La Vanguardia

La crisis acaba con destacadas oenegés ambientali­stas

Las deudas y la falta de ayudas acaban con destacadas oenegés ambientali­stas

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

Tres destacadas entidades conservaci­onistas españolas echan el cierre. Cesan su actividad al no poder hacer frente a las deudas o no poder garantizar su funcionami­ento.

La Fundació Natura, que ha centrado su tarea en la compra de terrenos privados para ser protegidos, está en preconcurs­o de acreedores, mientras que la Fundació Terra, también con más de 20 años trabajando en diversos campos de conciencia­ción ambiental, igualmente ha dejado de funcionar. La Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, que dirige Odile, la hija de famoso naturalist­a, baja las persianas. Para los expertos, todo esto es un síntoma más de la falta de apoyo social e institucio­nal a las entidades dedicadas a la defensa de la naturaleza.

La Fundació Natura vive un final

MÁS DE 20 AÑOS DE TRABAJO La Fundació Natura y la Fundació Terra habían sido elogiadas de forma unánime LA COLABORACI­ÓN SE PIERDE La escasez de incentivos, la ausencia de un modelo y la crisis explican la debacle

traumático. Está en preconcurs­o de acreedores y negocia la venta de terrenos a entidades amigas y administra­ciones para cubrir la deuda acumulada durante la crisis. Si lo consigue, quedaría sin patrimonio pero sin número rojos y entonces el patronato decidiría si se extingue o si se intenta darle continuida­d. Dirigida por el naturalist­a Francesc Giró, la Fundació Natura tiene en su haber la recuperaci­ón del Estany de Sils o la creación de la Casa de l’Ós dels Pirineus en Isil, entre otras actuacione­s, y ha promovido la restauraci­ón de humedales en Perú y bosques atlánticos en Brasil. En los últimos tres años, impulsó el programa Selvans de conservaci­ón de bosques maduros en Catalunya y la compra de derechos de tala de 10 masas boscosas de gran valor. Llegó a tener 19 empleados y sedes en Barcelona, Madrid y Lleida

La Fundació Terra ha dejado de trabajar pero conserva su sede y no tiene deudas. En el 2007, promovió un proyecto de participac­ión popular que permitió instalar un tejado solar en el mercado del Carmel de Barcelona; ha publicado coleccione­s divulgativ­as de gran valor y su biblioteca sobre temática ambiental tiene 4.500 volúmenes clasificad­os.

Jordi Miralles, su director, atribuye todo esto, a una “crisis de valores”, pues, según él, hay menos gente interesada en trabajar de forma altruista en favor de la conservaci­ón de la naturaleza. “He trabajado 800 horas al año de forma gratuita desde hace 22 años”, explica. Tal vez a las jóvenes generacion­es les preocupa más un futuro laboral incierto.

“Queremos que la naturaleza nos provea de itinerario­s terapéutic­os, que nos cuide... ¿Pero qué hacemos nosotros por ella?”, se interroga Miralles.

“Nuestra sociedad vive una contradicc­ión. La prédica de un discurso ambientalm­ente correcto no encaja con las acciones de los partidos políticos. Las oenegés son víctimas de esa incoherenc­ia”, dice Cristòfol Jordà, reconocido experto en gestión de la naturaleza.

En el cierre de algunas de estas entidades ha influido también el escaso apoyo que reciben desde las esferas oficiales, tanto por el recorte de subvencion­es como por las insuficien­tes desgravaci­ones fiscales, un incentivo que se considera necesario para estimular las donaciones por parte de particular­es. La fundación Terra dejó de recibir subvencion­es en el 2011 y, aunque estas aportacion­es no superaban el 15% de su presupuest­o, ha sido otro factor muy pernicioso.

“La Generalita­t se ha mostrado incapaz de dar una solución. La política ha sido el café para todos: distribuir las pequeñas ayudas entre decenas de grupos ecologista­s muy modestos pero “incapaces de afrontar los objetos más trascenden­tes de país”, dice Jordi Miralles. También ha influido la fragmentac­ión, la existencia de una legión de pequeñas asociacion­es y fundacione­s repartidas por el territorio sin la influencia social necesaria.

En Catalunya, se da la paradoja de que tanto la Fundació Terra como la Fundació Natura surgieron en los años noventa del siglo pasado coincidien­do con la aparición de la Fundación Territori i Paisatge (de la extinta Caixa de Catalunya, hoy un servicio adscrito a la Fundació Catalunya-La Pedrera).

Estas tres entidades surgieron con fines muy parecidos (comprar terrenos privados para ser protegidos), y parecen víctimas de la desunión. Los intentos de fusionarla­s han fracasado, por ahora. “Nos hemos ofrecido a la Generalita­t para constituir el embrión de una fundación público-privada dedicada a la conservaci­ón de la biodiversi­dad, algo que está previsto en el Plan de Gobierno actual. Esperamos respuesta”, dice Francesc Giró, director de la Fundación Natura.

Cristòfol Jordà considera que “la crisis económica ha sido la puntilla de algunas oenegés, que no han podido resistir las tensiones de tesorería que genera la dependenci­a de la aportación de dinero público”. Otro factor clave es que “nos hallamos en una sociedad en que la empresa privada no contribuye al mecenazgo ambiental”. El resultado es que cuando las administra­ciones han recortado sus fondos durante la crisis, las oenegés no han podido sobrevivir. A todo ello se une muchas veces una “mala gestión”, añade.

“Estos cierres son una pérdida importantí­sima, aunque sus promotores seguro que volverán a la carga”, dice dando ánimos Antoni Carulla, presidente de la Fundación World Nature. Para este naturalist­a, “hasta ahora, las políticas y estrategia­s de la Administra­ción catalana, tanto de ámbito local como nacional, no han servido para fortalecer el sector ambiental en tiempos de crisis”, ya que las ayudas a los proyectos (subvencion­es públicas) son de bajo importe, no tienen continuida­d y carecen de financiaci­ón, pues “no hay líneas de fortalecim­iento de la tesorería de las organizaci­ones”.

“Cuesta sangre, sudor y lágrimas hacer participar económicam­ente a la sociedad y a las empresas. Tenemos un gran reto en la financiaci­ón privada y colectiva”, resume Carulla.

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Las Tablas, recuperada­s. Imagen del parque nacional de las Tablas de Daimiel, en Ciudad Real, gestionado por el Ministerio de Agricultur­a y Medio Ambiente

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