La Vanguardia

Vetando a Escocia

- Pilar Rahola

Alguna alma caritativa debería avisarles de que hacen un ridículo espantoso. La imagen de una España que resuelve sus conflictos a base de cloacas, fiscales, tribunales y castigos es cada vez más casposa y más antimodern­a. Aquello que comentó el president Puigdemont, que España sufría de modernofob­ia, define muy bien esta alergia hacia los valores primigenio­s de la modernidad y que sitúan al pacto político por encima del frontón, al respeto de los pueblos por encima de su dominio y, desde luego, a las urnas por encima de la represión.

Pueden perpetrar muchos relatos altisonant­es, ponerle pompa a la marca España e, incluso, dar clases aceleradas de inglés a ese presidente que se molesta cuando la BBC tiene la insolencia de hacerle una pregunta en el idioma de la Pérfida Albión. Todo es posible, pero la evidencia se sobrepone al relato impostado: España se aleja del sentido de Europa tanto como se acerca a los viejos demonios aislacioni­stas de su pasado. No en vano es el Estado de la Contrarref­orma, el mismo que recuperó la Inquisició­n en pleno siglo XIX, cuando en Europa soplaban los vientos de la Revolución Francesa, y el mismo que en el siglo XX resolvió sus cuitas con dos dictaduras, una de ellas forjada en la cuneta de miles de muertos. Esa España que despreciab­a a Jovellanos y que nunca dignificó a las víctimas de la dictadura es la misma que no asume el sentido profundo de ser europeo, un ser que se define, justamente, por esos valores de la modernidad que con tanto ahínco rechaza.

Lo último es de traca. El ministro Dastis ha decidido que no sólo tenía que trabajar para hundir las razones de Catalunya en el mundo –fiel a la herencia de su antecesor Margallo–, sino que ahora alza la espada justiciera y amenaza a los escoceses con vetarlos en la UE. Por supuesto, habla de Catalunya cuando dice que habla de Escocia, pero la insensatez es la misma. La frase es para esculpirla en el museo de lo retrógrado: “España no alienta secesiones y divisiones en ningún Estado miembro”, y se queda tan ancho. Pero ¿quién es el tal Dastis para meterse en el debate territoria­l de Gran Bretaña? No sólo da una imagen patética respecto de lo catalán, sino que ahora quiere darla respecto de lo escocés. Y todo sumado a un hecho indiscutib­le: si Escocia se separa de Inglaterra, no hay duda de que estará en la UE y probableme­nte con alfombra roja. Porque, con los problemas que tiene la Unión, es impensable que se rechace a un país con petróleo, recursos ingentes, economía saneada y voluntad europea. España ya puede sacar el blasón de Isabel la Católica, que a Escocia sólo la pararán los escoceses.

Lo dicho, mentalidad aislacioni­sta y antimodern­a, de ahí sus bandazos con el tema catalán. Lo dijo Pío Baroja: “En España siempre ha pasado lo mismo: el reaccionar­io lo ha sido de verdad, el liberal ha sido muchas veces de pacotilla”. Continúa igual.

España se aleja del sentido de Europa tanto como se acerca a los demonios aislacioni­stas del pasado

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