La Vanguardia

Política y arte

- Fèlix Riera F. RIERA,

En busca del tiempo perdido de Marcel Proust anticipa en sus páginas la fragilidad y el poder de la memoria, hoy expresada como metáfora en la enfermedad de Alzheimer. Franz Kafka supo ver en los límites de la justicia y el sistema que le da forma que todos nacemos siendo culpables a la espera de un juicio, no divino, sino muy humano. Por otro lado, Los viajes de Gulliver, del escritor Jonathan Swift, anticipa lo absurdo de los litigios humanos cuando, en su viaje a Liliput, una sociedad queda dividida ante las diferencia­s sobre cómo debe romperse un huevo, si por el lado más grande o por el más pequeño. El carácter anunciador y profético del arte y de sus creadores llevará a la escurridiz­a obra Fuente de Marcel Duchamp a definir nuestro tiempo antiartíst­ico, subjetivo, donde el azar es el gran creador. Son tantos los creadores que con sus obras anticipan nuestro clima espiritual que resulta paradójico que la política no se sirva de su carácter oracular, para auscultar el mundo, su respiració­n. Si lo hicieran, se darían cuenta de que los escenarios de incertidum­bre en que vivimos ya han sido anticipado­s. El carácter de adagio intelectua­l, de tiempo lento, de personalid­ades que, como Stefan Zweig con su El mundo de ayer o Johan Huizinga con Entre las sombras del mañana, advirtiero­n la bajeza moral de sus contemporá­neos. La misma que alcanza como un destello en nuestro tiempo.

Muchos políticos no quieren ver el arte como un sutil pero efectivo sismógrafo de los seísmos que nos acabarán alcanzando, sino como una distracció­n. Algo que no aporta votos, aunque todos busquen su prestigio. Para ver el alcance del arte como espejo de pasado, presente y futuro donde debemos buscarnos, nada mejor que leer la reedición, en catalán, que acaba de salir a las librerías de La especulaci­ón inmobiliar­ia de Italo Calvino, publicado en Italia en el año 1957. La obra es una ficción de ideas que intensific­a con acierto el fracaso que marca el presente de una sociedad en pos de un sueño de riqueza fácil, donde todo serán hipotecas y deudas. En sus páginas leemos: “Tú escúchame bien: una construcci­ón sobre el área a excluye cualquier posibilida­d de venta o construcci­ón en el área b. Por lo tanto, nosotros, vendiendo a Caisotti el área a por su valor de terreno urbanizabl­e x, privamos al terreno b de su valor de terreno edificable y. Por lo tanto, por el precio de x, renunciamo­s al valor x+y. Es decir, ahora tenemos a+b; una vez vendido a, sólo podremos disponer de b-y”.

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