Liberales
La táctica defensiva de Rajoy funciona como un reloj. De unos meses a esta parte, los partidarios del proceso van a remolque de jueces y fiscales. Rajoy busca no sólo la derrota del independentismo: quiere situar a los moderados catalanes entre la pared del Estado y la espada de una Catalunya amotinada. Esto mismo hizo con el PSOE. Al colocarlo entre la espada de Podemos y su pared, convirtió la armadura socialista en una máscara de carnaval.
Otra manera de explicar la pulsión de cambio que existe en Catalunya es el malestar de los jóvenes. Es fácil percibir su inquietud: no se sienten concernidos con los pactos de la transición; la manera de afrontar la crisis económica les ha perjudicado, y están irritados con unas instituciones culturales que favorecen los intereses de los viejos tapones.
Este conflicto generacional ha suscitado en el Ateneu Barcelonès un duelo simbólico. Unos jóvenes independentistas, capitaneados por Bernat Dedéu, han presentado candidatura a dirigirlo. Para la generación que corta el bacalao desde los años 70, es ofensivo que estos jóvenes no quieran hacer de monaguillos sino que pretendan presidir la ceremonia cultural. Los que no se atreven a combatirlos en el ágora los etiquetan peyorativamente: dicen que son neocon y trumpistas. Pueden caer bien o mal; pueden parecer más o menos lúcidos sus argumentos; puede o no gustar su tono, generalmente, drástico, descarado, intemperante. Pueden ofender sus insultos. Pero no se puede negar una evidencia: la candidatura Ordre i Aventura representa la emergencia de una generación coherente. Hacía mucho tiempo que no aparecía un grupo intelectual tan cohesionado y orgulloso de su papel. Pretenden impugnar los fundamentos morales que la cultura catalana construyó en los años sesenta. De momento, se enfrentan a contrincantes borrosos: les falta entreno a los instalados, y la nueva generación progresista (carente de los apoyos económicos de muchos liberales) todavía no ha cuajado como grupo.
Las estancadas aguas de la cultura catalana reclaman una limpieza a fondo. Sin embargo, el atrevimiento de este grupo suscita más alergia que debate. Son liberales, sí; y políticamente incorrectos. Pero a una sociedad tan uniformada por la corrección y tan profundamente progre le irá de perlas un poco de pimienta liberal. Sobre todo si practicaran un liberalismo comprometido con la dignidad humana, como reclamaban Locke, Smith y Burke. Y también si fuesen capaces de domesticar la arrogancia que a menudo los reseca.
Ciertamente: son inclementes. Ahora bien: la reacción defensiva y alérgica no detiene el deseo de cambio, tan sólo lo transforma en un grave problema. Que los instalados culturales catalanes respondan como Rajoy, estrictamente a la defensiva, es típico de este momento histórico. En todo el mundo, y también por lo tanto entre nosotros, todo lo que se podría resolver hablando inevitablemente se convierte en leña para el gran fuego que se prepara.
Una reacción defensiva y alérgica no detiene el deseo de cambio, tan sólo lo transforma en un grave problema