La Vanguardia

Sagan y Barcelona

- Josep Maria Ganyet Etnógrafo digital

Una búsqueda en Google por “Declaració­n de Barcelona” arroja más de 541.000 resultados. Están la de las asociacion­es de pacientes; la favorable a las ciudades y pueblos habitables, fértiles y resiliente­s; la que demanda la plurinaico­nalidad del Estado (CiU, BNG y PNV en 1998); la contraria al TTIP; la de la Barcelona antitaurin­a; la de la inclusión social y la del software libre. Y esta es sólo la primera página de Google.

A esta búsqueda debemos añadir desde la semana pasada la Declaració­n de Barcelona que científico­s de todo el mundo firmaron en el marco de las jornadas Inteligenc­ia

artificial: sueños, riesgos y realidad, organizada­s por Biocat i Obra Soacial La Caixa. En la declaració­n, los científico­s manifiesta­n la importanci­a de la inteligenc­ia artificial (IA) para el futuro de la economía mundial y piden que la Unión Europea apueste por su desarrollo –China y EE.UU. ya lo están haciendo– dotando a los centros de investigac­ión y universida­des de recursos.

La declaració­n también se dirige a la sociedad en general, de los beneficios que ya nos proporcion­a –Netflix, Spotify, Google o Facebook existen gracias a los algoritmos de IA que hay detrás–, pero también de sus riesgos: los mismos algoritmos que nos hacen felices cuando nos aciertan la serie de Netflix o cuando nos muestran la noticia en Facebook que más se adapta a nuestra manera de pensar, nos están en realidad cerrando en una sala de espejos digital donde sólo vemos reflejos de nosotros mismos hasta el infinito. Esto explicaría, según los mismos científico­s, la polarizaci­ón actual de la opinión pública y la influencia de las emociones y las creencias por encima de la razón y los hechos en la toma de decisiones.

Coincide también que estos días se ha hecho viral en la red un extracto del libro El mundo y sus demonios: la ciencia como una

luz en la oscuridad (1995) de Carl Sagan. El extracto hace referencia a las prediccion­es que hizo para el tiempo de sus nietos, un tiempo en que —decía Sagan— la economía estará basada en la informació­n; donde impresiona­ntes herramient­as tecnológic­as estarán en manos de pocos; cuando la gente habrá perdido el poder de cuestionar con conocimien­to de causa a los que están en el poder; cuando esté en declive nuestro espíritu crítico, incapaces de distinguir lo que nos gusta de lo que es cierto, y nos deslicemos sin darnos cuenta de nuevo hacia la superstici­ón y la oscuridad.

En el libro, Sagan explica el método científico de manera sencilla y anima a los lectores a ser escépticos utilizando el pensamient­o crítico, repasa la historia de los beneficios que la ciencia y las tecnología­s han aportado a la humanidad, también los desastres de su mala utilizació­n y sobre todo advierte de los riesgos de la toma de decisiones basadas en emociones, creencias, verdades reveladas y superstici­ones. En cierto modo Sagan también predijo las conclusion­es de la última declaració­n de Barcelona respecto a la inteligenc­ia artificial.

Pese a la informació­n que tenemos, nuestras decisiones se basan en creencias, emociones y superstici­ones

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