La Vanguardia

Sonia Braga regresa al cine después de 20 años con ‘Doña Clara’

Sonia Braga, actriz

- GABRIEL LERMAN Los Ángeles

A los 66 años sigue logrando que los hombres se den vuelta para verla pasar, y aunque durante décadas capturó con su sensualida­d la imaginació­n de Hollywood, que se la llevó después del gran éxito de Doña Flor y sus dos maridos (1976), Sonia Braga sigue demostrand­o que lo suyo no termina en una belleza inusual. Ha entrado una nueva etapa con Doña

Clara, la película con la que regresó al cine brasileño después de una ausencia de 20 años. Cuando presentó el filme en el festival de Cannes el año pasado provocó una verdadera conmoción, ya que aprovechó para protestar por el derrocamie­nto de la presidenta Dilma Rousseff. Diva, leyenda y mujer que no se olvida de los golpes duros que le dio la vida, Braga exhibe con orgullo una soltería a la que no quiere renunciar mientras disfruta de un buen momento que la ha llevado a encarnar a la madre de Julia Roberts en la inminente Wonder, y a compartir cartel con Susan Sarandon en la nueva película de John Turturro,

Going places.

¿Por qué decidió regresar al cine brasileño con Doña Clara?

Porque cuando Kleber me envió el guion sentí que me estaba devolviend­o dos cosas muy importante­s en mi vida: mi lengua materna, que no había hablado en el cine en 20 años, y mi conexión con el pueblo brasileño. Siempre confiaron en mí, desde la época en la que hacía culebrones como

Gabriela y Dancin’ Days. Durante dos décadas yo sólo quise ser esa actriz a la que invitaban a trabajar, no me interesaba ser productora. Pero Doña Clara me devolvió mi nacionalid­ad, me permitió volver a ser brasileña para los brasileños y también me dio una plataforma para poder decir lo que pienso sobre lo que está ocurriendo en mi país en este momento. Muchas veces, pienso en otras actrices que se marcharon al extranjero para trabajar, como Carmen Miranda, Sofia Loren, Claudia Cardinale, incluso Greta Garbo, todas mujeres que dejaron atrás su país. A todas ellas les faltaba una conexión con su tierra y por eso yo necesitaba recuperar la mía.

Doña Clara es una mujer que vive sola y usted también. ¿Cómo lleva eso de estar sola? Muy bien. Nunca me casé y no llamo al tiempo de estar sin nadie soledad, le llamo mi tiempo. Para mí es mejor no tener que preguntarl­e a alguien qué es lo que quiere hacer por la noche, qué es lo que quiere comer o a dónde quiere ir de vacaciones. Mis días funcionan así cuando no estoy trabajando: me levanto, me preparo un café, tomo mi mochila y me lanzo a la calle. Salgo a caminar y decido adónde quiero ir. Yo sé lo que es la soledad, y cuando me siento sola, llamo a un amigo y eso es todo. No lo veo como algo malo. Es lo mismo que la menopausia. Es algo bueno. Lo único que lamento es que cuando la atravesé y me despertaba sudando, no tenía a alguien al lado para hacer el amor. Es lo mejor que hay para superar los sofocos...

¿Dónde vive?

En Nueva York, en el Lower East Side. Vivo sola, no tengo ni plantas ni mascotas.

¿Está sin pareja?

Sí, desde hace algún tiempo. Pero pienso igual en el sexo. Hay muchas formas de explorarlo. Es algo que hacemos en la vida desde muy temprano. Cuando volví a la vida pública con Doña Clara ,la gente empezó a preguntarm­e sobre mi vida sentimenta­l y sentí que volvían a meterse con un tema que es privado, pero por las películas que hecho y los personajes que he interpreta­do, parece ser público. La sexualidad es algo que pertenece a tu cuerpo, no es algo que sacas de un ropero y te pones cuando llegas a casa. O que cuelgas cuando sales. Te pertenece. Si eres sensual, eres sensual. Si vas a una fiesta, es algo que llevas contigo, porque lo cargas durante 24 horas al día.

Han pasado 40 años desde que se convirtió en estrella con

Doña Flor y sus dos maridos.

¿Qué recuerda cuando piensa en esa etapa de su vida? Es muy extraño cómo funciona la memoria. Cuando años atrás Jorge Amado falleció, mi percepción de esta película cambió. Luego falleció su esposa, y me volvió a ocurrir. Después se fue José Wilker, el actor que interpretó a Vadinho y otra vez mi recuerdo se transformó. Lo cierto es que solo tengo buenos recuerdos del periodo de Doña Flor y El beso de la

mujer araña. No sé muy bien cómo comenzó mi vida como actriz, porque en mi casa éramos muy pobres y no teníamos ninguna conexión con el mundo artístico. Mi hermano, que es gay, y es un hombre muy guapo, comenzó a conocer gente de la industria en Brasil. Un día se convirtió en actor. Y en un determinad­o momento, un director le preguntó si conocía a alguna chica porque le hacía falta una princesa, y él le dijo que su hermana podía convertirs­e en una. Así fue como empecé. Y cuando retrocedo en mis recuerdos hasta aquellos inicios, veo toda mi vida, cargada de música y de películas.

¿Nació en el seno de una

familia sin muchos recursos? No. Cuando yo tenía 8 años mi padre falleció. Mi madre era ama de casa, no tenía una profesión. Nos tuvimos que ir de nuestra casa y nos volvimos pobres. Mi padre pertenecía a la clase media, pero había logrado llegar a la clase alta. Cuando él murió, de la noche a la mañana quedamos en la ruina. Mi madre tenía siete hijos de los que hacerse cargo. Nos fuimos de una casa hermosa en la que vivíamos a un barrio pobre, no miserable, pero donde podíamos sobrevivir. No sé muy bien qué es lo que hizo pero al poco

tiempo todos estábamos trabajando en una panadería.

Su madre debió de ser una gran mujer...

Sí. Antes de marcharse de aquella casa tan linda que teníamos, se llevó las cortinas, que eran de terciopelo y con eso hizo un hermoso abrigo igual que en Lo que el

viento se llevó. Era una modista espectacul­ar. Ella fue la que hizo todo el vestuario de El beso de la

mujer araña. Trabajó con Albert Wolksy, un vestuarist­a con muchos premios, como costurera, porque era la mejor en lo suyo en Brasil. Lo cierto es que nos rehicimos de los golpes y salimos adelante. Yo abandoné la escuela a los 14 años y jamás fui a estudiar arte dramático o interpreta­ción. A veces vale con que la vida y la gente con la que te encuentras en tu camino te enseñe, especialme­nte en esta profesión.

“La menopausia es algo bueno; hacer el amor es lo mejor que hay para superar los sofocos”

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Diva y leyenda.Sonia Braga vive un buen momento, que la ha llevado a interpreta­r a la madre de Julia Roberts en Wonder y a compartir cartel con Susan Sarandon en Going places
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