Frágil e indómita Jane
Jane Eyre
Adaptación: Anna Maria Ricart Dirección: Carme Portaceli
Intérpretes: Jordi Collet , Gabriela Flores, Abel Folk, Ariadna Gil, Pepa López , Joan Negrié y Magda Puig
Lugar y fecha: Teatre Lliure (G) Hasta 26/III/2017
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Eyre en el Lliure de Gràcia. Bien seguro que las razones por las cuales se agotaron a los pocos días de ponerse a la venta habrán ido muy repartidas. La fama, por ejemplo, de la novela de Charlotte Brontë publicada en 1847 que sacudía los pilares de la sociedad victoriana, insensible a los derechos y las libertades de las mujeres; el prestigio de una directora comprometida social y políticamente como Carme Portaceli; las ganas de ver actuar a la pareja Ariadna Gil y Abel Folk, sustituta de la inicialmente prevista (SeguraMadaula)... No vale la pena, claro está, especular sobre este punto. Lo que cuenta es la percepción general de que el espectáculo programado era de los que no se tenían que perder. Empezando por la adaptación de la novela que ha hecho Anna Maria Ricart y acabando por el trabajo del subalterno más discreto, pienso que Jane Eyre es una de las creaciones escénicas mejor resueltas de la temporada y uno de los mejores montajes de Carme Portaceli. La sarta de puertas abiertas por donde entran y salen la mayoría de los personajes se ha convertido en una buena estratagema gracias a la cual se pueden explicar las vicisitudes y las situaciones de Jane y, al mismo tiempo, asegurar el ritmo adecuado de la narración. Eso se consigue con casi una veintena de papeles muy bien interpretados por Pepa Lòpez, Gabriela Flores, Magda Puig, Joan Negrié y Jordi Collet.
No se tiene que perder de vista que el contenido de la novela adaptada es esencialmente autobiográfico y que, por esta razón, había que evitar el peligro de una monotonía descriptiva por parte de la protagonista, obligada a mantener una presencia escénica constante. A través de la estratagema mencionada, el personaje de Jane puede revivir episodios de su vida haciendo unas simples alteraciones de registro o modificando la ubicación de algún elemento escenográfico.
Jane Eyre envía al espectador las mejores facetas de una primera actriz. Y eso es muy importante en el caso de Ariadna Gil, gran figura del cine, la cual, hasta hoy, había tenido una relación con el teatro nada intensa ni confortable. Si no me equivoco, salvo alguna experiencia de juventud poco afortunada, su única actuación teatral destacable tuvo lugar en 1997 en el montaje de La
gavina que Flotats dirigió en el TNC. Una gestualidad demasiado mecánica, a menudo un poco dura, no hizo posible aplaudir su trabajo como habríamos deseado.
Hoy, en cambio, todo eso se ha podido olvidar y es de justicia celebrar la magnífica actuación de Ariadna Gil, una Jane Eyre conmovedora, cargada de humanidad y de recursos poderosos para hacer revivir el personaje con toda su complejidad: “Una persona tan frágil y al mismo tiempo tan indómita”, “una belleza delicada y etérea”, “una criatura extraña”... como dice su partenaire Rochester, un Abel Folk absolutamente impecable. Es de destacar, además, la autoridad serena y convincente con que la actriz proclama, al final, que “las mujeres sienten lo mismo que sienten los hombres” y que ellas “tienen que tener el campo abierto para sus esfuerzos, igual que sus compañeros”. He ahí una pionera del feminismo.