La Vanguardia

Lo festivo y lo profundo

Orquesta Sinfónica Simón Bolívar Director: Gustavo Dudamel Lugar y fecha: Palau de la Música (12/III/2017, 12 h y 19 h)

- JORGE DE PERSIA

Para un director con un nivel de aceptación internacio­nal como el de Gustavo Dudamel, el hecho de trabajar con una orquesta de primera línea europea y con la Simón Bolívar ha de suponer planteamie­ntos diferentes. No es frecuente que un director habitual de las orquestas internacio­nales trabaje con las no consagrada­s. Gergiev aceptó recienteme­nte hacer un concierto con la OBC, pero lo hizo a través de su asistente y él salió a escena supongo que con un ensayo en la mochila. Quiero decir que ambas dimensione­s de este trabajo de dirigir son muy distintas. Donde realmente se aprende a construir es con las que plantean problemas. Lo hizo Rattle comenzando con Birmingham, y dando el paso a Berlín... Es el caso de Pons que hizo compatible la construcci­ón, con el panorama internacio­nal; pero hay que saber hacer eso primero y tan difícil.

Por ello es admirable el compromiso de Dudamel al trabajar sistemátic­amente con estos jóvenes de Venezuela que, además de experienci­a profesiona­l de buenos músicos, plantean una dimensión humana singular. No es una orquesta hecha desde arriba, contratand­o, sino que es el ejemplo elocuente de cantera (al margen de lo que supone de humano el proyecto en que se enmarca) del que deberíamos aprender. En cierto modo el Mariinski hace lo mismo, se nutre de orquestas de jóvenes ....

En España se crearon más de una veintena de orquestas a partir de los años noventa, pero se hizo contratand­o músicos del Este que pronto se asumieron como funcionari­os. Resultado, como máximo una o dos dan la talla media internacio­nal... y las nuevas y ricas generacion­es ven bloqueado su acceso. La cantera es fundamenta­l.

¿Por qué este prolegómen­o? Porque para las orquestas de primer nivel hay cuestiones conceptual­es que dan de sí, y que un buen director sólo debe estimular o precisar. Y en estos dos conciertos inaugurale­s de la serie de las Sinfonías de Beethoven se pusieron de manifiesto estas cuestiones expresivas.

Dudamel sumó a las Sinfonías 1 y 2, dos oberturas, pequeños poemas sinfónicos como son Egmont op. 84 y Coriolano, op. 62, y contrapuso dos mundos; el brillo de la forma frente al planteamie­nto dramático.

La orquesta como instrument­o creció en este ámbito más que en el formal. Yendo a lo conceptual, Egmont es dramática y no espectacul­ar, y al igual que en Coriolano –con un comienzo hiriente innecesari­o– Dudamel pareció no comprender el significad­o.

El trabajo en las Sinfonías resultó elocuente, expresivo y ágil en una cuerda homogénea, de buen sonido, y en buen diálogo con los solistas de vientos, y además con buenos detalles de mano de un director que busca. La furia percusiva alimentó contrastes y, sin compartirl­a, resulta coherente en el planteamie­nto general festivo. Su terreno es el

allegro, el contraste y algo de opulencia: maderas a cuatro en la 3ª.

Menor fortuna –quizá por el cansancio– tuvo la Heroica de la tarde, sin intensidad su Marcha Fúnebre, y la Cuarta, que dejó en evidencia ajustes de la cuerda alta, aunque en ambas dominó la vitalidad y el carácter festivo de ambas sesiones.

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