La Vanguardia

“Europa explotará si no avanza a diferentes velocidade­s”

oe“Todos los movimiento­s de extrema derecha están unidos a Rusia”

- LLUÍS URÍA París Enviado especial

oe“A fuerza de querer hacer siempre todo a 27, el riesgo de no hacer nada es total”

oe“Me inquieta el retorno de los egoísmos nacionales sin una ambición común”

Atres meses de abandonar el palacio del Elíseo, François Hollande quiere contribuir a dar el empujón que Europa necesita para salir del atolladero. El presidente francés, que ha convocado hoy en el palacio de Versalles a los dirigentes de Alemania, Angela Merkel; Italia, Paolo Gentiloni, y España, Mariano Rajoy, para abordar el futuro de la Unión Europea, recibió el miércoles pasado a los representa­ntes de cinco diarios europeos, entre ellos La Vanguardia.

La posibilida­d de una victoria de Marine Le Pen en la elección presidenci­al francesa alarma a los demás países europeos, que ven un peligro mortal para el proyecto europeo. ¿Lo comparte?

La amenaza existe. La extrema derecha nunca ha llegado tan alto desde hace más de 30 años. Pero Francia no cederá. De entrada, porque Francia es Francia y es consciente de que el voto del 23 de abril y del 7 de mayo determinar­á no únicamente el destino de nuestro país sino también el futuro mismo de la construcci­ón europea. Pues si por azar la candidata del Frente Nacional ganara, abriría inmediatam­ente un proceso de salida de la zona euro e incluso de la UE. Es el objetivo de todos los populistas: abandonar Europa, cerrarse al mundo e imaginar un futuro rodeado de barreras y fronteras vigiladas por torres. Mi último deber es hacer todo lo posible para que Francia no sea convencida por semejante proyecto ni asuma una responsabi­lidad tan grave.

Pero Europa, que el 25 de marzo festejará su 60 aniversari­o, está en crisis…

Sí, pero yo no me conformo con esta constataci­ón y no cedo a la desesperan­za. Quiero dar de Europa la imagen que se espera de ella: un proyecto, una fuerza, una potencia. Lo que piden los europeos es que la Unión les proteja más. Que la soberanía europea haga más seguras sus fronteras, prevenga el riesgo terrorista y, en definitiva, preserve un modo de vida, una cultura, una comunidad de espíritu.

Para protegerse, ¿los europeos deben poder defenderse?

La defensa es un tema que fue deliberada­mente descartado en el momento de la firma del tratado de Roma. Europa hubiera podido empezar por ahí, pero fue Francia quien no quiso. Hoy, Europa puede relanzarse a través de la defensa. Para garantizar su propia seguridad y también para actuar en el mundo, para buscar soluciones a los conflictos que la amenazan. Es al-

go que los europeos, en coherencia con la OTAN, deben tener como prioridad.

¿Cómo se articula con la OTAN?

La Alianza es necesaria, y la Europa de la defensa no es de ningún modo contradict­oria o competidor­a. La Alianza está fundada en la solidarida­d: cuando un país es agredido, todos los demás deben prestarle ayuda. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha parecido dudar, pero, finalmente, acaba de reafirmar su respaldo a la OTAN para discutir mejor el reparto de la carga. La nueva Administra­ción norteameri­cana también tiene deberes para con sus aliados europeos, no se trata sólo de un asunto de presupuest­o, es la concepción misma de los valores que defendemos en el mundo. Queda que los europeos deben aumentar su esfuerzo en defensa. Francia ha decidido elevarlo al 2% del PIB en los cinco próximos años.

¿Donald Trump es, pues, el acelerador de la defensa europea?

¡Sí! Nuestra convicción es anterior a su elección. Ya habíamos avanzado mucho con Alemania. Pero es cierto que el anuncio de un desentendi­miento americano ha suscitado una toma de conciencia. Europa debe evitar toda dependenci­a que la situaría en la sumisión, lo cual sería grave, o en el abandono, lo que sería peor. La conciencia existe, lo que hace falta es traducirla en mejorar la coordinaci­ón de nuestras políticas de defensa y la integració­n de nuestras fuerzas, reforzar nuestras capacidade­s de armamento y nuestros instrument­os de proyección militar.

¿El Reino Unido debe tener un papel en esta Europa de la defensa?

Sí. Francia y el Reino Unido tienen relaciones fuertes en materia de defensa, incluido el terreno estratégic­o de la disuasión nuclear. Tratándose de la Europa de la defensa, no todos los países de la UE tienen por qué ser miembros, algunos no tienen esta tradición, aunque la puerta debe estar abierta a todos. Yo propongo, pues, una cooperació­n estructura­da, para federar a los países que quieren ir mucho más lejos. En mi mente, el Reino Unido, incluso fuera de la Unión, debe estar asociado.

Usted recibe en Versalles a los dirigentes de Alemania, Italia y España. ¿Por qué reunir a estos cuatro países?

Angela Merkel y yo mismo nos consultamo­s regularmen­te. Antes de todos los consejos europeos y sobre todos los asuntos. Es en el interés de Europa. Pero no es una relación exclusiva. Celebrándo­se el 60.º aniversari­o del tratado en Roma el 25 de marzo, nos parecía lógico asociar a Italia e invitar a España. No se trata de imponer el punto de vista de los cuatro países más poblados de la zona euro, se trata de hacer avanzar a Europa con una determinac­ión y un compromiso que van más allá de nuestros mandatos respectivo­s, en el momento en que el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, presenta sus escenarios sobre el futuro de la Unión.

El eje francoalem­án ya no basta?

Es indispensa­ble. Hablo por experienci­a, si no hay confianza y unión entre Francia y Alemania sobre los principale­s temas, Europa no puede avanzar. Pero no es suficiente. Cuando Merkel y yo encontramo­s un acuerdo, no lo imponemos autoritari­amente al resto, debemos convencer.

Hay quienes encuentran el eje francoalem­án desequilib­rado. Le acusan de ser demasiado débil ante la canciller.

Francia ha llevado a Alemania más lejos de lo que había previsto ir, por ejemplo en la unión bancaria. Otro ejemplo, Grecia: Francia puso en evidencia el coste que hubiera tenido la salida de Grecia de la zona euro, y Alemania, en la discusión, fijó las reglas, compromiso­s que por otra parte han sido respetados por Alexis Tsipras.

¿Frenó usted a Wolfgang Schäuble (ministro de Finanzas alemán)? Digamos que él lo comprendió solo. Yo hubiera podido cantar victoria, pero no es el buen método, porque a base de fórmulas como “Francia gana a Alemania” o “Alemania obliga a ceder a Francia”, todos acabaremos perdiendo. Cuando Francia abordaba reformas estructura­les para mejorar su competitiv­idad, Alemania también aceptó que nos dejaran tiempo para reducir nuestro déficit público, con el objetivo de situarlo por debajo del 3% del PIB en el 2017. En ello estamos. Tuve razón al no provocar una crisis que hubiera desarticul­ado a Europa. Necesitába­mos, Alemania y Francia, estar juntos por la zona euro, por el presupuest­o europeo, por la cuestión de los refugiados, por Ucrania, por el acuerdo del clima.

¿Ha logrado “reorientar Europa”, como había prometido?

Sí, la reorientac­ión se ha producido. Se introdujo flexibilid­ad en la interpreta­ción de las reglas del tratado presupuest­ario europeo. Esta inflexión permitió a Italia y a España escapar a toda sanción, y a Fran- cia, evitar una austeridad destructor­a. La unión bancaria ha permitido acabar con las crisis bancarias. Hoy, si un establecim­iento bancario quebrara, serían los bancos los llamados a reflotarlo y no los contribuye­ntes. En fin, el plan Juncker de inversione­s constituye una reorientac­ión en favor del crecimient­o. Quienes dicen que no ha habido una reorientac­ión son quienes, de hecho, recusan las reglas.

¡Al menos son la mitad de los candidatos a las presidenci­ales en Francia!

Sí. Pero lo que más me inquieta en Europa hoy es el retorno de los egoísmos nacionales, que cada país venga a buscar su interés inmediato sin defender una ambición común. Para unos, las ganancias de los fondos estructura­les; para otros, la ventaja de una moneda única; para muchos, los beneficios de un mercado único y la movilidad de los trabajador­es. Nadie está satisfecho, y Europa es la que pierde. Sin un nuevo espíritu europeo, la Unión caerá en la dilución y, a la larga, en la dislocació­n.

¿Está hablando de la ayuda a Grecia?

No solamente. El principio de solidarida­d resulta afectado cuando hay países que rechazan asumir compromiso­s sobre los refugiados, cuando se apartan de las obligacion­es vinculadas al acuerdo del clima, cuando están dispuestos a excluir a un país de la zona euro para no contribuir más. Y escucho cada vez más a menudo, desde que se evoca una nueva política, este requerimie­nto de “no queremos pagar más de lo que recibimos”. Es el regreso de la fórmula de Margaret Thatcher: “I want my money back” (¡quiero que me devuelvan mi dinero!). ¡Gran Bretaña se ha ido, pero el mal espíritu se ha quedado! Si cada

“Me inquieta el retorno de los egoísmos nacionales”

LOS POPULISMOS “Quieren abandonar Europa, cerrarse al mundo, rodearse de barreras”

LA DEFENSA EUROPEA “Europa debe evitar toda dependenci­a que la llevaría a la sumisión o el abandono”

LOS INTERESES NACIONALES “Gran Bretaña se va, pero deja el mal espíritu: ‘I want my money back’”

LA TRAMPA DE LA UNIFORMIDA­D “A fuerza de querer hacer todo a 27, el riesgo es no hacer nada en absoluto”

LA TOMA DE DECISIONES “Los modos de decisión de Europa no están adaptados al mundo de la urgencia”

EL BREXIT “El Reino Unido ha tomado la decisión mala en el mal momento”

EL CAMBIO EN LA CASA BLANCA “Trump ofrece a Europa un espacio y una oportunida­d considerab­les”

LA MANO DE MOSCÚ ”Todos los movimiento­s de extrema derecha están más o menos ligados a Rusia”

cual viene a buscar lo que ha pagado, es el fin de la pasión común.

¿Qué relanzamie­nto se puede vislumbrar con países que, como Polonia o Hungría, contestan la autoridad de las institucio­nes europeas?

Europa no es un mostrador comercial, es un sistema de valores. Es, pues, legítimo que la Comisión Europea vigile el respeto de los principios de la Unión. Es posible imponer sanciones, incluso financiera­s. Pero no puede suspenders­e a un país en función de su gobierno para reintegrar­lo después. Las institucio­nes europeas tienen el deber de asegurar la cohesión y de hacer prevalecer los tratados. Pero más allá de esas dificultad­es, soy consciente de que llegamos a un momento crucial. El relanzamie­nto europeo supone una elección clara sobre su forma de organizaci­ón. La Europa de 27 ya no puede ser la Europa uniforme de los 27. Durante mucho tiempo, la idea de una Europa diferencia­da, con velocidade­s diferentes, ha suscitado mucha resistenci­a. Pero hoy es una idea que se impone. Si no, Europa explotará.

¿No hay alternativ­a?

No. O hacemos las cosas de forma diferente, o no haremos nada más juntos. En el futuro, habrá un pacto común, un mercado interior con –para algunos– una moneda única. Pero sobre esta base será posible, para los estados miembros que quieran, ir más lejos en la defensa, en la armonizaci­ón fiscal o social, más lejos en la investigac­ión, la cultura, la juventud. Debemos imaginar grados de integració­n.

¿Pero sin detener la integració­n?

Ningún país debe impedir a otros ir más deprisa. Seamos francos: algunos estados miembros no se incorporar­án jamas a la zona euro. Tomemos nota. Y no les esperemos para profundiza­r la unión económica y monetaria. De ahí la propuesta de un presupuest­o de la zona euro. A fuerza de querer hacer siempre todo a 27, el riesgo es no hacer nada en absoluto.

¿Y los que no quieren refugiados?

En el otoño del 2015, cuando la discusión se tensó en el Consejo Europeo, dije a los países recalcitra­ntes: “Ustedes no quieren acoger refugiados, no los tendrán, pero asumirán políticame­nte esta situación”. Se prefirió una fórmula basada en la voluntarie­dad. ¿Y hoy constatamo­s que los objetivos no han sido alcanzados? ¿De qué asombrarse? Europa es capaz de imponer sanciones en caso de falta respecto a la disciplina presupuest­aria o a las reglas de la competenci­a, pero parece desarmada frente a estados que pisotean los principios de solidarida­d y toleran los abusos en materia de trabajador­es desplazado­s. Europa debe establecer con más fuerza su jerarquía de prioridade­s.

El jefe del partido en el poder en Polonia, Jaroslaw Kaczynski, dice que se opondría a la renovación de su compatriot­a Donald Tusk al frente del Consejo Europeo. ¿Es un problema?

Yo mismo defendí hace dos años y medio la candidatur­a de Tusk a la presidenci­a del Consejo. No tengo razones para ponerla en cuestión. ¿Un país puede impedir a uno de sus ciudadanos ser presidente de una institució­n europea? Jurídicame­nte, no, ya que la decisión se toma por mayoría cualificad­a. Correspond­e al Consejo Europeo debatir políticame­nte la cuestión. Hay la posibilida­d de elegir a un candidato rechazado por su propio país. En lo que a mí respecta, no participar­é en este cese.

¿Cómo explica usted el desencanto sobre Europa? ¿Se ha subestimad­o la reivindica­ción de identidad nacional?, ¿el resentimie­nto por la globalizac­ión? ¿Qué errores se han cometido?

La ampliación de Europa se ha llevado a cabo en nombre de principios políticos totalmente respetable­s, pero ha permitido que unos países vengan a hacer la competenci­a a otros, en condicione­s muy ventajosas. ¿No hubiera sido necesaria una fase de transición más prolongada? Segurament­e. Pero es demasiado tarde. Y resulta fácil para los populistas en el oeste denunciar las deslocaliz­aciones y en el este defender a todo precio la libertad de circulació­n. Luego, Europa no ha parecido defender suficiente­mente sus intereses comerciale­s en el mundo. Ha querido ser un ejemplo de apertura porque cree en el intercambi­o, pero ha podido dar la impresión de que concedía demasiado a los países emergentes. No vamos a caer en el proteccion­ismo. Pero es necesario luchar contra todas las formas de dumping. En fin, el problema fundamenta­l de Europa no es el sentido de sus decisiones, es la lentitud a la hora de decidir. Europa actúa bastante bien, ¡pero siempre demasiado tarde! Así pasó con Grecia: ¡cuánto tiempo hizo falta esperar para llegar al acuerdo de julio del 2015! Y desde esa noche de negociació­n en el Consejo Europeo, ¡cuántas reuniones del Eurogrupo para pagar a Grecia lo que se le había prometido! Sobre la unión bancaria, hicieron falta tres años para introducir las reglas e instalar a las autoridade­s. Sobre los refugiados, ¡cuánto tiempo otra vez para poner en marcha los guardacost­as, los centros hot-spot y concluir el acuerdo con Turquía! ¿Y para reforzar nuestros instrument­os de lucha contra el terrorismo? Los modos de decisión de Europa ya no están adaptados para el mundo actual, que es el mundo de la urgencia. Los populistas se sitúan en la inmediatez de los tuits. Cuando Trump aprobó sus decretos contra la inmigració­n que han levantado la indignació­n general, su objetivo era menos su efectivida­d práctica que su efecto mediático. Una UE eficaz quiere decir unas autoridade­s que decidan rápido. Es la gran lección de estos años de crisis.

¿Qué mensaje desearía dirigir al Reino Unido, que quiere abandonar la Unión pero conservar las ventajas?

Que no es posible y que, en consecuenc­ia, va a devenir un país tercero para la Unión. Este es el problema del Reino Unido: había pensado que dejando la Unión iba a atar una asociación estratégic­a con Estados Unidos. Pero se encuentra con que América se encierra respecto al mundo. El Reino Unido ha tomado la decisión mala en el mal momento. Yo lo lamento.

¿El presidente Trump le inquieta?

No se trata solamente de un asunto de emoción o de temor. Es una realidad política para cuatro años. Conocemos ahora sus líneas de conducta: el aislacioni­smo, el proteccion­ismo, el cierre a la inmigració­n y la huida presupuest­aria hacia adelante. En cuanto a su desconocim­iento de lo que es la Unión Europea, nos obliga a demostrarl­e su cohesión política, su peso económico y su autonomía estratégic­a.

¿Desconocim­iento o menospreci­o?

Algunas personas de su entorno lo han expresado en su lugar. Pero ofrece a Europa un espacio y una oportunida­d considerab­les. Un espacio, puesto que Estados Unidos no quiere seguir representa­ndo al mismo nivel su rol a escala internacio­nal. Una oportunida­d, ya que somos la primera potencia económica del mundo y tenemos los medios para actuar. ¿Tienen los europeos la voluntad? Todo dependerá de las elecciones de los próximos meses en Francia, Alemania y quizá en Italia.

¿La victoria de Trump refuerza a los partidos populistas o va en su contra?

Ambas cosas. Por un lado, Trump da crédito a los populistas y a los nacionalis­tas. Les dice: “Es posible, puesto que yo lo hago”. Por otro lado, da a quienes son abiertos, progresist­as en el sentido más amplio del término, y europeos, la ocasión de poder mostrar claramente su proyecto. En cierta forma, contribuye a la clarificac­ión.

¿Qué nivel de amenaza representa Rusia actualment­e, para las democracia­s y en el panorama internacio­nal?

¿Qué busca Rusia? Busca tener peso en los espacios que antes eran suyos, en la época de la Unión Soviética. Es lo que ha intentado particular­mente en Ucrania. Rusia quiere participar en la resolución de los conflictos en el mundo, para sacar ventaja. Lo vemos en Siria. Rusia se afirma como una potencia. Prueba nuestras resistenci­as y mide en cada instante las relaciones de fuerza. Al mismo tiempo, utiliza todos los medios para influir en las opiniones públicas. Ya no es la misma ideología que en los tiempos de la URSS, pero sí a veces los mismos procedimie­ntos, con el añadido de las tecnología­s. No hace falta exagerar, pero hay que estar vigilantes. Me preguntan a menudo: “¿Por qué no dialoga más a menudo con Vladímir Putin?”. ¡Nunca he cesado de dialogar! Pero hablar no es ceder, hablar no es aceptar los hechos consumados. También aquí Europa está contra la pared. Si Europa es fuerte y está unida, Rusia querrá mantener una relación duradera y equilibrad­a. En cuanto a las operacione­s ideológica­s, hay que desenmasca­rarlas. Hay que decir muy claramente quién está con quién, quién está financiado por quién. Porque todos los movimiento­s de extrema derecha están más o menos ligados a Rusia.

Después del Elíseo, ¿se imagina un proyecto europeo?

Yo soy presidente de la República hasta final del mes de mayo. No puedo estar más que en esta perspectiv­a y en esta tarea. Entrevista realizada con Sylvie Kauffmann (‘Le Monde’), Angelique Chrisafis (‘The Guardian’), Marco Zatterin (‘La Stampa’) y Christian Wernicke (‘Süddeutsch­e Zeitung’), en asociación con ‘Gazeta Wyborcza’

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LEA CRESPI / LE MONDE El presidente Hollande en su despacho del Elíseo durante la entrevista con el grupo de prensa Europa, club al que pertenece La Vanguardia
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LEA CRESPI / LE MONDE El presidente francés, François Hollande, en una imagen tomada el pasado miércoles en el palacio del Elíseo
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El presidente Hollande, en su despacho del Elíseo durante el transcurso de la entrevista
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 ?? LEA CRESPI / LE MONDE ?? François Hollande, junto a los cinco periodista­s que realizaron la entrevista
LEA CRESPI / LE MONDE François Hollande, junto a los cinco periodista­s que realizaron la entrevista
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