Sagan y Barcelona
Una búsqueda en Google por “Declaración de Barcelona” arroja más de 541.000 resultados. Están la de las asociaciones de pacientes; la favorable a las ciudades y pueblos habitables, fértiles y resilientes; la que demanda la plurinaiconalidad del Estado (CiU, BNG y PNV en 1998); la contraria al TTIP; la de la Barcelona antitaurina; la de la inclusión social y la del software libre. Y esta es sólo la primera página de Google.
A esta búsqueda debemos añadir desde la semana pasada la Declaración de Barcelona que científicos de todo el mundo firmaron en el marco de las jornadas Inteligencia
artificial: sueños, riesgos y realidad, organizadas por Biocat i Obra Soacial La Caixa. En la declaración, los científicos manifiestan la importancia de la inteligencia artificial (IA) para el futuro de la economía mundial y piden que la Unión Europea apueste por su desarrollo –China y EE.UU. ya lo están haciendo– dotando a los centros de investigación y universidades de recursos.
La declaración también se dirige a la sociedad en general, de los beneficios que ya nos proporciona –Netflix, Spotify, Google o Facebook existen gracias a los algoritmos de IA que hay detrás–, pero también de sus riesgos: los mismos algoritmos que nos hacen felices cuando nos aciertan la serie de Netflix o cuando nos muestran la noticia en Facebook que más se adapta a nuestra manera de pensar, nos están en realidad cerrando en una sala de espejos digital donde sólo vemos reflejos de nosotros mismos hasta el infinito. Esto explicaría, según los mismos científicos, la polarización actual de la opinión pública y la influencia de las emociones y las creencias por encima de la razón y los hechos en la toma de decisiones.
Coincide también que estos días se ha hecho viral en la red un extracto del libro El mundo y sus demonios: la ciencia como una
luz en la oscuridad (1995) de Carl Sagan. El extracto hace referencia a las predicciones que hizo para el tiempo de sus nietos, un tiempo en que —decía Sagan— la economía estará basada en la información; donde impresionantes herramientas tecnológicas estarán en manos de pocos; cuando la gente habrá perdido el poder de cuestionar con conocimiento de causa a los que están en el poder; cuando esté en declive nuestro espíritu crítico, incapaces de distinguir lo que nos gusta de lo que es cierto, y nos deslicemos sin darnos cuenta de nuevo hacia la superstición y la oscuridad.
En el libro, Sagan explica el método científico de manera sencilla y anima a los lectores a ser escépticos utilizando el pensamiento crítico, repasa la historia de los beneficios que la ciencia y las tecnologías han aportado a la humanidad, también los desastres de su mala utilización y sobre todo advierte de los riesgos de la toma de decisiones basadas en emociones, creencias, verdades reveladas y supersticiones. En cierto modo Sagan también predijo las conclusiones de la última declaración de Barcelona respecto a la inteligencia artificial.
Pese a la información que tenemos, nuestras decisiones se basan en creencias, emociones y supersticiones