Escuchas de ida y vuelta
La contrarreforma sanitaria dejará sin seguro a 14 millones de personas en el 2018
Trump ya no cree que Obama le espiara.
La sensación de caos e improvisación que caracterizó el arranque de la presidencia de Donald Trump no remite cuando ya se han superado los primeros 50 días de mandato. El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, tuvo que enmendarle la plana al presidente y matizar ayer la acusación formulada por Trump sobre un supuesto espionaje con escuchas telefónicas del que supuestamente fue objeto durante la campaña electoral y del que acusó directamente a su antecesor, el presidente Obama. Donde Trump dijo digo, el portavoz dijo Diego. “Realmente [el presidente] no cree que el presidente Obama haya pinchado su teléfono personalmente”.
Trump había acusado a Obama de “caer muy bajo” y comparó el supuesto espionaje como algo propio del mccarthysmo y tan grave como el escándalo Watergate que provocó la caída de Richard Nixon de la presidencia. Pero no aportó ninguna prueba que avalara la acusación. Tampoco ningún responsable del FBI ni de los servicios de inteligencia confirmó la existencia del espionaje y un portavoz del presidente Obama desmintió la acusación.
Pero Trump se metió a sí mismo en un berenjenal al exigir una investigación del Congreso. Porque si la acusación no era cierta, tenía un problema, pero si era cierto que había sido sometido a vigilancia significaba que un juez lo había autorizado por considerar consistentes las sospechas sobre contactos con agentes extranjeros desde la torre Trump. Las comisiones de Inteligencia del Congreso que investigan los contactos del equipo de campaña de Trump con autoridades rusas dio de plazo hasta ayer al Departamento de Justicia para que aportara pruebas de la acusación del presidente a Obama y fue ayer cuando la Casa Blanca empezó rebajar planteamientos. El portavoz Spicer además de minimizar la acusación a Obama señaló que esperaba que el Departamento de Justicia aportara información sobre el supuesto espionaje pero que la Casa Blanca no había ordenado al Departamento de Justicia que aportara pruebas.
Según informaciones aparecidas en varios medios y no desmentidas, el jefe del FBI, James Comey, exigió al Departamento de Justicia que desmintiera la acusación de Trump para evitar males mayores, petición que no fue atendida por el fiscal general recién nombrado, el controvertido Jeff Sessions. Insistió en ello el senador republicano, John McCain: “Creo que el presidente tiene una de dos opciones: retractarse o proporcionar la información que el pueblo estadounidense merece, porque si el presidente Obama violó la ley vamos a tener un grave problema”. El asunto ha derivado en episodios hilarantes propio de un sainete. El portavoz Spicer ya dijo en alguna ocasión que había que entender la manera de hablar de Donald Trump. Ayer, después de enmendarle la plana, Peter Alexander, de la NBC, le preguntó si había que creer a pies juntillas todo lo que dice el presidente. Fue un divertido toma y daca que concluyó con una cautela del portavoz: “Hombre, claro, es el presidente de Estados Unidos. Si no está bromeando...”
Más burlas en la red provocó sobre el mismo asunto Kellyanne Conway, la consejera de Trump que inventó la existencia de “hechos alternativos”. El domingo admitió en una entrevista no tener tampoco ninguna evidencia de la acusación de Trump a Obama alegando que su cargo no le daba acceso a esa información, pero llegó a sugerir que La consejera Conway llegó a sugerir que pudo espiarse “a través del microondas convertido en cámara” Obama pudo haber espiado a Trump “a través del microondas convertido en cámara”. Se refería a los informes de la CIA filtrados por Wikileaks sobre las tácticas de espionaje a través de teléfonos y aparatos necesariamente conectados a internet, pero todavía nadie ha logrado patentar el microondas modelo Gran Hermano. Ante las burlas que provocaron sus declaraciones en las redes sociales, aprovechó una nueva entrevista para desdecirse asegurando que “yo no soy el inspector Gadget”.
En medio de esta tormenta, Trump centra sus esfuerzos en la batalla propagandística contra el
Obamacare para asegurar la mayoría en el Congreso a su contrarreforma sanitaria. Se empleó a fondo ayer porque estaba anunciado el informe de la oficina presupuestaria del Congreso, un órgano no partidista que hizo una previsión estremecedora: hasta 14 millones de estadounidenses se sumarán en el 2018 a los que hoy no tienen seguro médico –24 millones en el 2026–, lo que disparará la cifra de desprotegidos a más de 50 millones de ciudadanos. Eso sí, el Estado se ahorrará 337.000 millones en diez años.