Protesta en el tejado de la Modelo.
El recluso, de 21 años, protestaba porque iba a ser trasladado a la cárcel de Ponent, en Lleida
Un interno dominicano de 21 años se encaramó al tejado de la cárcel en una peculiar forma de protestar por su traslado a la prisión de Lleida tras la decisión de cerrar la Modelo.
María Teresa se asomaba ayer de refilón a su hermosa terraza de la calle Rosselló con vistas privilegiadas a los tejados de la cárcel Modelo. Cincuenta y cinco años viviendo frente a la vieja prisión y ahora que parecía que trasladaban a los últimos reclusos, va uno y se sube a lo azotea para protestar. “Hacía años que no veíamos a nadie allí arriba. Prefiero no mirar. Siempre he sufrido por todos ellos”, decía la mujer mientras trajinaba con un manojo de acelgas para la comida del mediodía. Catorce horas duró la protesta del recluso.
Durante todo el día, las terrazas de las calles que envuelven la histórica cárcel se llenaron de periodistas y curiosos. A primera hora de la mañana, un joven dominicano de 21 años, sin delitos de sangre, con varias condenas sucesivas por robos, se encaramó al tejado trepando por una cañería. El lunes le comunicaron que iba a ser trasladado a la prisión de Ponent, en Lleida. Y su manera de negarse al cambio de centro penitenciario fue protestar desde el tejado.
Algunos vecinos aseguraron haber visto al preso deambular por los tejados desde las ocho de la mañana. En cualquier caso, desde que se alertó de su acción, los responsables de la prisión decidieron cerrar las puertas de la cárcel y suspender todas las visitas.
El preso pasó la mañana cambiando de tejado, hablando a gritos con los funcionarios y los mossos que le pedían que desistiera de su actitud. La mañana fue especialmente calurosa en Barcelona. Con un sol casi de verano que llenó las terrazas de los bares cercanos, desde donde decenas de curiosos, cerveza en mano, seguían con atención, e incluso algunos con prismáticos, los movimientos del joven en los tejados.
Sin perderle de vista, varios funcionarios se subieron también a la azotea intentando hacerle entrar en razón. Todavía era por la mañana y el joven se protegía la cabeza del sol con una chaqueta e iba bebiendo de una botella de agua. Poco antes de las dos, se le oyó hablar con su madre y su mujer, embarazada de su segundo hijo, que desde una ventana de la prisión intentaban que entrara en razón. “Mami, no me llores por favor, no me llores”, le decía el preso.
Iban pasando las horas, pero el cansancio parecía que no hacía mella en el hombre. El lunes había sido trasladado a la Modelo, concretamente a la tercera galería, para asistir a un juicio. Después le comunicaron que seguiría su condena en la prisión de Ponent de Lleida. “Manito, me pillaron con 17, tengo 21 y me han metido más de 20. No tengo nada que perder”, gritó en varias ocasiones.
Hubo un momento complicado, cuando uno de los funcionarios veteranos se acercó por los tejados hasta donde estaba y el joven amenazó con tirarse al vacío. “Si sigues me tiro”, advirtió. “Pues me voy”,
LA GESTIÓN DE LA CRISIS Al caer la noche, Justicía pidió ayuda a Mossos, que enviaron a sus negociadores
LA MEDIACIÓN DE SU MUJER El interno habló varias veces con su mujer y con su madre, que le pidieron que bajara
respondió el funcionario dando media vuelta.
Entrada la tarde, se fueron concentrado junto a los muros de la cárcel varias decenas de personas de colectivos de solidaridad con los presos que, desde la calle, le gritaban, megáfono en mano, que aguantara sobre el tejado.
A media tarde su mujer casi le había convencido de que depusiera su protesta y los manifestantes le azuzaron con consignas para que siguiera allí arriba. La situación degeneró en kafkiana cuando otro joven dominicano, que también pasó un tiempo en la Modelo, concretamente en la galería seis, le aconsejó a gritos que bajara, que no fuera tonto y pensara en él y en sus hijos. Pero Marcelo ya estaba demasiado animado allí arriba como para rendirse en ese momento.
La noche pilló al preso en lo alto del tejado. Con decenas de mossos cercando la cárcel y los vecinos abandonando los balcones. Hasta María Teresa, que pensaba que a estas alturas, después de 55 años viviendo allí, no volvería a presenciar un motín, cerró las ventanas de su terraza. “Justo donde está el chaval ahora fue el módulo en el que estaban las primeras travestis presas. Recuerdo alguna en bata de boatiné protestando en ese mismo tejado”.
Sin fecha definitiva para su vaciado, a la Modelo le quedan pocos meses de vida como prisión de Barcelona. De hecho, algunos funcionarios criticaron nuevamente ayer los planes “improvisados” del Departament de Justícia para desalojarla.
Instituciones Penitenciarias quiso gestionar con sus propios recursos la crisis intentando convencer al joven para que bajara por si solo, hasta que cayó la noche. A partir de ese momento y en vista de que el preso no tenía intención de deponer su actitud, la Conselleria de Justícia pidió entonces ayuda a los Mossos d’Esquadra, que activaron el protocolo de negociadores. Un equipo de tres especialistas que dependen de la unidad central de secuestros y extorsiones se trasladó hasta la cárcel y empezaron a negociar con el joven, intentando aislarle de las consignas que desde la calle le insistían en que aguantara allá arriba. El preso llevaba ya catorce horas en el tejado, sin comer, sólo con agua, gritando y escuchando a su mujer, que desde abajo le insistía que bajara, por sus hijos. Los negociadores de Mossos, que se activan siempre junto al Grupo Especial de Intervención, lograron hacer entender al joven que lo mejor para él era bajar. Hizo un primer intento, se echó atrás cuando vio a los funcionarios de prisiones. Pero al segundo bajó. Eran las diez de la noche y a esas horas Maria Teresa ya dormía.