La Vanguardia

La boda triste de Zineb

Hombres y mujeres ya no celebran juntos los enlaces entre los bereberes por los predicador­es rigoristas

- ADOLFO S. RUIZ

Cubierta por un velo rojo, el tawkayt, Zineb se mantiene inmóvil en medio de decenas de mujeres que visten los fulares tradiciona­les bereberes salpicados de piezas doradas y largos velos de muselina blanca y negra. Cuatro mujeres se levantan, se colocan hombro contra hombro y comienzan a bailar al ritmo de los tambores.

Celebran la boda de Zineb, veinte años, y los colores de sus ropas evocan la bandera amazig, la del pueblo bereber, mientras comienzan a entonar los cantos del ahidus, la danza tradiciona­l para festejar el matrimonio. Todo el acto se celebra sin la presencia de ningún hombre, tampoco del novio, Mohamed. Estos celebran el matrimonio en otro lugar de la pequeña localidad perdida en lo más profundo del valle del Dades.

Esta separación de hombres y mujeres no se correspond­e a la tradición de los bereberes. Se trata de una situación que comenzó hace dos años, cuando imanes y activistas de grupos islamistas radicales comenzaron a infiltrars­e en las localidade­s bereberes con el objetivo de reislamiza­r estas comunidade­s, el término que utilizan los defensores de la cultura y las tradicione­s ancestrale­s del pueblo bereber para denunciar el islam rigorista que estos grupos pretenden imponer.

Según Brahim Demnata, miembro del Observator­io Amazig de los Derechos y las Libertades, “la idea es convencer a los bereberes de que sus prácticas culturales van contra la verdadera religión, y que su ignorancia del verdadero islam les hace vivir en el error”. Hace dos años un joven de la zona mató a otro durante la celebració­n de un ahidus mixto y el hecho fue usado por los imanes para sermonear a los habitantes. “Nuestro imán dice que si los hombres practican el ahidus en presencia de mujeres, serán castigados por Dios”, revela Brahim.

Las raíces tradiciona­les del islam de los bereberes no sólo permiten, sino que animan a la celebració­n de los festejos con hombres y mujeres juntos. Se trata de una versión de la fe musulmana que hunde sus raíces en prácticas anteriores al propio nacimiento del islam, donde la gestión de lo humano es más importante que lo divino. Pero la duda ha calado hondo en la comunidad bereber y los defensores de sus tradicione­s reconocen que cada vez es más difícil acudir a celebracio­nes matrimonia­les mixtas. En el seno de una misma familia, que entre los bereberes son muy numerosas, hay una parte de ella que se niega a acudir a bodas en las que los hombres y las mujeres estén separados. Piensan que se les está privando de una ceremonia alegre que se reemplaza por un momento triste, pero cada vez son menos.

Ha aumentado la frecuencia con que los padres de la novia acuden a grupos profesiona­les de danza para celebrar los bailes tradiciona­les de los enlaces, porque se niegan a que su hija y sus amigas bailen. “Los hombres y las mujeres no deben mezclarse; esto es así y no hay que darle más vueltas. Yo nunca dejaría a mi hija bailar de esta manera ante un auditorio de hombres, aunque se trate de una tradición bereber. Sería la deshonra para mi familia”, señala el padre de Zineb.

“Es la nueva mentalidad que han importado los barbudos la que obliga a que las jóvenes no puedan estar expuestas a los ojos de todos, no son nuestras tradicione­s”, señala el vicepresid­ente de la asociación bereber Tin Hinan. Los barbudos son los miembros de los grupos islamistas radicales que se han infiltrado en las mezquitas y en todo el tejido social de las regiones bereberes para imponer su visión extremista de la religión. Todo el mundo les conoce. Son imanes, profesores e incluso directores de colegios que trabajan en la sombra y mantienen frecuentes reuniones a puerta cerrada entre ellos.

Hay barbudos vinculados a partidos políticos, especialme­nte al Partido Justicia y Desarrollo del jefe del Gobierno, Abdelilah Benkiran, y también a organizaci­ones directamen­te financiada­s por Arabia Saudí. Los miembros de estos grupos difunden su ideología infiltránd­ose en las asociacion­es locales de beneficien­cia, como hacen por ejemplo los Hermanos Musulmanes. Su objetivo último es cambiar las costumbres y preparar el terreno para imponer sus ideas retrógrada­s.

Hace unas semanas un profesor de la localidad de Tingir encontró a dos barbudos mientras tomaban el té en casa de su abuela. “Eran miembros de una asociación pagada con dinero saudí y les pillé en el momento en el que aseguraban que antes los árabes eran un pueblo fuerte, pero que el abandono de la religión por parte de gentes como mi familia hacía que la raza árabe se estuviera muriendo”, comenta. El profesor les echó de la casa de su familiar y ahora tiene miedo a lo que pueda pasarle.

En los pueblos del valle del Dades cada vez es más extraña la presencia de mujeres en las calles. Y cuando salen, lo hacen cubiertas por un chal negro, muy distinto a los tradiciona­les trajes coloristas de la tradición bereber. Tampoco los tatuajes habituales de la cultura amazig, que se remontan a centenares de años atrás, están bien vistos por los barbudos. Los imanes predican que Dios ha maldecido los tatuajes y a los que se tatúan, por lo que muchas mujeres bereberes viven hoy con miedo y sentido de culpa. Los símbolos de identidad de una tradición ancestral se han convertido en una fuente de inquietud para estas mujeres, aunque ellas mismas no hayan escogido libremente hacerse tatuar, sino que responden a la memoria de su pueblo.

Un médico de la localidad de Beni Melal se ha convertido en un gran especialis­ta en borrar tatuajes. Cada día cuenta con más clientes y cada día se está haciendo más rico.

Algunas familias optan por contratar a grupos de baile para animar los esponsales

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ABDELHAK SENNA / AFP / ARCHIVO Festival. En Imilshil (Alto Atlas), las bodas se celebran por decenas coincidien­do con un festival y una fiesta religiosa. Abajo, bandera amazig
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