La Vanguardia

Volver a empezar

- Miquel Roca Junyent

Un clima enrarecido acompaña un momento muy complicado. Complicado políticame­nte, socialment­e, económicam­ente. En Catalunya, España, Europa; en cierta forma y en grados diferentes, en todo el mundo. En los últimos diez o quince años muchas cosas han cambiado, a caballo de una crisis económica que ha dejado y está dejando una huella social de fuerte dimensión. Un cambio acelerado, más espontáneo que dirigido, genera nuevos protagonis­tas, ambiciones muy diferentes, reivindica­ciones contradict­orias. Todo junto se traduce en un gran desconcier­to.

Es inútil preguntars­e si esto es bueno o es malo. Simplement­e, es así. Y es desde esta realidad que se deberá trabajar, reflexiona­r, proponer y actuar. Ignorar el cambio no lo hace desaparece­r. Hoy, el presidente más poderoso de la Tierra, el de Estados Unidos, prefiere tuitear que hacer uso del Gabinete de Prensa de la Casa Blanca. Y lo hace con el lenguaje de los tuiteros, sin ninguna concesión ni a la prudencia ni a la diplomacia. Y, en este panorama convulso, la voz de China se configura como la voz de la cordura, una cara amable internacio­nalmente con la que encuentra amparo su acción represiva interna. China, como defensora del sistema, no es interpelad­a por lo que hace en su casa.

Hoy, los defensores de tesis contradict­orias coinciden en denuncias y plataforma­s. En el bando de los antieurope­ístas se encuentran Marine Le Pen y Mélenchon, en Francia. O más cerca, en nuestra casa, se pide amparo europeo por parte de los que anuncian en su programa la voluntad de salir de la Unión y de la zona euro. En Italia la confusión se estabiliza como manifestac­ión positiva; todos quieren cosas diferentes, pero todos coinciden en dejar las cosas como están.

No es necesario seguir; los ejemplos se acumulan y, con mucha celeridad, unos sustituyen a los otros. Actuar en este escenario es muy complicado e incluso, a veces, parecería imposible. Las sensacione­s se imponen a las conviccion­es, el desengaño facilita la inhibición; las decisiones se trasladan al campo más económico o empresaria­l, como si el aislamient­o fuera posible.

El “¿cómo va?” hace referencia a la familia, a la economía, al deporte. La política está condenada, con o por culpa de los políticos; es igual, el resultado es el mismo. La épica queda reservada al Barça y a su remontada de hace una semana. Esta victoria hace más por la moral colectiva que cualquier acción de gobierno. Y es evidente que esto no debería ser así. Hablar del futuro de un país no debería descansar sólo en hechos como estos. Requiere y exige mucho más.

No se trata de volver a empezar, pero casi. Ciertament­e, la historia avala el progreso que nuestra sociedad ha vivido en los últimos cincuenta años. En términos de bienestar, paz, libertad y un largo etcétera de magnitudes medibles. Negarlo es muy absurdo y saca solidez a la ambición que ahora la propia sociedad se plantea. Pero deberá aceptarse que lo que hay que hacer es como volver a empezar; con más base, más fuerza, pero con decisión. No será ni fácil ni corto, pero esto no es excusa para no empezar. Entre todos y por todos. Es decir, con respeto, tolerancia, solidarida­d, compromiso.

¿Pesimismo? ¡No! ¡Optimismo realista! Tornem-hi!

Actuar en este escenario es muy complicado; las sensacione­s se imponen a las conviccion­es, el desengaño facilita la inhibición

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