El aire (moral) de un crimen
La chica desconocida Dirección: Jean-Pierre y Luc Dardenne Intérpretes: Adèle Haenel, Jérémie Renier, Christelle Cornil Producción: Francia-Bélgica, 2016. 106 m. La fille inconnue.
Tiene La chica desconocida algo de reencuentro con los Dardenne. Adalides –siempre unidos, siempre críticos– de un cine de asuntos extremos, incluso tremendistas. De tragedias situadas en los márgenes de la vieja Europa; esa Europa de los derechos humanos, la seguridad social y la división de poderes, que es la suya. Pero también cuenta el filme con un punto de novedad nada desdeñable. Exploremos primero el territorio conocido. De entrada, el paisaje donde transcurre el drama: la zona de la provincia de Lieja de donde son originarios los dos hermanos belgas. Antiguo enclave industrial sumido en la decadencia, lejos de los recorridos pintorescos de patatas fritas, mejillones y cerveza, esas glorias nacionales de la cocina de su país (sin olvidar los bombones). Un rincón húmedo y ventoso, que se sabe poco agraciado.
Tampoco sorprende la peripecia espiritual de Jenny (Adèle Haenel), la protagonista. Una joven médico –capaz como profesional, vulnerable como una niña– que se obsesiona con un error que ha cometido: no abrir la puerta de su consultorio cuando suena el timbre. Las consecuencias de ese acto aparentemente banal son tremendas: la muerte de una mujer negra de la que al parecer nadie sabe nada. El asesinato se clava en la conciencia de la doctora hasta el punto de alcanzar el grado de obsesión culpable, casi metafísica. Quiere saber más de la muerta, llevando la obsesión a producir ecos de angustia y padecimiento moral a lo Dostoyevski.
Pero también introduce en el drama, y ahí reside la gran novedad de la que hablamos, la incógnita del crimen en sí. Con una investigación, por parte de la protagonista, que va acompañada de las preguntas de cualquier peripecia policial: quién lo ha hecho y por qué.
Es el aire de thriller que tiñe este drama tanto físico como ético, y que se erige en uno de sus puntos fuertes. El otro es la misma mujer asesinada: su misterio se convierte en el reflejo de los emigrantes que llaman a la puerta de tu casa –de Europa– y no obtienen respuesta. Adèle Haene encarna a Jenny, la protagonista, con más perplejidad que arrebatada pasión. Una perplejidad que es la nuestra, como lo es su dolor.