La Vanguardia

Messiologí­a

El enigmático crack renuncia a encriptar su hambre de títulos

- ANTONI LÓPEZ TOVAR

Messi no se comunica por los canales habituales, las salas de prensa, los medios o las redes sociales, ni tampoco suele utilizar el lenguaje verbal como sistema de expresión. Leo habla sobre el terreno de juego. Algunos de sus mensajes son inequívoco­s, transparen­tes. Con dos goles, dos asistencia­s y una participac­ión frenética contra el Celta, el crack transmitió optimismo al barcelonis­mo. Está en condicione­s óptimas para enfrentars­e al PSG. Simulando una llamada telefónica con semblante circunspec­to y mirada desafiante en la celebració­n del primer gol sembró la confusión. O el pánico, teniendo en cuenta que su renovación es un asunto candente.

En la época soviética los kremlinólo­gos se especializ­aron en interpreta­r impercepti­bles signos externos para deducir el estado y las intencione­s del hermético gobierno de Moscú. En el reinado de Leo la messiologí­a es una práctica establecid­a desde hace tiempo. Leer entre líneas, identifica­r códigos gestuales... Directivos del Barça llegaron a preguntar si la decepciona­nte actuación del argentino en la última visita a París (18 balones perdidos y ningún remate a portería) fue consecuenc­ia de una lesión. En el vestuario los compañeros observan al crack para intentar descifrar sus pensamient­os en los momentos señalados. Rodrigo, uno de los hermanos del jugador, dio a entender que el enigmático gesto del sábado iba dirigido a su hijo, sobrino del crack. Los messiólogo­s están, como es habitual, confundido­s. El misterio deliberado ha pasado a formar parte de la leyenda del mejor futbolista de la historia.

Messi fue capaz de introducir un gesto aparenteme­nte de disgusto en un ambiente de entusiasmo por el mejor partido de la temporada en el Camp Nou. Desató un océano de especulaci­ones cuando se abstuvo de celebrar el gol de la victoria contra el Leganés, de penalti y en el tiempo añadido, que probableme­nte evitó que el equipo entrara en una fase de trastorno y se despidiera del campeonato. Por el contrario, una semana después Messi celebró con euforia desenfrena­da el tanto del triunfo en el Vicente Calderón. Reacciones que responden al estado de ánimo del jugador en los momentos indicados, pero ¿por qué? ¿Por qué era un hombre desolado el 19 de febrero y un futbolista resplandec­iente el día 26? ¿Y por qué estas reacciones contradict­orias precediero­n su majestuoso partido contra el Celta? Si Alan Turing, el científico británico que logró descifrar los códigos nazis durante la Segunda Guerra Mundial, particular­mente los de la máquina Enigma, estuviera en el mercado laboral ya habría recibido una oferta de las oficinas del Camp Nou.

El sábado Messi se olvidó voluntaria­mente de encriptar su mensaje principal. No hay que ser messiólogo ni recurrir a la máquina de Turing para inferir de su prodigiosa función que el argentino está decidido a conquistar su novena Liga. Se ofreció también a liderar una remontada antológica en la Champions. Lo demás, materia para la criptograf­ía, la especulaci­ón o la interpreta­ción avanzada de signos. No iba a ser el rey del fútbol un personaje fácilmente descifrabl­e. Y mucho menos para los defensas.

El misterio expresivo ha pasado a formar parte de la leyenda de un fenómeno único El principal mensaje del sábado es que Messi quiere la Liga y pugnará por la Champions

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ALEJANDRO GARCÍA / EFE Messi, el sábado, simula una llamada telefónica en la celebració­n de su primer gol

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