Los Lores plantan cara otra vez a May por el Brexit
Piden que el Parlamento pueda forzar a renegociar con la UE
Theresa May, implacable en el tema del Brexit como Margaret Thatcher lo fue con los sindicatos e Isabel I con María Estuardo, reina de los escoceses (a la que ordenó decapitar en 1587 en el castillo de Fotheringay), tiene todas las de ganar. Los Lores lo saben, pero aún así están haciendo todo lo posible por buscarle las cosquillas y adoptar una posición de autoridad moral frente al populismo gubernamental. Ya la semana pasada demandaron el reconocimiento de los derechos de los ciudadanos de la UE en el Reino Unido, ahora han reclamado (por 366 votos a 268) que el Parlamento pueda obligar a renegociar, si no le gustan, los términos de la ruptura con Europa.
Si en los Comunes el Gobierno goza de una pequeña y frágil mayoría, en los Lores (en parte hereditarios, en parte en función del cargo y el resto designados a dedo) no es así. Toda la diferencia del mundo. Una alianza de laboristas, liberales, independientes y algunos conservadores ha desafiado dos veces a Theresa May en los últimos siete días. Y aunque la constitución no escrita contempla que los Comunes prevalezcan en caso de desacuerdo, el plante es una forma efectiva de presión, ya que algunos diputados tories se encontrarán con un dilema cuando tengan que votar de nuevo.
Downing Street apuntó toda su flota de misiles nucleares en dirección a la Cámara Alta, advirtiendo que no piensa dar marcha atrás ni en el tema de los residentes europeos ni en el de la capacidad de decisión del Parlamento sobre el Brexit (ofrece que pueda aprobar o rechazar el acuerdo final, pero no modificarlo u obligar a renegociarlo, con lo cual deja muy pocas opciones). Pero los obispos, aristócratas, políticos y empresarios que forman el club no se han dejado amilanar.
Sobre todo en el asunto de los ciudadanos europeos está la primera ministra cada vez más acorralada, ya que incluso brexistas duros como Michael Gove se han declarado partidarios del reconocimiento inmediato de su derecho a permanecer en el país al margen de cualquier consideración, y en contra de que sean utilizados como rehenes en las conversaciones que se avecinan con Bruselas, opinión ratificada por comité parlamentario.
May sigue diciendo que no contempla la convocatoria de elecciones anticipadas a pesar de que las encuestas le dan veinte puntos de ventaja sobre el laborista Corbyn, que multiplicarían por diez o quince la actual mayoría en los Comunes. El ex primer ministro John Major se ha sumado al coro de quienes le ruegan que llame a las urnas esta primavera o si no en el otoño, aprovechando la enfermedad terminal de un Labour que ha perdido la identidad, dividido entre los eurófilos (que son mayoría) y los euroescépticos (alrededor de una tercera parte de sus votantes). El científico Stephen Hawking ha calificado al actual liderazgo de “desastroso” y ha pedido un relevo.
May ha encontrado una mina de oro en un populismo nacionalista inglés que tiene subyugados a los votantes, y a corto plazo les ha hecho olvidar hasta las penurias de la austeridad mientras sueñan con el maná del Brexit. A la hija del vicario no le gusta correr riesgos innecesarios, y piensa que unas elecciones lo serían. Aunque su propia apuesta quizás sea demasiado optimista: que para el 2020 haya conseguido arrancar un buen trato a Bruselas, que la economía británica vaya bien y que la oposición no se haya regenerado. Una carambola a tres bandas de difícil ejecución.
Presiones cada vez más fuertes para que el Gobierno convoque elecciones anticipadas antes de fin de año