“Lo mejor para combatir a los yihadistas es no crearlos”
François Burgat, politólogo experto en islamismo
Veinticinco años ha vivido François Burgat en el mundo árabe: Argelia, Yemen, Siria y Líbano, entre otros países. El politólogo francés experto en islamismo pronunció en Barcelona una conferencia sobre El islam político tras las primaveras árabes, invitado por el IEMed. “I have a dream: no hablemos de islamismo cuando hablemos de nuestros vecinos; centrémonos en otro tema”, dijo.
¿Cómo ha evolucionado el islamismo desde que empezó a estudiarlo a finales de los setenta? El territorio del islamismo era la zona de contacto entre Occidente y el mundo musulmán, una zona de tensión. Desgraciadamente, hace 30 años que me preguntan si el islam es compatible con la democracia. No sólo el estado de ánimo de los occidentales no ha evolucionado sino que se ha crispado. Y hay un proceso, en mi opinión inexorable, de ir hacia los extremos por los dos lados. La toma de Mosul, el hundimiento del Estado iraquí en beneficio de la franja más extremista del espectro político iraquí ha marcado la primera etapa de la ubicación en el centro de los extremos. Tenemos como eco una crispación de identidad que se manifiesta de manera estruendosa en las elecciones americanas y en la transformación del cuerpo electoral en Europa. La componente mayoritaria de los movimientos islamistas acepta hace mucho la compatibilidad entre el islam y la democracia. Hay incluso discursos islamistas que dicen que fueron ellos quienes inventaron el concepto, la shura (consejo consultivo), que está en el Corán. Y hay islamistas que la rechazan. La palabra islamismo ya no es práctica desde el punto de vista científico porque se usa para describir a Rashid Ganushi, el tunecino que participó en la adopción de la Constitución más democrática y más laica del mundo árabe, y en el otro extremo está Abu Bakr el Bagdadi.
En su conferencia denunció la obsesión occidental por los islamistas y las primaveras árabes. Deberíamos interesarnos por la actuación del autoritarismo de la región. ¿Quién ganó en Egipto? No perdieron los islamistas, ganó el autoritarismo. Las primaveras nos enseñan a respetar una temporalidad más larga que la que imaginada. La revolución francesa también necesitó tiempo. Las primaveras parirán con dolor instituciones que desempeñen el papel que no han podido desempeñar hasta ahora, con el colonialismo y, luego, con el autoritarismo.
¿Será Europa y Occidente en general el escenario prioritario de batalla del Estado Islámico? El aplastamiento de la base territorial de Daesh no será el final de su problema. Ya sabemos que asistimos a un proceso de vuelta a la clandestinidad, desgraciadamente es bastante verosímil que este problema que no hemos sabido resolver en Irak y en Siria se desplace y se eternice.
Francia ha reconocido el fracaso de los programas de desradicalización de jóvenes. De entrada, la mejor manera de combatirlos es dejar de producirlos. Los mayores fabricantes de yihadistas del mundo son, para mí, los estadounidenses y, después, los europeos. Es un contrasentido metodológico centrar el problema de la violencia en la islamología y querer sustituir una ideología radical por otra ideología. Lo importante es deconstruir la disfunción institucional que hace que alguien necesite una ideología radical. Hay que entender por qué el joven que tiene la elección entre numerosas maneras de apropiarse la religión en la política elige la expresión excluyente, binaria, conflictiva. La respuesta está en el funcionamiento de la sociedad.
Aparte de musulmanes radicalizados hay conversos que han adoptado directamente el yihadismo. Los conversos son gente que coge el tren en marcha. David Thompson ha hecho un trabajo sobre el terreno en Francia (Les revenants), con una muestra de 18 jóvenes franceses que han regresado de Siria. Dice que entre los conversos hay más Kevin (nombre muy popular) que Jean-Eudes (nombre aristocrático). La mayoría de los conversos proceden de la misma periferia social de exclusión que los musulmanes. Y que, aunque hay diversas motivos hay dos palabras presentes en sus explicaciones: humillación y dignidad.
¿Ha fracasado definitivamente el islam político, como han dicho algunos estudiosos? Fue anunciado dos veces. Una, en 1995 y otra, en la primera semana de la primavera tunecina, cuando hubo quienes decían que no votarían a quienes no habían estado allí desde el primer momento. Unas semanas después triunfaban los islamistas y también en Egipto.
¿El yihadismo es un hijo del islamismo o una manipulación? El yihadismo no es algo ajeno al islam. Estas sociedades hacen de la terminología del islam que, antes que una religión es una cultura local, home made y la cultura de sus ancestros, algo central. Pero grandes fabricantes de yihadismo son también los regímenes árabes autoritarios como Bashar el Asad, Abdulfatah al Sisi, que se han beneficiado del miedo occidental para legitimar su absolutismo.
“En Egipto no perdieron los islamistas, ganó el autoritarismo” “Hay islamistas que niegan la democracia y otros que dicen que está en el Corán”