El miedo al miedo
EL historiador romano Tito Livio (I a.C.) escribió que “el miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”. El mundo tiene miedo y Europa aparece de un tiempo a esta parte especialmente temerosa, puede que porque presumía de ser un espacio de libertades, bienestar y desarrollo, y la reciente crisis económica (que ha terminado por ser social y política) ha hecho que dude no sólo de su modelo, sino también de sus valores fundacionales. El ex comisario portugués António Vitorino explicaba recientemente en un debate que el miedo hace que en la ciudad con menos extranjeros de Alemania como es Leipzig se registre el mayor porcentaje de rechazo a los inmigrantes. El miedo es como un muro que no nos deja ver más allá de su imagen intimidadora. Por eso William Shakespeare, profundo conocedor del alma humana, resaltaba que a lo único que temía era al propio miedo, porque podía empujar a cometer graves errores, a influir decisivamente en las tragedias.
Las páginas de Internacional del diario son un rompecabezas de temores que, si acaban por encajar, pueden arrastrarnos al peor de los miedos, aquel que desemboca en el individualismo, la insolidaridad y la intransigencia. Sin embargo, empiezan a detectarse motivos para la esperanza, como ese movimiento ciudadano nacido en Frankfurt que lleva a miles de personas a concentrarse cada domingo en varias capitales continentales en favor de Europa. Se llama Pulse of Europa y ayer pedía a los holandeses: “¡Quedaos con nosotros!”. En los Países Bajos hay elecciones el miércoles y preocupa que pueda ganar Geert Wilders, un populista animado por el Brexit y Trump que quiere cerrar las fronteras, salir del euro y acabar con la UE. Pero las últimas encuestas se lo ponen difícil. Seguramente, también es resultado de otro miedo. El miedo a que no haya vuelta atrás. Lo intuyó el poeta Nicolas Boileau, que sostenía que, si escogemos con miedo, elegiremos el peor escenario.