La Vanguardia

Jornadas pasables

- Màrius Serra

Els Amics de les Arts publican un nuevo disco, Un estrany poder. Es una primavera muy intensa de novedades discográfi­cas por parte de músicos catalanes: Txarango, Blaumut, Joan Rovira... todos con nuevo disco. La música tiende a fomentar la repetición de una manera más marcada que otras disciplina­s artísticas. Por eso, escuchar las canciones por primera vez es algo especial. De hecho, la gira de conciertos no suele empezar hasta que pasan semanas de la salida del disco para que los seguidores fieles se familiaric­en con las nuevas canciones y no vayan vírgenes. Cada vez que escuchamos una canción no sólo penetramos más en sus misterios, sino que le adherimos más cosas del ámbito personal: recuerdos, ecos, asociacion­es imprevista­s... Por eso la primera audición de las canciones que nos gustarán es como la primera vez que vemos a alguien con quien trabaremos amistad.

Un estrany poder contiene algunas canciones tan extroverti­das como el amigo simpático de la pandilla (las videoclipa­das El seu gran hit o Les coses) y otras menos directas. Yo ya veo venir que me haré muy amigo de El vent tallant, una adaptación de un poema de Kafka (Wunsch, Indianer zu werden) que habla de un indio liberado en su galope. Els Amics la han grabado con los sesenta músicos de la OBC dirigidos por Joan Martorell, y los arreglos de Enric Palomar acompañan la melodía del cuarteto al galope, hasta el punto que te sientes encima del caballo. Una delicia sinfónica que nos aproxima de modo gozoso a la libertad agorafílic­a. Otras canciones del disco tienen estructura de diálogo, con la alternanci­a de las cuatro voces marca de la casa. De repente, la acumulació­n de réplicas de los cuatro interlocut­ores confluye en un solo grito compartido, un estribillo fuerte que armoniza las voces y se repite unas cuantas veces. Apologia de la ingenuïtat es una de estas canciones que parecen extraídas de una escena teatral. O dos, porque dos son los animados diálogos de vecinos que desembocan en un ralentí musical que reclama no hacer apología de la ingenuidad y se eleva en un estribillo muy actual. La canción se enmarca en el paso de la juventud a la madurez: “Però no fem apologia de la ingenuïtat, a veure si amb tantes ganes de viure prendrem tots mal quan descobrim la gran veritat. Hi ha dies que no passa res!”. Tras el primer estribillo, el segundo diálogo deriva hacia la creación de un eslogan que me parece profundame­nte contemporá­neo: “No volem apologia de la ingenuïtat, i desitgem que la monotonia us repodreixi a tots els que doneu pel sac. Visca els dies que no passa res!”, claman las cuatro voces amicales a los cuatro vientos. Reiteradam­ente. Aunque el contexto de la canción sea otro, resulta inevitable pensar que vivimos un empacho general de jornadas históricas y victorias deportivas prodigiosa­s. La hiperactiv­idad está sobrevalor­ada. Lo digo yo, que nací un uno de mayo y ya no he parado. Al final, echamos en falta días en los que no pase nada.

Preveo que seré amigo de ‘El vent tallant’, una adaptación que Els Amics de les Arts hacen de un poema de Kafka

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