Messiología
El enigmático crack renuncia a encriptar su hambre de títulos
Messi no se comunica por los canales habituales, las salas de prensa, los medios o las redes sociales, ni tampoco suele utilizar el lenguaje verbal como sistema de expresión. Leo habla sobre el terreno de juego. Algunos de sus mensajes son inequívocos, transparentes. Con dos goles, dos asistencias y una participación frenética contra el Celta, el crack transmitió optimismo al barcelonismo. Está en condiciones óptimas para enfrentarse al PSG. Simulando una llamada telefónica con semblante circunspecto y mirada desafiante en la celebración del primer gol sembró la confusión. O el pánico, teniendo en cuenta que su renovación es un asunto candente.
En la época soviética los kremlinólogos se especializaron en interpretar imperceptibles signos externos para deducir el estado y las intenciones del hermético gobierno de Moscú. En el reinado de Leo la messiología es una práctica establecida desde hace tiempo. Leer entre líneas, identificar códigos gestuales... Directivos del Barça llegaron a preguntar si la decepcionante actuación del argentino en la última visita a París (18 balones perdidos y ningún remate a portería) fue consecuencia de una lesión. En el vestuario los compañeros observan al crack para intentar descifrar sus pensamientos en los momentos señalados. Rodrigo, uno de los hermanos del jugador, dio a entender que el enigmático gesto del sábado iba dirigido a su hijo, sobrino del crack. Los messiólogos están, como es habitual, confundidos. El misterio deliberado ha pasado a formar parte de la leyenda del mejor futbolista de la historia.
Messi fue capaz de introducir un gesto aparentemente de disgusto en un ambiente de entusiasmo por el mejor partido de la temporada en el Camp Nou. Desató un océano de especulaciones cuando se abstuvo de celebrar el gol de la victoria contra el Leganés, de penalti y en el tiempo añadido, que probablemente evitó que el equipo entrara en una fase de trastorno y se despidiera del campeonato. Por el contrario, una semana después Messi celebró con euforia desenfrenada el tanto del triunfo en el Vicente Calderón. Reacciones que responden al estado de ánimo del jugador en los momentos indicados, pero ¿por qué? ¿Por qué era un hombre desolado el 19 de febrero y un futbolista resplandeciente el día 26? ¿Y por qué estas reacciones contradictorias precedieron su majestuoso partido contra el Celta? Si Alan Turing, el científico británico que logró descifrar los códigos nazis durante la Segunda Guerra Mundial, particularmente los de la máquina Enigma, estuviera en el mercado laboral ya habría recibido una oferta de las oficinas del Camp Nou.
El sábado Messi se olvidó voluntariamente de encriptar su mensaje principal. No hay que ser messiólogo ni recurrir a la máquina de Turing para inferir de su prodigiosa función que el argentino está decidido a conquistar su novena Liga. Se ofreció también a liderar una remontada antológica en la Champions. Lo demás, materia para la criptografía, la especulación o la interpretación avanzada de signos. No iba a ser el rey del fútbol un personaje fácilmente descifrable. Y mucho menos para los defensas.
El misterio expresivo ha pasado a formar parte de la leyenda de un fenómeno único El principal mensaje del sábado es que Messi quiere la Liga y pugnará por la Champions