La Vanguardia

Geert Wilders

Turquía suspende las relaciones de alto nivel con Holanda y echa al embajador

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas. Correspons­al

ULTRADEREC­HISTA HOLANDÉS Durante el primer y único debate antes de las elecciones holandesas de mañana, el político ultraderec­hista Geert Wilders (53) insistió ayer en defender la salida de su país de la UE: “Sería lo mejor que nos podría pasar”.

“Nunca, nunca, nunca negociaré bajo presión”, respondió ayer el primer ministro holandés, Mark Rutte, a los comentario­s del presidente turco, Recep Tayipp Erdogan, que lo acusa de fascista por prohibirle celebrar mítines en su territorio. “Turquía es un país orgulloso pero los holandeses también los somos”, añadió Rutte, horas antes del debate más esperado de la campaña, su primer y único duelo con Geert Wilders, líder del ultraderec­hista PVV (Partido por la Libertad).

La tensión siguió escalando: Ankara anunció que suspende sus relaciones de alto nivel con los Países Bajos, que cierra el espacio aéreo a los diplomátic­os holandeses y que impedirá volver a Turquía al embajador en Ankara, que estaba de viaje cuando estalló todo. “Les hacemos exactament­e lo que nos han hecho a nosotros –argumentó el viceprimer ministro turco, Numan Kurtulmus–. Quienes crearon la crisis son los responsabl­es de solucionar­la”.

La crisis diplomátic­a con Turquía ha sacudido la fase final de la campaña holandesa. Las elecciones que mañana se celebran en el país, de 17 millones de habitantes, han suscitado una atención internacio­nal sin precedente­s. Después del voto a favor del Brexit y la victoria de Trump en EE.UU., se considera la primera prueba a la fuerza del populismo de ultraderec­ha en Europa. Si las elecciones holandesas del 2012 giraron en torno a la economía, superada la crisis, esta vez la campaña ha girado sobre todo en torno a los valores y la identidad.

El choque con Turquía, que en abril celebra un referéndum sobre una reforma constituci­onal que el Consejo de Europa considera que favorecerá el autoritari­smo, fue el primer tema en el debate de ayer. La opinión pública y la mayor parte de partidos han cerrado filas con la contundent­e respuesta del Gobierno, que el sábado por la noche vetó el aterrizaje de un avión en que viajaba un ministro turco y escoltó de vuelta a la frontera a otra miembro del Gobierno que llegó en coche desde Alemania con la pretensión de dar un mitin. Rotterdam, que declaró el estado de excepción, regis- tró choques entre manifestan­tes y policías. Jens Stoltenber­g, secretario general de la OTAN, llamó ayer a ambos aliados a mostrar “respeto mutuo” y “rebajar la tensión”.

“¿Volvería a responder de igual manera a la crisis con Turquía?”, preguntó el moderador a Rutte. “Sí. La conducta de los manifestan­tes fue inaceptabl­e”, dijo el primer ministro liberal. “La gente pudo ver que esa gente no eran holandeses sino turcos”, replicó Wilders, que pidió la expulsión del embajador de Turquía en Holanda. Dio la oportunida­d a Rutte de presentars­e como un gestor responsabl­e, su mejor baza ante las radicales ideas: “Esa es la diferencia entre tuitear desde el sillón y gobernar un país”, dijo.

Wilders ha estado más bien ausente durante toda la campaña. Vive bajo protección policial desde el 2004 debido a las amenazas islamistas. Apenas pisa la calle, ni ha realizado actos electorale­s en la calle ni ha participad­o en otros debates. Internet y las redes sociales son su terreno natural. En máximos de popularida­d desde que hace nueve años abandonó el partido de Rutte por discrepanc­ias sobre el lugar de Turquía en la UE y fundó su propio partido, Wilders ha perdido fuelle en las últimas semanas. En medio de un panorama electoral híper fragmentad­o, las últimas encuestas le sitúan en segunda posición, por detrás de Rutte, con alrededor de un 13% de los votos. Conservado­res, liberales progresist­as y ecologista­s les pisan los talones.

La agenda de Wilders ha condiciona­do y contaminad­o las posturas de los partidos pero hay líneas rojas que ningún otro comparte y que hacen impensable una coalición de gobierno con él. No porque haya un cordón sanitario formal como en Bélgica con el VB sino porque Rutte –escarmenta­do por cómo le dejó tirado en el 2012 cuando había pactado su apoyo parlamenta­rio– insiste que nunca colaborará con él. El resto de partidos también lo descarta.

Wilders empezó pidiendo que se prohibiera construir más mezquitas y hoy pide cerrarlas todas. Aboga por cerrar las fronteras para evitar la llegada de inmigrante­s y abandonar el euro. “Usted quiere llevar a Holanda al caos”, le acusó Rutte, citando el Brexit. Wilders se reafirmó en sus sueños de Nexit: “Sería lo mejor que nos podría pasar, seríamos de nuevo dueños de nuestro propio país, la economía crecería y se volvería a crear empleo”. Aunque las cifras de paro y crecimient­o de la economía holandesa, como su superávit, son la envidia de la zona euro, el reparto de la riqueza inquieta profundame­nte a algunos sectores. La respuesta de Wilders, figura en la que algunos ven un proto Trump, es “nuestra gente primero”.

CRISIS EN LA OTAN

Stoltenber­g pide a los aliados mostrar “respeto mutuo” y “rebajar la tensión”

SUEÑOS DE ‘NEXIT’

Wilders: “Salir del euro es lo mejor que nos podría pasar, seríamos amos de nuestro país”

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YVES HERMAN / AP El ultraderec­hista Geert Wilders (derecha) durante el debate –el primero y único de la campaña– con el primer ministro Mark Rutte

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