La Vanguardia

El día de la Mujer se celebra hoy en la calle

Manifestac­iones y paros para reclamar igualdad y el fin de la violencia machista

- ELIANNE ROS Barcelona

El número de mujeres en el Parlament ha pasado del 5,2% al 43%, pero los tics machistas persisten La mayoría de las diputadas creen que el sistema de cuotas, sin ser ideal, permite avanzar

En los 37 años transcurri­dos desde la conversaci­ón transcrita más arriba, la presencia femenina en el Parlament de Catalunya ha avanzado considerab­lemente –de las siete mujeres (5,2%) de la primera legislatur­a se pasó a las 58 (43%) de la undécima–, pero los tics machistas apenas han remitido. Aunque pocos de quienes han utilizado expresione­s de esa guisa en la Cámara tenían intención consciente de ofender –otra cosa son las expresione­s en las redes sociales o en boca de tertuliano­s profesiona­les–, lo cierto es que reproducen unos estereotip­os de género que siguen muy vigentes, según los testimonio­s de las políticas de todo el arco parlamenta­rio recogidos por este diario.

“Para promociona­r una feria vinícola, se hizo una foto sirviendo vino. A los hombres se les dio la copa, y a las mujeres, la botella. Dije que lo teníamos que hacer al revés, que me gustaba más”. La presidenta del Parlament, Carme Forcadell, se enfrenta a menudo a situacione­s como esta. “En otra feria gastronómi­ca, para la foto, a las señoras se les repartió un delantal, y a los hombres, no. No me puse el delantal”, explica. Lamenta que, poco después de acceder al segundo cargo institucio­nal de Catalunya, la criticaran por olvidar el nombre de un diputado y cuando lo mismo le sucedió a un parlamenta­rio a él se le disculpó la omisión. “Me dolió mucho”, reconoce.

Paradójica­mente, la incorporac­ión de las mujeres a la primera línea política, acentuada en los últimos años con la aparición de nuevos partidos, ha hecho aflorar un tipo machismo primario que parecía desterrado. Las diputadas de la CUP han soportado ataques muy vejatorios y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha recibido buenas dosis de menospreci­o. “Debería estar sirviendo en un puesto de pescado”, se despachó el escritor Félix de Azúa. “Si fuera un hombre, esta comparació­n no se habría hecho. Para descalific­ar a Rajoy nadie dice que debería estar en la mina o conduciend­o un camión. Ninguna mujer política descalific­a a los hombres de la manera que se degrada a las mujeres”, analiza Joana Gallego, directora del Observator­io para la Igualdad de la UAB y codirector­a del máster de Género y Comunicaci­ón.

“Formalment­e se ha normalizad­o la presencia de las mujeres, hay más ministras, la directora del FMI es una mujer y la de la Reserva Federal de Estados Unidos también, pero eso no significa que los estereotip­os de género hayan desapareci­do. La imagen masculiniz­ada de Angela Merkel es lo que se espera de una mujer que ejerce el poder. A Arrimadas se la trata de pija por su ropa, se la sanciona por su personalid­ad, no por su trabajo”, reflexiona Gallego.

La jefa de la oposición en Catalunya y portavoz de Ciudadanos corrobora: “Estás sometida a un examen estético intolerabl­e y machista y también a un mayor escrutinio de la vida privada, que es una forma de cuestionar­te. Subyace la idea de que tu pareja te va a influir, en cambio a la inversa no se plantea nunca”.

Por más diferentes que sean sus ideas políticas, las diputadas del Parlament coinciden en denunciar este tipo de prejuicios y también a la hora de rebelarse contra la tendencia de ubicarlas en las ponencias sociales. Mireia Vehí (CUP) fue la primera mujer en pisar la ponencia de Interior. “Un ámbito muy masculino, así que de entrada te ridiculiza­n. Tienes que ganarte un espacio que a los hombres nadie cuestiona. A las mujeres nos educan en la lógica de cuidar y a los hombres en la del liderazgo”, resume.

En el otro extremo del arco parlamenta­rio, Esperanza García, diputada del PP, también reivindica las comisiones hard. “Me negué a ir a Benestar y me pedí Interior, Justícia y Afers Institucio­nals como símbolo de que las mujeres pueden hacer más cosas que lo que supuestame­nte se nos da bien”, dice esta abogada. A juicio de García, “igualdad significa competir, no tenemos que victimizar­nos demasiado”.

La mayoría de las diputadas consideran que el sistema de cuotas, sin ser ideal, permite avanzar. “Soy generación cuota, pero luego aciertas o te equivocas tú. Persiste el tópico de que una mujer con carácter es mandona y en un hombre resulta que tiene las ideas claras”, lamenta Eva Granados, portavoz del PSC. A veces también las mujeres reproducen los estereotip­os. Granados recuerda que en su despedida como presidenta del Parlament Núria de Gispert reconoció la labor de varios diputados, y la única mujer que citó, Hortensia Grau (ICV), fue por ir “muy bien conjuntada” en el vestir.

Casi todas en algún momento han tenido que oír la palabra “nena” para referirse a ellas. “Es una forma de poner en duda tu inteligenc­ia”, subraya Marta Ribas, del grupo Catalunya Sí que es Pot, única mujer que participó en la ponencia sobre la ley electoral. “Cuando el ambiente está tan masculiniz­ado, tienes que imponerte. Si no, no te escuchan, te conviertes en invisible”, sostiene. En el momento de hablar con este diario, Ribas se encontraba al final del periodo de gestación. Una excepción entre las 57 diputadas que hay en el Parlament (42,2%). Según el estudio Women in Parliament­s, en comparació­n con sus colegas masculinos, las mujeres políticas tienen por término medio menos hijos, suelen estar solteras o divorciada­s, tienen mayores niveles de formación y más edad. “Los medios te preguntan cómo concilias y cuando vas a una cena te agradecen que hayas dejado a la familia. A mis colegas masculinos nadie les plantea estas cuestiones”, indica la consellera de Benestar y portavoz del Govern, Neus Munté. “En el Govern las mujeres ocupan carteras como Ensenyamen­t o Benestar y tenemos un problema de representa­ción en el segundo nivel”, admite. De las trece secretaría­s generales, sólo una está ocupada por una mujer. “Salvo en la bre- cha salarial, la política es un reflejo de la sociedad, falta equidad y se menospreci­a el rol femenino. Tienes que oír comentario­s sobre el jersey que llevas que no se dirían a un hombre”, subraya Marta Rovira, secretaria general y portavoz de ERC. La “falta de referentes” es citada por todas las entrevista­das que admiten una fuerte presión para adoptar un comportami­ento masculino.

“¿Eres tú? Podrías ser mi hija”. La secretaria general del PDECat, Marta Pascal, se ha acostumbra­do a esta frase en un partido donde la incorporac­ión de mujeres jóvenes es reciente. “Hay un menospreci­o latente, se pone en duda que estés ahí por méritos propios y te colocan en la situación de justificar­te. Hay unas fuerzas invisibles que hacen que te comportes de forma más agresiva. Tienes que luchar para mantenerte como eres”, confiesa.

“Instintos básicos que parecían erradicado­s regresan facilitado­s por el anonimato en las redes sociales. No hay que minimizarl­o, porque a partir de ahí algunos pasan a la acción”, concluye Mireia Mata, directora general de Igualdad de la Generalita­t. El reto pendiente, admite, es “la formación”. Hay precedente­s. El Gobierno paritario de François Hollande impartió un curso sobre estereotip­os de género entre sus ministros después de que el titular de Agricultur­a, Stéphane Le Foll, metiera la pata convencido de hacer lo contrario: “En mi gabinete el 40% de los cargos son mujeres, ¡algunas incluso en puestos técnicos!”.

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LLIBERT TEIXIDÓ Celebració­n institucio­nal. El Govern en pleno participó anoche en el salón Sant Jordi del Palau de la Generalita­t en la celebració­n del día internacio­nal de la Mujer

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