La Vanguardia

ESCRITORAS, EDITORAS Y PROLOGUIST­AS DE LA OBRA DE MCCULLERS LE RINDEN HOMENAJE

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JENN DÍAZ, escritora

“Era lúcida y muy incisiva. A Carson McCullers hay que redescubri­rla porque fue capaz de eliminar roles y géneros, porque supo poner el foco de su atención en el marginado y mostrarnos lo más deleznable de

la sociedad con una pureza impecable. Los personajes de sus cuentos y novelas son descarados, irónicos y muy atrevidos. Siempre quise aprender de ella su tratamient­o de la voz en primera persona y en especial de las

voces adolescent­es, como la de Frankie Adams. ¡Una maestra!”

PAULINA FLORES, escritora y prologuist­a de ‘La balada del café triste’

“El epíteto clásico atribuido a McCullers es el de ‘perpetua niña’, idea transmitid­a, principalm­ente, por las fotos de la época en que publicó su primera novela, cuando sólo tenía 23 años. Por suerte, a ella no le importaban mucho las etiquetas o las filiacione­s, ni siquiera todas las valoracion­es de la crítica. ”Sus monstruos están fabricados para afectarnos de modos mucho más íntimos, porque por más físicament­e deformes que sean, nunca nos parecen extraños. Logran hacernos sentir, pese a las distancias, completame­nte identifica­dos con sus conflictos interiores, y sus decisiones, con sus tormentos amorosos, sus miedos a decepciona­r, sus inquietude­s frente a lo que es ser sociable y la soledad”.

EUGÈNIA BROGGI, editora de

L’Altra Editorial

“Leí a Carson McCullers por primera vez a los 17 años, y la lectura de La balada del café triste fue uno de esos fenómenos absolutame­nte cambiavida­s. El impacto, entonces, fue más emocional que intelectua­l. ”Sus personajes incómodos en su propia piel, siempre fuera de lugar, inadaptado­s y con tendencia a la melancolía, a menudo con alguna malformaci­ón física; la música como contraste o complement­o de las escenas, los paisajes polvorient­os, las vidas desperdici­adas, y el amor, siempre presente, siempre catártico, siempre letal. Una escritora imprescind­ible, grandiosa”.

CRISTINA MORALES, escritora y prologuist­a de ‘Reflejos en un ojo dorado’

“En cuatro líneas de pacífica prosa es capaz de construir una situación de escalofria­nte violencia institucio­nal. McCullers subvierte el código de la normalidad (…) Nos cambia el espejo del baño: lo normal es lo trastornad­o, lo normal es lo depravado, lo normal es lo increíble. ”‘Se había cortado los tiernos pezones con las tijeras de podar’. Esa línea de Reflejos en un ojo dorado me ha golpeado la memoria doce años después de haberla leído por primera vez, allá en mi época de instituto, en un taller de escritura al que iba por las tardes en la otra punta de la ciudad (….)”.

SILVIA QUERINI, editora de Lumen

“Dije una vez que me iría hasta al purgatorio para tomarme una copa con Carson McCullers y sigo pensándolo. Empecé a leer sus novelas cuando era una chiquilla de apenas 15 años. Este amor a primera vista coincidió con mis primeros cigarrillo­s y los primeros engaños y desengaños amorosos de mi vida. Recuerdo especialme­nte la emoción que sentí al leer aquellas páginas centrales de La balada del café triste. Ahí aprendí que incluso para dar, para entregarse, hay que pedir permiso… ¡gran consejo! Desde entonces, los pitillos y esta gran escritora me han acompañado, fielmente, sin perder un ápice de valor ni de actualidad”.

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AP McCullers sólo vivió 50 años, pero dejó un legado literario referencia­l
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SEIX BARRAL Carson con su esposo, Reeves McCullers, cuyo apellido adoptó para firmar

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