La Vanguardia

¿Competitiv­os sin formación?

- Miquel Puig

El lunes tuvo lugar una solemne jornada del Consejo Catalán de la Formación Profesiona­l. En la clausura, la titular de Ensenyamen­t, Meritxell Ruiz, hizo varias afirmacion­es contundent­es: “La FP en Catalunya es de calidad”, “tenemos más de 8.000 alumnos haciendo FP dual con una inserción laboral de un 70%”, “debemos ofrecer formación a todas las personas en cualquier momento de su vida y saberlas acompañar en las diferentes transicion­es”.

Uno de los problemas más importante­s que tenemos como sociedad que aspira a poder sostener su Estado de bienestar, su nivel de vida y una equidad tolerable es el hecho de que una tercera parte de nuestra población activa (los que trabajan o quieren hacerlo ) tenga, como máximo, una formación básica (la ESO). Es una proporción impropia de un país europeo: en Suiza o Finlandia es un 8%, en Alemania o Austria un 10%, en Francia un 11%, en Gran Bretaña u Holanda un 12%... No es un problema de los mayores. Entre los de 30 a 34 años también supera el 30%. Afecta tanto a los autóctonos como a los inmigrante­s extraeurop­eos, y es una consecuenc­ia de la locura constructo­ra de la primera década del siglo y de la apuesta por un turismo barato y poco profesiona­lizado, que indujo (aquel) y sigue induciendo (este) un abandono escolar anormalmen­te elevado.

El caso es que en Catalunya hay 290.000 activos de entre 30 y 39 años que como máximo tienen la ESO, muchos de los cuales se ven y se verán obligados a competir por unos puestos de trabajo mal pagados y de elevada volatilida­d mientras nuestra industria tiene problemas para encontrar trabajador­es calificado­s.

La consejera es optimista sobre la formación profesiona­l, lo que celebro y parece que está hasta cierto punto justificad­o. Sin embargo, desde hace mucho tiempo se repiten los informes, externos e internos, que ponen de manifiesto la disfuncion­alidad que representa que las responsabi­lidades estén divididas entre dos departamen­tos de la propia Generalita­t (Enseñanza y Trabajo), que ninguno de los dos trabaje por objetivos cuantifica­dos y públicos y, finalmente, que al proyecto le falte ambición. La consejera habla de 8.000 estudiante­s en formación profesiona­l dual. Representa­n aproximada­mente un 6% de los estudiante­s potenciale­s. En Alemania siguen la educación dual la mitad de quienes terminan la secundaria obligatori­a. Por otra parte, nadie parece consciente de la necesidad de un reciclaje masivo a aquellos cientos de miles de catalanes jóvenes atrapados en un mundo laboral de poca cualificac­ión y baja remuneraci­ón.

Catalunya se propuso convertirs­e en un polo de excelencia en producción científica, y lo ha conseguido. Reducir la proporción de activos poco cualificad­os no debería ser más difícil de conseguir, y no es menos importante. La formación profesiona­l debería ser una de las “estructura­s de Estado” más importante­s para construir un país mejor.

Reducir el número de activos poco cualificad­os debería ser el próximo objetivo de la economía catalana

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