habrá que tomar nota de este hecho. Ciertas posiciones apriorísticas no tienen sentido y perjudican los intereses de la ciudad.
También habrá que destacar, como cuarta reflexión, que no todo son visitantes ni extranjeros. Muchos jóvenes –y no tan jóvenes– emprendedores de Barcelona, Catalunya y España aprovechan el congreso para darse a conocer, para incorporarse al mundo del cambio tecnológico, ofreciendo iniciativas y programas que a partir de ahora tendrán reconocimiento internacional. Crearán puestos de trabajo, de alta calificación; se internacionalizarán y pondrán de relieve buenos niveles de formación tecnológica que, de una manera u otra, por vías diferentes, repercutirán en nuestra investigación, en el despliegue tecnológico de nuestra sociedad y en la capacidad global de posicionarnos colectivamente en el mundo del futuro.
Todo esto es una buena noticia. Como lo es el hecho de que sea el resultado de una ejemplar colaboración entre instituciones, entre el sector público y el privado, entre empresa y universidad. A veces puede parecer que este camino de colaboración y complicidad públicoprivada es muy difícil y casi imposible. El Mobile World Congress demuestra que no; que hay un amplio campo para esta colaboración y que sus resultados son espectaculares. No habría que perderlo de vista.
Dentro de unos días, los congresistas se irán. La sede del Mobile seguirá aquí. Pero lo que sería más importante es que también se quedara lo que tiene de positivo: un compromiso con la investigación, un pacto con el emprendimiento, un reconocimiento de la iniciativa. Una apuesta por el turismo que aporta riqueza a la ciudad; a su proyección internacional, a la competitividad que acompaña el conocimiento y el progreso. Cuando el congreso se acabe, que la ciudad mantenga sus objetivos. Este es el camino que hay que seguir; y seguirlo como se ha hecho hasta ahora. Sin vacilaciones. Barcelona, capital del mundo, es mucho más que un deseo: ¡es una necesidad! Sólo con realizaciones como esta y con una voluntad y confianza como el congreso pone de manifiesto puede ganarse un lugar en el mundo.
Cuando el Mobile se acabe, que la ciudad mantenga sus objetivos; este es el camino que hay que seguir, y seguirlo como se ha hecho hasta ahora