La conexión rusa acorrala a Trump
El yerno y otros asesores también se reunieron con el embajador Kisliak
La Russian Connection está acorralando a Donald Trump. El ahora presidente de Estados Unidos había negado una veintena de veces que su equipo de campaña hubiera tenido contactos con funcionarios rusos y ahora ha trascendido que, al menos con el embajador ruso en Washington, Serguéi Kisliak, las reuniones fueron diversas y frecuentes y siempre con los hombres de máxima confianza del ahora presidente.
La connivencia entre el equipo de Trump y un gobierno hostil a Estados Unidos como el de Vladímir Putin para interferir en la campaña electoral no está demostrada ni mucho menos y quizá no se demuestre jamás, pero cada día que pasa las sospechas van aumentando con nuevas revelaciones que la Casa Blanca y hasta el propio Trump primero niegan y luego no saben cómo justificar de manera convincente. Según el presidente se ha puesto en marcha una “caza de brujas” en la que participan activamente agentes de inteligencia del equipo de Obama que “filtran información clasificada” dentro de una operación de los demócratas para justificar su derrota. Y como la mejor defensa es un buen ataque, Trump publicó en Twitter una foto del 2003 del líder demócrata Chuck Schumer junto a Putin tomándose un donut y un café. “Debemos abrir inmediatamente una investigación sobre la vinculación del senador Schumer con Rusia y Putin: Un hipócrita total”, tuiteó.
Eso fue horas después de que la Casa Blanca se viera obligada a confirmar la noticia del New Yorker: Jared Kushner, el yerno de Trump, que forma parte del reducido núcleo duro de asesores que participa en la toma de decisiones trascendentales, se reunió en diciembre con el embajador ruso en la torre Trump de Nueva York. Estuvo acompañado nada menos que por Michael Flynn, el general nombrado consejero de Seguridad Nacional y destituido a las pocas semanas precisamente por haber ocultado sus contactos con autoridades rusas. En aquel momento, Kushner no había sido nombrado todavía para el cargo de asesor especial del presidente y no tenía potestad para abordar con el embajador asuntos que competen exclusivamente al gobierno federal.
Más justificables podían ser los encuentros de un senador como Jeff Sessions, ahora fiscal general. Sin embargo, sus mentiras, o mejor dicho, su empeño en ocultar sus reuniones con el embajador ruso, plantea un conflicto por perjurio y le han desacreditado para ejercer como secretario de Justicia y responsable político del FBI. Sessions intenta resistir sin dimitir pero no ha tenido más remedio que ceder al clamor para que se inhiba de las investigaciones abiertas sobre la relación del equipo de campaña de Trump con el Kremlin por si hubo algún tipo de coordinación. Trump se ha limitado a perdonarle la vida a Sessions: “Podía haber precisado mejor su respuesta pero es un hombre honesto”. Las peticiones de dimisión continuaron ayer por parte de los demócratas. The Washington
Post y The New York Times exigieron en sus editoriales que un fiscal especial asuma la investigación.
Además de Flynn, Sessions y Kushner, ayer trascendió que otros tres colaboradores de Trump se reunieron también con el embajador más atareado del planeta. JD Gordon, Carter Page y Walid Pahres tuvieron un encuentro con el diplomático en Cleveland durante la convención republicana y ambos eran miembros del equipo de campaña de Trump como asesores de seguridad nacional. Y más madera, Donald Trump jr, el hijo mayor del presidente pagó probablemente 50.000 dólares por participar en octubre en un evento en París organizado por una entidad que promueve entre otras iniciativas el premio Nobel de la Paz para Vladímir Putin. Ninguna de estas revelaciones permite sacar conclusiones definitivas. Ha habido reuniones y se han intentado ocultar. Los hechos son sagrados y las interpretaciones, libres.
El presidente reitera la “caza de brujas” y publica una foto del líder demócrata con Putin Alimenta la sospecha sobre las reuniones con el diplomático ruso el empeño en ocultarlas