Las cifras del ‘Trumpcare’ enconan la batalla política
Más republicanos rechazan la contrarreforma sanitaria
El demoledor informe de la Oficina Presupuestaria del Congreso (BCO) sobre el plan de reforma sanitaria de los republicanos, lejos de propiciar un cierre de filas de los conservadores, ha enconado las posiciones contrarias al proyecto estelar de Donald Trump. Cada vez más congresistas del Grand Old Party (GOP) juran y perjuran que tumbarán el proyecto si no se modifica profundamente, lo que supondría una derrota del presidente que tendría consecuencias para el resto de su mandato.
De nada ha servido la movilización con carácter de cruzada del propio Trump; del vicepresidente, Mike Pence; de los portavoces de la Casa Blanca; del secretario de Salud, Tom Price, y de los principales líderes de la derecha en el Congreso, que llevan semanas arengando contra el Obamacare, defendiendo su proyecto y sobre todo desacreditando agresivamente antes y después de publicarse las cifras estremecedoras del informe del BCO. El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, dedicó principalmente la conferencia de prensa de ayer a refutar el dictamen calificándolo de “consistentemente incorrecto”.
Sin embargo, la Oficina Presupuestaria del Congreso es un reconocido órgano no partidista y su dictamen técnico ha hecho sonar todas las alarmas. Según sus cálculos, el año que viene habrá 14 millones más de estadounidenses sin seguro médico, una cifra que seguirá creciendo hasta los 24 millones en el 2026 y que situará la cifra total de estadounidenses sin seguro en 52 millones.
Trump ha prometido reiteradamente que con su plan “todo el mundo tendrá seguro médico y será más barato”. El informe del BCO pronostica todo lo contrario, y hasta los patrocinadores de la contrarreforma admiten que en los primeros años aumentará el precio de las pólizas, si bien luego tenderán a reducirse. Otros informes señalan que serán los ciudadanos con bajos ingresos y los mayores de 60 años los que resultarán más perjudicados con el Trumpcare.
De hecho, el gran cambio que plantea la contrarreforma sanitaria tiene un fondo ideológico claro. El Obamacare se acercaba a la concepción europea de la salud como derecho universal. Para los republicanos la asistencia médica es un mercado. El Obamacare obligaba a los estadounidenses a contratar un seguro. Los que se negaban debían pagar un impuesto. El plan republicano suprime esta obligación en aras de la libertad individual, lo que significa que muchos jóvenes que están sanos preferirán ahorrarse el seguro, y se desequilibrará la sostenibilidad del sistema y aumentará inexorablemente el precio de las pólizas de los que por convicción o por necesidad prefieran estar asegurados.
John Corbyn, influyente senador republicano de Texas, admite que “la única forma en que vamos a obtener mejores números es obligar a la gente a comprar un producto aprobado por el Gobierno federal o sancionarla si no lo hace”.
“Este proyecto de ley no une a los republicanos y cada una de las organizaciones conservadores de este país encontrará alguna razón para oponerse a él”, aseguró Jim Jordan, representante republicano de Ohio, miembro del Caucus de la Libertad, el lobby más movilizado por la derecha contra la iniciativa. Senadores tan influyentes como Rand Paul y Ted Cruz por la derecha y Tom Cotton y Susan Collins por el centro prometen no apoyar el proyecto si no es modificado. Si se mantuvieran en sus trece hasta el final, el Trumpcare fracasaría antes de nacer.
Al suprimir el seguro obligatorio, los jóvenes y sanos dejarán de pagar y el sistema se desequilibrará