La nieve paraliza Nueva York
Cancelados más de seis mil vuelos, mientras cierran escuelas y comercios
Las grandes nevadas tienen un efecto adormidera en Nueva York. Como una contradicción climática y paisajística, en las calles se impone un ritmo caribeño.
La prisa desaparece. El ruido se amortigua por la espectacular caída de la circulación rodada. La actividad –salvo los que tiran de pala para despejar las aceras frente a los edificios– baja de una manera tremenda. Y más cuando las autoridades, en un duelo por ver quién la dice más gorda, si el gobernador Andrew Cuomo o el alcalde Bill de Blasio, crean una situación de máxima emergencia.
Ayer, a las nueve de la mañana y a costa del fenómeno denominado Stella, el Upper West de Manhattan parecía vivir otra jornada de Thanksgiving o Acción de Gracias. Sin colegios y con establecimientos que retrasaron su apertura al mediodía o que, simplemente, colgaron carteles de cerrado a causa del temporal.
Esta circunstancia afectó a las cadenas que emplean a trabajadores que residen en barrios periféricos y que son los que se enfrentan a problemas de transporte público, en especial en las líneas de metro con tramos exteriores, en las que se canceló el servicio.
La dificultad en la movilidad afectó en general a las ciudades del cinturón de la Costa Este –de 15 a 30 millones de ciudadanos bajo “la tormenta monstruo”–, como Filadelfia, Boston o Washington, donde el gobierno federal acordó tres horas de retraso en ofrecer servicio, salvo para los funcionarios de emergencias.
En la capital se esperaba a la canciller Angela Merkel. Su visita se reprogramó para el viernes. Si Merkel no tuvo inconveniente para cambiar su billete, no les sucedió lo mismo a miles de viajeros, locales e internacionales. Más de seis mil vuelos fueron cancelados sólo ayer.
Los aeropuertos neoyorquinos, con un tráfico importante de turistas, trabajaban para limpiar las pistas y transitar hacia el proceso de recuperar el servicio aéreo.
Esto ha cogido por sorpresa. No por su crudeza, ya que esta región del país –unos 200.000 hogares se quedaron sin fluido eléctrico– está más que acostumbrada a los
blizzards. Ocurre que el invierno, en sus estertores, daba la impresión de estar superado después de un febrero de manga corta. Hace una semana escasa las temperaturas treparon a 20º.
La nota luctuosa se registró, al menos hasta el cierre de esta edición, en New Hampshire. Una joven de 16 años perdió el control de su coche debido a que la superficie estaba helada. Se empotró contra un árbol y falleció. En el Upper West de Manhattan, temprano, no se experimentaba sensación de peligro. Al contrario. Calma. “Estoy solo, he subido la persiana pero no sé cómo lo haré, no ha venido ni el cajero”, bromeó el empleado de una zapatería en la avenida Broadway. Por suerte para él, no se atisbaba cliente alguno en la tempestad.
“Lo peor ha pasado”, dijo John Davitt, hombre del tiempo de la cadena NY1 News, a las dos de la tarde. La previsión de medio metro de nieve se rebajó en la realidad a 10-20 centímetros. Avisó Davitt, sin embargo, del riesgo de los resbalones. La postal blanca se convirtió en pista de patinaje.
La tempestad registrada no alcanza el nivel pronosticado, aunque se mantiene el riesgo por el hielo