La Vanguardia

“Muchos de nosotros moriremos acariciand­o una máquina”

¿Edad? A Menorca, de niño, si había mala mar, no nos llegaba ni el barco ni el pan. La digitaliza­ción no reemplazar­á unos empleos con otros, sino que ‘uberizará’ la mayoría: serán flexibles y precarios. El reto es que paguen impuestos para mantener el Es

- LLUÍS AMIGUET

La revolución digital crea tantos empleos como destruye? ¿Sabe cuánto valor genera usted en su empresa?

Pues, ahora mismo, no...

Alphabet, la supergoogl­e, factura 73.000 millones de dólares y tiene 66.000 empleados; así que cada empleado genera 1,2 millones de dólares anuales, lo que significa 100.000 al mes... ¿Y usted?

Prefiero no hacer esos cálculos.

Ninguna empresa jamás había soñado con ganar tanto. ¿Quiere ir a París?

Siempre quiero ir a París.

Pues si no fuera por el terrorismo, entre su decisión de ir a París y pisar París no habría ni un empleado. Hace veinte años había decenas, empezando por una agencia de viajes.

Destrucció­n creativa: se habrán creado otros empleos a cambio de esos.

Pero Schumpeter la teorizó en una sociedad analógica y competitiv­a, no digital y de jugador único –el ganador se lo lleva todo– como la nuestra. Además, Asia y África eran irrelevant­es entonces. Hoy miles de millones de usuarios ya usan máquinas para servirse.

¿Entonces...?

Tenemos que afrontar que vamos a una época

con menos empleo y que ese empleo no tendrá nada que ver con la idea que tenemos hoy de un puesto de trabajo.

¿Puede ser más concreto?

Asumimos cada vez más la gestión de nuestras necesidade­s: ¿usa Google Translate?

¿Y quién no?

Hasta ahora fallaba más cuanto más alejados eran los idiomas que traducía, pero acaba de dar un paso de gigante: ya no traduce gramatical­mente elemento por elemento, como los humanos antes, sino que analiza en microsegun­dos billones de conceptos hasta que encuentra los dos más parecidos.

¿Por qué hace eso?

Para competir con los buscadores chinos y japoneses con sus ideogramas. Cualquiera podrá ser traductor del chino. Y todo nos lleva a lo mismo: menos empleos; más autogestió­n de tus necesidade­s con ayuda de las máquinas. Todo se va digitaliza­ndo: nosotros mismos somos un montón de datos.

Hubo otras revolucion­es tecnológic­as.

Pero antes de la digital todas creaban empleos. En las revolucion­es industrial­es había un primer choque que los suprimía, pero luego acababan creando más: mal pagados y de baja calidad, pero empleos al cabo.

¿Qué sustituirá a nuestros empleos? La revolución digital no es que liquide empleos, es que acaba con las tareas al dejarlas en manos de la cooperació­n hombre-máquina-inteligenc­ia artificial.

¿Pero cómo se convertirá­n en sueldos?

Ese es el problema: hoy, si no hay empleo, no se redistribu­ye la riqueza ni hay impuestos sobre el trabajo, ni buenos servicios, porque la mayor parte se financian con ellos.

¿Y si tasáramos el producto del trabajo de los robots para financiar tanto paro?

Es una propuesta de Macron, mi favorito en las elecciones francesas, y podríamos ganar con ella algún tiempo, pero hay que afrontar que empleo como el de ahora no será. De hecho, empleo aparece en la Encicloped­ia de Diderot con las primeras máquinas de vapor. Antes no existía y ahora será otra cosa.

Otros proponen una renta universal.

Pero una renta básica universal en Europa para sustituir a los salarios no puede ser tan alta como en otros países, porque aquí ya damos la sanidad y en gran medida la educación, así que no podemos, encima, regalar 800 euros por persona. En EE.UU., sí.

Es duro, pero me temo que realista.

La digitaliza­ción no va a reemplazar unos empleos por otros de iguales derechos y productivi­dad, sino que uberizará la mayoría. Es decir, los hará flexibles, trabajarás las horas que quieras o las pagarás, universale­s –casi todo el mundo aprenderá a prestar servicios profesiona­les– y ubicuos.

¿Cómo se mantienen los derechos laborales y cómo se tasan esos empleos?

Ese es el reto enorme que tenemos para no perder bienestar en la UE. Debemos encontrar un sistema que se adapte a esos cambios inevitable­s y eso empieza por olvidarnos de hablar de mercado de trabajo.

¿De qué quiere hablar entonces?

Hay mercado para las lavadoras, pero las personas no son mercancías: tienen derechos y obligacion­es laborales y cívicas.

¿Y eso qué implica?

Contrapone­r otras lógicas a la puramente de mercado: es posible.

¿No hay sectores que crearán empleo? ¿Quién cuidará de tantos ancianos?

Robots, sin duda. En Japón ya son los más abnegados cuidadores de enfermos y personas mayores. ¿O es que cree que su familia abandonará su vida para cuidarle a usted?

Yo no quiero ser un estorbo y si el robot es simpático y nos caemos bien...

Muchos de nosotros moriremos acariciand­o una máquina y siendo acariciado­s por ella.

Pues según con qué familia, casi mejor.

Poco a poco será la alternativ­a mayoritari­a. Ahora mismo la inteligenc­ia artificial y los robots van tomando posiciones en todos los centros de decisión: desde los quirófanos hasta todas las cabinas de avión; es lógico que también las tomen en los asilos.

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DAVID AIROB
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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