Ocho de diez y contando
Luis Enrique deja un legado de títulos y una obsesión por hacer del suyo un equipo imprevisible
Las primeras palabras en público de Luis Enrique Martínez (Gijón, 8/V/1970) como entrenador del Barcelona fueron chistosas. En su presentación, el 19 de mayo de 2014, el club preparó un vídeo con acciones de su época de jugador. “Mi hija de cuatro años me pregunta por qué no marco goles. Ahora verá que alguno he marcado”, bromeó. Ocho temporadas corriendo por el césped del Camp Nou (19962004) y otras tres en el banquillo del Miniestadi (2008-2011) procuraron al asturiano una fuerte convicción blaugrana, en oposición a su pasado madridista, y un profundo conocimiento del espíritu del club y los matices de su juego. “El socio culé esta acostumbrado a ver un fútbol casi de otra galaxia y es difícil acostumbrarse a otra cosa. Afronto ese reto sabiendo claramente que los títulos es lo que manda, pero no de cualquier manera. No me valdrían títulos jugando al patadón. Eso lo sé de cuando en el 96 llegue a este club y lo acepto encantado, sólo faltaría”.
Era un hombre profundamente feliz, locuaz. Pidió que no se le comparara con su buen amigo Guardiola y se definió: “Guapo, alto, simpático, asturiano”. Confesó, casi como una obsesión, su idea de perfeccionar y evolucionar el tradicional juego de posesión del Barça hasta crear un equipo imprevisible. “Tenemos que sorprender al rival, que no sepa qué tipo de juego vamos a hacer”. “Es tan ilusionante y tan motivador que espero que sea duradero, por lo menos hasta que se me acaben las fuerzas”. Dos años y medio después, las fuerzas del entrenador han comenzado a flaquear hasta el punto de que ha comunicado el adiós cuando venza su tercera temporada. Es un lujo al alcance de técnicos elegidos dejar el Barcelona por propia voluntad, sin la carta de despido de por medio. Pero ocho títulos en diez competiciones disputadas conceden tanta credibilidad.
Dos decisiones de la primera etapa han marcado la trayectoria de Luis Enrique. La recuperación de la figura del delantero centro clásico con la incorporación de Luis Suárez, con lo que Messi dejaba de interpretar el papel de atacante fantasma que le había adjudicado Guardiola, y la pérdida de relieve de Xavi y de su estilo. Movimientos que han influido de manera determinante en el juego, más resolutivo en vanguardia pero mucho menos delicado en la elaboración. También sujeto a críticas desde esferas puristas, pero con resultados incontestables. El triplete del primer año resultó memorable, con una Liga remontada en la segunda vuelta contra un Madrid que se hundió incomprensiblemente y la Champions más cara de la historia, que requirió la eliminación de los campeones de Inglaterra, Francia, Alemania y, en la final
LA PRESENTACIÓN “Es tan emocionante que espero que sea duradero, por lo menos hasta que se me acaben las fuerzas” JOSEP GUARDIOLA “Estoy triste, perdemos al entrenador ideal. Durante sus tres años han jugado un fútbol increíble”
de Berlín, del campeón de Italia.
El Barcelona recobraba con Luis Enrique la hegemonía perdida en el año a la deriva de Gerardo Martino. Prosiguió la marcha triunfal con la Supercopa de Europa y el Mundial de clubs. En el segundo año, Liga, Copa y Supercopa de España, y la decepción por el desahucio europeo a manos del Atlético en un dura eliminatoria (aquella mano de Gabi que Rizzoli sacó fuera del área). A pesar de los éxitos Luis Enrique no volvió a mostrar en público la alegría, la simpatía y el entusiasmo del primer día. Desafiante con los medios de comunicación, obsesionado en bunkerizar el equipo, sarcástico y tajante en muchas opiniones. Es el perfil malo de un técnico que ha reconducido situaciones límite, como aquel berrinche de Messi en enero de 2015 en Anoeta. “Como seguidor del Barcelona estoy triste, perdemos al entrenador ideal. Durante sus tres años han jugado un fútbol increíble”, dijo Pep Guardiola ayer al enterarse .