Asedio final en Mosul
Irak completa el cerco a los yihadistas, que resisten en una ciudad en ruinas
Mosul parece el Apocalipsis. Al acercarse a las posiciones del ejército iraquí y de las fuerzas militares kurdas –los peshmergas–, apostadas en la zona oriental de la ciudad, muy cerca de los hombres del Estado Islámico (EI) que aún intentan resistir en la zona oeste, se ven numerosos pueblos y barrios completamente destruidos por los bombardeos de la coalición internacional de 68 países, encabezada por Estados Unidos, así como por los estragos provocados por la ocupación del autoprocla-mado califato islámico, que se hizo con el control de Mosul en junio del 2014.
La lucha por la ciudad parece llegar a su fase final, cinco meses después de se que iniciara la operación militar. Un portavoz aseguró ayer que ya habían reconquistado casi la mitad de la zona al oeste del río Tigris. Habían tomado la última carretera de salida y por tanto los yihadistas estaban totalmente cercados. Quedan unos 2.500 dispuestos a morir junto a una población de casi medio millón.
Mientras, en la zona este, entre miles de casas en ruinas –algunas aún cargadas de explosivos instalados por los yihadistas antes de batirse en retirada– se vislumbran montañas de escombros y gente en shock que deambula. Aisha, de 10 años, y su padre Mohamed, residentes del campo de refugiados de Nergezlia, miran lo que quedó en pie de su casa e intentan buscar objetos tras las incontables explosiones de los últimos años. Algunos jóvenes ataviados con camisetas de Messi y de Piqué, pero también de Ronaldo, trabajan juntos intentando hacer lo imposible: tratar de reparar las paredes de sus hogares.
Mientras reconstruían paredes, el tema de conversación no era sobre los yihadistas, sino sobre la épica victoria del Barça sobre el PSG en la Liga de Campeones. Entre burlas de sus colegas, el seguidor del Madrid dice que no está dispuesto a hablar sobre el Barça, pero dice que si queremos puede contarnos sobre sus vivencias bajo el yugo yihadista.
Mientras camino entre las casas destruidas, me acerco a un portal. Me advierten en seguida cuando ven que pretendo abrir la puerta y me muestran una señal que indica que puede estar cargada de bombas trampa. “Cada día explotan varias”, dice uno de los jóvenes. Y añade: “Si ves esa señal en las puertas, ni te acerques”. La señal, que es una letra árabe que significa “peligro”, está presente por todos lados. “Este es el lugar más peligroso del mundo”, advierten.
Mohamed nos muestra en su teléfono imágenes de gente que en el 2014 salió a la calle festejando la llegada de los hombres vestidos de negro del EI, que ocuparon entonces la segunda ciudad más importante de Irak –entonces tenía cerca de tres millones de habitantes–. Les gritaban: “¡Bienvenidos, Dios es el más grande!”
Ahora, en las fronteras o los puestos de control alrededor de Mosul hay otras unidades, soldados del ejército iraquí , que intentan descubrir entre los refugiados –cien mil han salido de la zona oeste de Mosul estos días– quién colaboró con el EI, aunque muchos ahora se han afeitado las barbas y han cambiado su atuendo y su discurso. Parte de los hombres pasan largos interrogatorios para obtener información sobre miembros del EI, que impusieron el estilo de vida de los principios del islam en esta estratégica ciudad al norte de Irak.
La casa de Ismail Hasan Husein (27 años) en la zona de Hursibat está prácticamente destruida, pero él y toda su familia decidieron que era preferible vivir allí a permanecer en el campo de refugiados a varias decenas de kilómetros. El joven padre de familia nos enseña cómo los yihadistas ocuparon su casa y dejaron banderas y libros con todo tipo de información sobre sus misiones, los sueldos de cada combatiente, bonos por actividades especiales –como ahorcamientos– y listas de sospechosos de ser enemigos del EI.
Junto a Haref, su hermano Sa-
“Este es el lugar más peligroso del mundo”, advierten unos chicos con camisetas del Barça y el Madrid