La pasarela se pasa al espectáculo
Valentino dramatiza su romanticismo y Vivienne Westwood se sube a la tarima
El rojo y el rosa, una pareja no tan extraña, forman uno de los tándems del nuevo Valentino. El que desde la marcha de Maria Grazia Chiuri a Dior ha quedado sólo en manos de Pierpaolo Piccioli y que como apunte innegociable en sus propuestas en solitario impone el largo a media pierna o rozando los tobillos.
El diseñador confirmó en su colección para el próximo otoño-invierno lo que entiende como el nuevo romanticismo. Refugiados en el hotel Salomon de Rothschild parisino en la lluviosa tarde de ayer, sus invitados –más expectantes que nunca desde que Valentino solo está en sus manos–pudieron empaparse de sus nuevos códigos entre los que se repiten los cuellos Perkins (muy alzados) y las mangas bien largas, pero dejando un lugar para el palabra de honor en una interpretación del sexy menos obvio.
También ayer fue el turno de Balenciaga. En una edición marcada por el maltrato a que fueron sometidas las modelos durante los castings, la firma se sobrepuso con un desfile en el que dominó la transformación de los abrigos, los jerséis y los bolsos XXL y vestidos con grandes volúmenes y colores brillantes.
Elie Saab, por su parte, volvió a confiar en la inspiración del ballet y de los tules para su nueva colección y esta vez le añadió la nota inquietante que sugiere la inspiración del clásico Giselle. La historia de la muerte de la campesina que vuelve a la vida gracias a las Wilis, espíritus de niñas vírgenes, se transformó en una propuesta romántica de vestidos de tul, con encaje de terciopelo y gran profusión de aplicaciones y bordados de lirios tanto en vestidos cortos como largos combinadas con capas.
Más difícil de calificar fue la propuesta de Comme des Garçons, que lanzó un desfile de figuras sobredimensionadas envueltas en “no-tela, nada de tejidos, nada de materiales de moda” (en palabras propias del diseñador, Rei Kawakubo). Una propuesta que tituló El futuro de
la silueta y que tiene una traducción comercial imposible puesto que los supuestos vestidos estaban confeccionados con materiales de deshecho y el resultado se aproximó más al arte experimental que a la moda.
Radical, pero no tanto, fue el desfile de Vivienne Westwood. Aunque la reina del punk ya no diseña la ropa de sus colecciones (desde el año pasado lo hace su marido, Andreas Kronthaler) se erigió en la total protagonista del espectáculo que montó en el l hotel Intercontinental Paris Le Grand. Con Pamela Anderson y Rita Ora en primera fila, Vivienne Westwood se lanzó a desfilar en la presentación de una moda más punk y colorida que nunca. Además de las dos apariciones de la mítica diseñadora (primero con un abrigo oversize de rayas diplomáticas en rosa y púrpura combinado con una falda asimétrica de corte alto y luego con un vestido de seda negro con bordados dorados), la pasarela recibió también a un modelo sujetando a un perrito y a mujeres con peinados adornados con vasos, latas, cajas de galletas y otros residuos de basura.
Galliano, que acentuó sus volúmenes en negro, y Nina Ricci, que sorprendió con su inspiración para la próxima temporada prestada del Western americano, con claras referencias al mundo del rodeo (el director creativo, Guillaume Henry, lo mezcló también con el mundo circense), acabaron de dibujar una jornada que confirmó que espectáculo y moda son dos términos hoy por hoy indisociables.
El ballet, el western y el arte como inspiración renuevan la semana de la moda de París