La Vanguardia

Siempre Llull

El base menorquín decide el clásico con una canasta en el último segundo

- ALFRED BELLOSTAS

Después de 39 minutos y 59 segundos decidió Llull. Como siempre, un desenlace previsible. El menorquín evitó la derrota madridista en un partido que fue positivo para un Barcelona que, esta vez sí, compitió hasta el final y se quedó a un paso de la victoria. Pero el factor Llull es muy importante. El base, que esta temporada ha aumentado su protagonis­mo tras el regreso de Sergio Rodríguez a la NBA, cogió el último balón después de un tiempo muerto. Tomic, espléndido con 14 puntos, 8 rebotes y 4 asistencia­s, había colocado el 74-75 a falta de seis segundos y ocho décimas. Oleson, que le había defendido muy bien en los primeros minutos, hizo lo que pudo, pero ni él, ni Claver en su salto para intimidar, evitaron el lanzamient­o bombeado que tanto le gusta al jugador de Maó. El balón entró limpio y aunque quedaban cinco décimas, el triple muy forzado del escolta de Anchorange no encontró el aro. Una lástima.

Más allá de lo que ocurrió en ese segundo final, el duelo refuerza moralmente al equipo de Bartzokas, que llegó a Madrid con muchas dudas pero se va de la ca- pital con una imagen renovada. De acuerdo, perdió, pero lo que se vio en el pabellón invita a un cierto optimismo de cara a los últimos meses de la temporada, aunque de momento haya caído al sexto puesto de la Liga Endesa. Y es que en el WiZink Center se vio a un bloque agresivo en defensa que no le perdió nunca la cara al compromiso, a pesar de que unos minutos muy desafortun­ados habían dado mucha ventaja a los madridista­s en el descanso (47-36). No, no hay muchos reproches que hacerle en esta oportunida­d a los barcelonis­tas, pero estaría bien saber qué demonios le está ocurriendo a Rice, que en nada se parece desde hace muchas semanas al líder que encandiló en el inicio de la temporada. En la Supercopa, encabezó el triunfo catalán con 30 puntos. En la primera vuelta, en el Palau, sumó 16. Ayer se quedó en 6, con 0/5 canastas y 2/6 triples. Pero más allá de esto, la realidad es que su papel no fue decisivo en ningún instante.

Que el Barça jugaría bien quedó muy claro enseguida. En el Madrid sólo anotaba Maciulis –los nueve primeros puntos fueron suyos y luego ya no lograría ni uno más–, pero los azulgrana se distanciar­on hasta el 7-15 moviendo muy bien el balón y siendo muy superiores entonces en el rebote (0-8). La primera reacción blanca llegó hasta el 23-23 del minuto diez, pero eran los visitantes los que seguían dominando (2730) después de un mate de Faverani y mucha presencia de Claver en el segundo cuarto, reemplazan­do a un Perperoglo­u que va claramente a más. Este escenario se rompió con un parcial de 15-4 en 5m20s en la peor fase del Barça, culminada antes del descanso con una transición de Doncic tras robar un balón y pase final para el triple de... Llull.

El 47-36 era un marcador muy injusto para los visitantes, que en esta ocasión salieron del vestuario convencido­s de sus posibilida­des. Las tenían y se presentaro­n gracias a una buena defensa. Los triples madridista­s retrasaron la igualdad, pero esta fue inevitable en un cuarto final que había empezado con 62-57 y muchos nervios: en cuatro minutos el parcial fue de 3-2. Ni siquiera cuando el partido se detuvo para celebrar que Felipe Reyes se había convertido en el máximo reboteador de la ACB con una cifra de 4.293 superando a Granger Hall se descentró el Barça, que recuperó la iniciativa con dos canastas seguidas de Tomic (72-73, 74-75). Pero es muy complicado alcanzar el objetivo cuando la diferencia es tan pequeña y Llull tiene el balón en las manos.

Más allá del resultado, el partido refuerza a un Barça que esta vez sí compitió hasta el final

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JUAN CARLOS HIDALGO / EFE Llull logró la canasta decisiva con este lanzamient­o en presencia de Oleson y Claver

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