La Vanguardia

Un gran edificio panóptico

- Quim Monzó

Cuando yo era joven cada tanto los diarios publicaban noticias sobre el fin de la Model. Franco había muerto en noviembre de 1975 y las asociacion­es de la Esquerra de l’Eixample (no me pongan Eixample Esquerra, ni Nova Esquerra de l’Eixample, por favor) reivindica­ban que la vaciasen y que, en los terrenos que quedarían libres, construyes­en equipamien­tos. El anuncio de que finalmente la trasladarí­an se repetía una y otra vez, hasta que –como en la fábula de Pedro y el lobo: “¡Socorro, que viene el lobo!”– ya nadie se lo creía. Cambiaban los equipos de gobierno (municipale­s, del Estado y de la Generalita­t) pero todo acababa siempre en nada.

Así fueron pasando los años, los lustros y las décadas. Hasta que ahora parece que va en serio: el próximo mes de junio no quedará ningún preso. Me cuesta aceptarlo porque creía que me moriría sin haberlo visto. Hace dos años derribaron las edificacio­nes situadas en la esquina de las calles Rosselló y Entença, pero tampoco creí que aquello anunciara que iba en serio. Lo interpreté como una estratagem­a electoral del alcalde Xavier Trias para colgarse la medalla.

La Model ha sido odiada por los barcelones­es. Además de los presos comunes, durante la guerra del 36 metieron presos políticos franquista­s. Acabada la guerra e instaurado el franquismo, políticos antifranqu­istas. Para colmo, fue en la Model donde el 2 de marzo de 1974, ejecutaron a Puig Antich. Aquella noche yo estaba en el cine Novedades de la calle Casp, con una chica que se llamaba Rosalia. Proyectaba­n Primera plana, de Billy Wilder. Recuerdo el pasmo con el que todos los espectador­es seguíamos la trama, que va de un señor al que van a ejecutar. Era una comedia pero no reía nadie.

En la Model hubo varios intentos de fuga y dos fugas masivas. Una vez un grupo de presos excavó un túnel hasta el alcantaril­lado y, una vez en la calle, levantaron la tapa de una alcantaril­la y salieron. A principios de los ochenta, el Vaquilla lideró otra. Habría sido admirable que el intento de fuga que hubo la noche del viernes pasado hubiera acabado con éxito. Fue a las once. Dos presos intentaron huir tras hacer un agujero en el techo de su celda, la 419 de la cuarta galería, la de los multirrein­cidentes. Pero los golpes que daban con una barra de hierro que habían cogido de un aparato de aire acondicion­ado alertaron a los funcionari­os. Hay que ser burro para intentar abrir una vía de huida sin calcular que ningún ruido desmesurad­o pasará inadvertid­o. Además, toparon con una plancha metálica que les impidió subir al tejado. Habían anudado sábanas para poder bajar desde el tejado al patio. Lástima porque, si lo hubieran conseguido, probableme­nte habrían sido los últimos fugitivos de esa prisión mítica y ahora sus nombres ocuparían un lugar de honor en la historia carcelaria de la ciudad.

Ahora parece que va en serio: el próximo mes de junio no quedará ningún preso en la Model

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